miércoles, 29 de enero de 2025

Busco Prometida: Capítulo 68

Se duchó y se puso un traje oscuro en una de las habitaciones de invitados antes de bajar a hacer la llamada que había esperado no tener que hacer. Desde la cena de Zenith había firmado varios acuerdos con empresarios que hasta entonces nunca habían querido trabajar con él, pero Pedro sabía que, en cuanto rompiera con Paula, en cuanto le rompiera el corazón, perdería el voto de Gonzalo y el acuerdo con Arum. Le daba igual, se merecía ese castigo, pero le importaban sus empleados. Y, además, ella insistiría en ceñirse al trato que habían hecho: Fingir hasta que el acuerdo estuviera firmado. Pues bien, solo había un modo de convencerla para acabar con todo.


—¿Qué quieres, Alfonso? —dijo una voz hostil al tercer tono de llamada.


—Harrison, quiero el contrato con Arum y vas a dármelo.


—¿Y eso por qué? —preguntó Javier.


—Por dos razones: Una, sabes lo buenos que somos mi tecnología y yo. Y dos, seguro que no quieres que se haga público lo que he descubierto de tí.


—¿Estás chantajeándome?


—Estoy animándote a tomar la decisión correcta porque los dos sabemos que puedo hacer que pagues por tus antiguas fechorías.


Hubo una larga pausa antes de que Javier volviera a hablar.


—Parece que crees que vas a perder el otro cincuenta por ciento del voto. Me pregunto por qué será.


—Todo buen empresario está preparado para cualquier imprevisto.


—Si pierdes el voto de los demás, sabrás que mi voto cuenta exactamente la mitad.


Claro que lo sabía.


—Sí, y también sé que tu voto es el que cuenta para el desempate. Así que ¿Qué harás? ¿Darle el acuerdo a IRES o enfrentarte a tu juicio final? Si quieres, puedo enumerar tus crímenes. A ver, tenemos sobornos, agresiones en distintos grados que seguro que agradecerás que tu padre ocultara, y luego hay…


—Basta. Conseguirás tu acuerdo, pero esto no lo olvido.


—Seguro que no.


Pedro se guardó el teléfono en el bolsillo y, al girarse, vió a Paula bajando las escaleras, recién duchada y lista para irse a trabajar. Pero no solo se iría a trabajar, se recordó. Sería la última vez que la viera. Tuvo que controlarse para no derrumbarse.


—El consejo ha votado para irse con IRES —dijo Pedro.


Ella se acercó y lo besó en la mejilla. Pedro apenas podía respirar, pero tenía que mantenerse firme y hacer al menos una cosa bien en su vida.


—¡Qué gran noticia! —dijo ella sonriendo, aunque esa sonrisa se esfumó enseguida—. Pedro, ¿Qué pasa?


—Nada —respondió él dando un paso atrás—. Hemos conseguido lo que nos propusimos. Ahora los dos tenemos lo que queríamos con este trato.


—¿Trato? ¿Estás rompiendo conmigo?


Pedro se odiaría el resto de su vida por ser el culpable del dolor que vió en el rostro de Paula.


—Romper implicaría que hemos tenido algo real. Ya es hora de que te marches.


Se le estaba haciendo añicos el corazón. «No te marches, te necesito». Pero ese pensamiento no se tradujo en palabras.


—Sé lo que estás haciendo y no voy a permitírtelo —dijo ella con determinación.


—Quiero que te vayas.


—Pedro, no hagas esto. Por favor…

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