lunes, 27 de enero de 2025

Busco Prometida: Capítulo 64

 —Crees que eres mucho mejor que yo, ¿Chaval? Olvidas que yo te crié. Somos iguales. No pienses que no ví tu cara de disfrute aquel día.


El día que le había devuelto los golpes. Sí, había disfrutado al hacerle daño y había sonreído al recordarlo los días y las semanas siguientes.


—No soy como tú en nada. No soy yo el que pegaba a una mujer y a un niño. Yo he hecho algo con mi vida.


Ricardo dió otro trago de whisky y a Pedro le entraron ganas de agarrar la botella y lanzarla contra la pared.


—A lo mejor sí, pero sigues siendo un monstruo por muchos trajes elegantes que lleves o por muy rico que seas. No lo olvides.


—Te equivocas.


—Déjalo, Paula.


—No es un monstruo. Nunca lo ha sido. Me alegro de haber venido hoy aquí para que pueda ver lo que dejó atrás, que es justo lo que no es él.


Sin poder evitarlo, Pedro le besó la cabeza. No podía quererla más.


—¿Cuánto tiempo te queda? —preguntó mirando a su padrastro.


—¿Qué?


—La piel, los ojos… Y sigues bebiendo. ¿Cuánto tiempo te queda?


—Puede que seis meses. Menos.


—No te lo mereces, pero me aseguraré de que recibas tratamiento en el hospital local. No pienso traerte a casa a una cuidadora a la que puedas maltratar. Tú te cavaste este agujero, puedes morirte aquí solo.


Salieron de la casa y Pedro no dijo nada. Ya en el coche, se dió un momento antes de arrancar e incorporarse a la carretera sin molestarse en mirar hacia la casa que desaparecía tras él. Ricardo no se equivocaba. Era un monstruo. Lo había criado uno, al fin y al cabo. Cuando entraron en casa, las palabras de Ricardo seguían en su cabeza. Se quitó la chaqueta y se acercó al ventanal. Estaba oscuro y las luces se reflejaban en el agua.


—¿Pedro?


Paula no había dicho ni una palabra en el trayecto de vuelta, no le había ofrecido palabras vacías. Su presencia le había bastado para sentirse apoyado.


—Sabes que nada de lo que ha dicho es verdad, ¿No? —dijo ella con tono suave y acercándose.


Él le puso las manos en las caderas.


—Nada. Lo digo en serio.


Pedro cerró los ojos y antes de poder decir nada, ella añadió con firmeza:


—Quiero que me escuches con atención. Que ese hombre te criara no significa que vayas a convertirte en él. Eres bueno y protector. El único monstruo es Ricardo.

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