miércoles, 22 de enero de 2025

Busco Prometida: Capítulo 53

Paula tuvo que controlarse para no gemir ahí mismo.


—Pues vas a tener que esperar.


—¿Sí?


Pedro la apretó contra sí presionando contra ella sus poderosos muslos, su masculinidad, su musculoso torso.


—Sí.


Estaba aturdiéndola, sobre todo porque estaba permitiéndole ver su lado más juguetón. Ese hombre que no sonreía ni se reía lo hacía con total libertad delante de ella, y lo estaba haciendo ahora también delante de todos. Y todos se fijaron. Como para no fijarse, cuando llevaba toda la noche acariciándola y mimándola.


—Paula… Alfonso.


La gélida voz le borró la sonrisa a Paula. Pedro la rodeó por los hombros antes de que los dos se giraran hacia Javier.


—Hola, Javi —dijo ella.


—Harrison —dijo Pedro.


—Imagino que debo darles la enhorabuena.


Estaba claro que Javier solo lo hizo para guardar las apariencias.


—Parece que eres un hombre distinto, Alfonso.


—Sigo siendo el mismo aunque Paula me haga mostrar una faceta distinta.


Javier miraba a Paula como alguien que mira un premio que ha perdido. Pedro debió de notar lo incómoda que se sentía ella, porque se disculpó en nombre de los dos y la llevó hacia las mesas. Y ahí fue cuando ella conoció en persona a Esteban Cross.


—Me alegro de que hayas podido venir, Pedro —dijo Esteban—. Y tú debes de ser Paula. Un placer conocerte por fin.


—Igualmente —respondió ella sonriendo.


La gente estaba ocupando las mesas y Paula se fijó en que las personas que los rodeaban eran de Arum. Su hermano, sentado frente a ella, parecía incómodo al lado de Javier.  Sin embargo, Pedro no le permitió centrarse en eso. Durante la cena y las charlas, le acarició la nuca, le susurró cosas al oído y la besó. Todo eso la distrajo del hecho de estar compartiendo mesa con la gente de la que pretendía alejarse. La misma gente a la que él quería ganarse. Deseaba a Pedro con toda su alma, pero lo suyo no podía durar. No cuando tenían objetivos tan opuestos. Una vez terminó la cena y la mayoría de los asientos se quedaron vacíos, Esteban le pidió a Paula que se quedara allí.


—Tú puedes irte, Pedro. Tienes trabajo que hacer.


Pedro puso los ojos en blanco, pero obedeció y se levantó. La besó en la mejilla y se dirigió a su mentor.


—No me robes a mi pareja —le advirtió antes de marcharse.


Paula contuvo una carcajada. Jamás habría imaginado que Pedro pudiera obedecer a nadie, pero estaba claro que Esteban entendía lo que necesitaba y que Pedro confiaba en él.

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