miércoles, 8 de enero de 2025

Busco Prometida: Capítulo 36

Esteban había tenido que intervenir. Y después de aquello su mentor se había asegurado de que encontrara otra válvula de escape para su ira. Situado delante de Paula, protegiéndola, se dijo que esta vez no sucumbiría a la violencia. Y aunque no había pretendido decir que ella era de su propiedad, le había gustado cómo había sonado. Era suya. En aquellos minutos que había necesitado a solas después de que Paula saliera del despacho, se había dado cuenta de que estaba loco por ella…  Y del peligro que eso suponía para sus objetivos, para su necesidad de tenerlo todo bajo control. Por eso había vuelto ahora, para asegurarse de que ella entendía que no podían ir más allá. Había querido tener esa conversación en persona y se alegraba de su decisión. Javier dió media vuelta y se marchó. Solo cuando la puerta se cerró, Pedro se giró. Tomó la cara de Paula entre las manos y la miró a los ojos.


—¿Te ha hecho daño?


—No, no. Estoy bien.


—Déjame ver.


Le levantó la manga y vió unas marcas rojas en su piel bronceada.Resopló.


—Pedro, estoy bien —dijo ella acariciándole la mejilla.


«No te preocupes, cariño, estoy bien». Pedro se estremeció ante el recuerdo. No permitiría que volviera a pasar. Protegería a Paula de todo el mundo.


—Voy a adelantar nuestros planes. Te mudas a mi casa ahora mismo.


—Pedro…


—No estás a salvo sola.


—Javier no me da miedo. Creo que deberíamos ceñirnos a nuestro plan.


—Si no te mudas a mi casa esta noche, tendré que llevarte yo mismo a todas partes donde quieras ir y contrataré un equipo de seguridad que se convertirá en tu sombra. Tú decides, sol —dijo Pedro aun sabiendo que no debería forzarla a decidir y preguntándose cómo sería capaz de no tocarla cuando estuvieran bajo el mismo techo.


—Estás exagerando. Lo sabes, ¿Verdad?


—De un modo u otro, te mantendré a salvo. Puedes venir conmigo ahora o yo puedo reorganizar toda mi vida durante el tiempo que estemos juntos.


—¡Eres imposible! Vale. Me mudaré a tu casa.


—Esta noche.


—Que sí, esta noche. Venga, vamos.


Pedro se sentó al volante del coche de Paula mientras ella, furiosa, escribía a su hermano. Había insistido en acompañarla a recoger sus cosas y había enviado a alguien para que se llevara su propio coche. No habían tardado mucho. Gonzalo no estaba en casa, y cuando ella lo había llamado, solo había logrado contactar con su asistente personal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario