lunes, 6 de enero de 2025

Busco Prometida: Capítulo 32

 —Allí todo era más sencillo. Allí no era Paula Chaves. No tenía que cumplir las expectativas ni las promesas de nadie. Solo cocinaba — miró a Pedro. Ahora su tristeza era evidente—. Me encanta estar aquí y no querría vivir en ninguna otra parte. Crème es mi vida, pero a veces me gustaría poder volver a París y fingir que aún vivo en la época en la que mi padre estaba vivo y no estaba concertándome un matrimonio que yo no quería. En la que mi madre aún estaba dispuesta a apoyarme y Gonzalo y yo estábamos más unidos. Es ridículo, ¿Verdad?


Pedro apartó su cuenco vacío y se echó hacia delante, apoyándose en los codos.


—No es ridículo desear que las cosas fueran distintas. Lo único que pasa es que eso te impide enfrentarte a lo que de verdad tienes delante.


—¿Alguna vez lo has deseado?


—Mi padre no era un hombre especialmente rico, pero era inteligente —dijo él con un nudo en la garganta al pensar en Horacio Alfonso—. Era profesor de Robótica en Los Ángeles.


—¿Y cómo era? —preguntó Paula inclinándose hacia delante.


Él, sin pensárselo, le agarró las manos y entrelazó los dedos con los de ella.


—No lo sé. Murió cuando yo tenía dos años. No tengo ningún recuerdo de él. Lo veo un poco como si fuera una criatura mitológica que no sé si existió de verdad. Aunque…


—Aunque está claro que sí existió, porque tú estás aquí.


Pedro asintió.


—Me dijeron que era un hombre con mucha determinación, pero también muy familiar.


—¿Brillante y decidido? De tal palo tal astilla.


—Eso parece.


Y Pedro sabía que esa era una de las razones por las que su padrastro lo había odiado. Se tensó, pero Paula le acarició la mano y esa tensión se disipó.


—Mi madre volvió a casarse unos años después y nos mudamos a Lupine Heights.


Paula enarcó las cejas. Estaba claro que había oído hablar de esa zonatenido que evitar al crecer en aquel lugar. El crimen, las drogas, las bandas…


—Vivimos allí hasta que ella enfermó de cáncer. Murió a los pocos meses.


—Ay, Dios mío…


—Así es la vida —dijo él con una triste sonrisa.


—¿Fue entonces cuando inventaste tu sistema de almacenamiento de energía?


Pedro vió que Paula intentaba desviar el tema, y lo agradeció porque, en realidad, no sabía por qué le estaba hablando de su pasado, de todas las cosas que mantenía ocultas. La única persona viva que estaba al tanto era Esteban.


—Sí. Tenía quince años. Sabía que podía sacar dinero vendiéndolo, pero no quería. Era mío y ganaría más dinero quedándomelo y usándolo yo mismo.


—Es impresionante —dijo Paula con el corazón roto por todo lo que Pedro le había revelado y por todo lo que seguro estaría ocultando—. ¿Por qué ese invento? ¿Por qué energía renovable?


—Porque, además de saber que es un buen negocio, he visto a demasiada gente intentar destruir el mundo sin pensar en a quién afecta. ¿Qué nos quedará si seguimos descuidándolo?

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