viernes, 24 de enero de 2025

Busco Prometida: Capítulo 56

Paula suspiró cuando él la besó en la frente y empezó a acariciarle el pelo hasta dormirla. Pedro la despertó cuando habían empezado a descender. Después de aterrizar, se subieron a un deportivo eléctrico que él condujo por las calles de París con tanta soltura que le hizo preguntarse a ella cómo podía estar ya tan familiarizado con la ciudad. Obtuvo la respuesta al llegar a un precioso edificio antiguo del Distrito 7.


—Bienvenida a casa —dijo Pedro sonriendo cuando sacó la llave de una vivienda en la última planta.


—¿Casa? ¿Es tuya?


—Sí. Tengo propiedades por todo el mundo. Venga, asómate a la ventana.


Paula se quedó atónita. Era casi como si pudiera tocar la Torre Eiffel si alargaba la mano lo suficiente.


—Tienes una casa preciosa.


Era una mezcla perfecta de diseño francés clásico y moderno.


—Aún quedan muchas horas de luz. Vamos a dar una vuelta.


Después de una ducha rápida, Paula se puso una falda de vuelo y una chaqueta fina. Estaba colgándose el bolso cuando Pedro salió del vestidor y la dejó sin palabras. Ese era el aspecto que tenía cuando estaba relajado: Un atisbo de barba, unas piernas poderosas cubiertas por tela vaquera clara y unacamiseta blanca que se le ceñía al torso. Ahora parecía más humano; no era ese hombre que tenía que afeitarse cada día, que solo vestía trajes y que hacía ejercicio siempre a la misma hora cada mañana porque se sometía a una disciplina estricta.


—¿Lista para irnos?


No, no estaba lista. Ahora no quería salir del piso. No quería desperdiciar ni un solo segundo de ese Pedro cuando sabía que desaparecería en cuanto volvieran a San Francisco.


—¿Adónde vamos?


—¿Adónde quieres ir?


Lo primero que se le ocurrió a Paula fue la cafetería con terraza que le traía tan buenos recuerdos. Y ahí fueron. Sentados en la calle en una mesa de hierro forjado, no eran más que una pareja tomando café. El acuerdo Arum, Javier y Gonzalo parecían preocupaciones que no podían afectarlos allí.


—Sol —le dijo Pedro justo cuando ella acababa de contarle una anécdota que había vivido en esa cafetería—, está muy bien volver aquí porque te haga feliz, pero no puedes usar este lugar para escapar del pasado. Mira hacia delante. Tienes que crear recuerdos nuevos.


Y era verdad. Debía hacerlo y lo haría. Con él. Eran los únicos recuerdos nuevos que quería crear, pero le daba demasiado miedo decirlo y romper el hechizo. Porque, por mucho que ella sintiera que lo que tenían era real, Pedro no había dicho en ningún momento que la farsa hubiera terminado.


—Ahora mismo el futuro me resulta algo incierto.


—Eso siempre va a ser así, pero si trazas un plan y te ciñes a él, todas las piezas encajarán.


¿Sería él una de esas piezas?

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