lunes, 6 de enero de 2025

Busco Prometida: Capítulo 31

 —¿Todo bien? —preguntó Paula.


—Genial —dijo él antes de dar un trago y empezar a comer—. Qué rico. Cocinas muy bien.


—¿Acaso lo dudabas? ¿Es que no te has comido uno de mis rollitos de canela?


Sabía que ella esperaba que dijera que no, pero si decía eso, ¿Dónde estaría la diversión?


—Sí.


—¿Sí?


—Todos.


—¿To… dos? No me esperaba… No creía que fueras muy goloso.


—No lo soy, pero ya que mi prometida me los ha llevado en persona, lo menos que podía hacer era comérmelos.


Paula se rió. Fue una carcajada auténtica, con ganas.


—Y yo que creía que ya te tenía calado…


—No deberías creerlo. Nunca.


Nadie lograba acercársele tanto como para conocerlo del todo y nadie lo lograría nunca. Él dictaba quién entraba en su vida y salía de ella, y estaba encantado con que la única persona que estuviera en ella fuera Esteban. Por muy atraído que se sintiera por Paula, no podía permitirle entrar.


—Un hombre de misterio.


—¿El misterio no te parece importante?


—No. Implica tener secretos, y los secretos lo estropean todo. Tener que mantener en secreto la verdad de mi relación con Javier me costó mis amigas y gran parte de mi felicidad. Así que no, no me gusta el misterio. Tú dame sinceridad, déjame entenderte, y jamás te traicionaré.


Pedro estaba de acuerdo. Pero la verdad requería más fe y confianza de la que él podía dar. Además, llevaba mucho tiempo sin ser feliz. Casi toda la vida.


—¿Cuándo hizo tu padre ese acuerdo con Harrison?


—Cuando yo tenía diecinueve años. Yo estaba en Francia cuando Arturo murió y cuando volví para el funeral, mi padre me dijo lo que había hecho. Javier parecía encantado. Le supliqué a mi padre que rompiera el acuerdo, pero tampoco quería disgustarlo. Bueno, el caso es que volví a Francia a terminar mis estudios…


—Escapaste.


—Sí. Me encantaba Francia y creo que me gustó aún más después de volver.


—¿Lo echas de menos?


—Muchísimo. En los días fríos buscábamos un bistró acogedor y calentito para charlar y quejarnos de los chefs de la escuela —dijo riéndose—. Y cuando hacía calor, quedábamos en las terrazas de las cafeterías.


Pedro no pudo evitar quedarse atrapado en los recuerdos de Paula. Nunca la había visto sonreír tanto.

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