viernes, 3 de enero de 2025

Busco Prometida: Capítulo 28

Paula no oyó la puerta cerrarse. Estaba demasiado pendiente del cuerpo de Pedro cuando él se levantó y bordeó el gran escritorio de cristal. Ese día llevaba un traje azul oscuro. Sintió mariposas en el estómago y unas ganas locas de tocarlo.


—Ho… —dijo con la respiración entrecortada. Volvió a intentarlo—. Hola, Pedro.


—¿Todo bien? —preguntó él. Se le iluminó la mirada al verla.


—Sí, es que he pensado que estaría bien traerle unos bollitos a mi prometido.


Él agarró la caja con sumo cuidado y la besó en la mejilla.


—Gracias —respondió Pedro, que abrió la tapa y dejó la caja en la mesa con gesto de diversión.


—Es que se me ha ocurrido traer también algo para tus empleados. Ya sabes, como tienen un jefe tan bruto… —dijo ella sonriendo.


Él la rodeó por la cintura y ella, hechizada, lo vió sonreír. Sonriendo, Pedro resultaba espectacular. Hoyuelos, unos dientes perfectos, blancos y brillantes, y una mirada de lo más luminosa. Su rostro resplandecía. Era como si hubiera salido el sol en un día nuboso. ¡Qué sonrisa tan impresionante! ¿Por qué la escondía? ¿Qué le habría pasado? En ese momento Paula decidió que le arrancaría una sonrisa tan a menudo como pudiera.


—Necesito dulzor, ¿Verdad?


Ella lo rodeó por el cuello, aún sorprendida por cómo reaccionaba cada vez que estaba con él.


—Puede…


—Los rollitos de canela no son muy franceses —bromeó Pedro.


—No, pero no venderlos en una pastelería es un sacrilegio — contestó Paula obligándose a controlarse antes de que acabaran abrazándose como la noche anterior, lo cual no sería muy apropiado estando en la oficina de él.


—¿Has visto las noticias?


Paula negó con la cabeza y él le quitó los brazos de alrededor del cuello antes de besarle el anillo de compromiso y darle una tableta.


—He estado en la pastelería desde las cuatro de la mañana. Aunque mi madre sí que me ha llamado para hablar del tema.


—¿Y qué tal ha ido?


—No muy bien.


En la tableta había varias páginas abiertas, todas con noticias sobre su compromiso y algunas con fotografías que, sin duda, habrían hecho clientes del restaurante.


—Anoche le pedí a mi departamento de Relaciones Públicas que emitiera un comunicado.


—Perfecto. Gracias, Pedro —dijo Paula devolviéndole la tableta.


Pedro la dejó en la mesa y se apoyó en el borde.


—¿Gonzalo te ha dicho algo?

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