lunes, 13 de enero de 2025

Busco Prometida: Capítulo 47

Y en el pectoral izquierdo, una serie de números romanos separados con dos pequeños puntos. Notó que Pedro tenía la respiración entrecortada mientras la observaba apretando los labios. Parecía tenso y Paula prefirió no preguntar qué significaban los tatuajes. Esa noche Pedro ya le había dado demasiado.


—Bésame —le ordenó ella.


Él la rodeó por la cintura con un brazo y con la otra mano le sujetó la cabeza mientras sus bocas se unían y sus lenguas se deslizaban la unasobre la otra. Entonces notó las manos de Pedro bajándole la cremallera del vestido y tembló cuando sus dedos se deslizaron sobre su espalda desnuda.


—Qué suave… —dijo él contra sus labios a la vez que le quitaba el vestido.


Paula sintió un cosquilleo en el estómago cuando Pedro la levantó sin previo aviso, la tendió en el centro de la cama y se movió sobre ella como el gato salvaje con el que lo había identificado la primera vez que lo había visto. Él le recorrió con los labios la mandíbula, el cuello, los pechos… Besándola, saboreándola, cortándole la respiración. Ella nunca se había sentido así, como si estuviera flotando y ahogándose al mismo tiempo. Y entonces Pedro tomó uno de sus pezones en la boca a la vez que le acariciaba la cara interna del muslo. Pero no se detuvo ahí. Le apartó el encaje de las braguitas, y cuando le acarició el sexo, Lily supo lo húmeda que la encontraría. Ella siempre había dado por hecho que pasaría vergüenza al estar con alguien de esa forma tan íntima, pero no fue así. Y el motivo era Pedro. Se sentía a salvo con él.


—Voy a ir despacio… —dijo Pedro antes de besarla con dulzura—. Puedes parar cuando quieras. ¿Lo entiendes?


Ella asintió.


—Necesito oírte decirlo.


—Lo entiendo.


—Bien.


Pedro sacó un preservativo de la mesilla y se lo puso. De pronto, ella se puso nerviosa. Estaba excitada, pero tensa a la vez.


—Cuidaré de tí, Paula.


Él se situó a los pies de la cama y le quitó la ropa interior, y cuando acercó la boca a su sexo, ella dejó de respirar. Su lengua la inundó de sensaciones. Paula alzó las caderas para acercarse más a su boca, pero él la sujetó contra la cama a la vez que lamía y succionaba sumergiéndola en un río de placer. Agarrando las sábanas, ella emitió una melodía de gemidos que llenaron la habitación mientras se dejaba arrastrar por ese torrente. Se sentía relajada, pero a la vez se le tensó el cuerpo. Y entonces, cuando ya no podía aguantar más, se vió rodeada por los brazos de Pedro y notó su dureza en la entrada de su cuerpo justo antes de que la embistiera y la abrazara con fuerza. Se le escapó un grito que él sofocó con un beso. Pedro la abrazaba mientras ella se amoldaba a su intrusión.

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