viernes, 2 de mayo de 2025

Hs Vuelto A Mí: Capítulo 2

Cada vez que algún conocido cometía la locura de comprometerse, lo asaltaban las imágenes de Paula.


–¿A quién vas a traer a la boda? –le preguntó Tomás, arrugando la nariz–. ¿A otra de esas chicas de ciudad con las que siempre apareces en Navidad?


Pedro salía con aquel tipo de chicas por una razón muy simple: Eran mujeres que le exigían toda su atención y así no le dejaban tiempo para estar con sus padres. Había hecho de la prudencia un arte y nunca decía nada de lo que se pudiera arrepentir. Como por ejemplo, preguntarles por qué demonios no habían confiado en él para ayudar años atrás. Él no era el surfista imprudente y caprichoso que ellos creían, y así se lo demostraría en aquella visita. Confiaba que la escuela de surf que había montado fuese la prueba suficiente.


–Deja que yo decida con quién quiero ir –arrancó la tabla de la arena y se la colocó bajo el brazo–. ¿Piensas quedarte aquí todo el día, cotilleando como una vieja? ¿O vas a demostrarme de lo que eres capaz en el agua?


Tomás lo apuntó con el dedo.


–Voy a enseñarte quién es el mejor.


–Adelante, pequeño.


Pedro echó a correr hacia la orilla, deleitándose con el calor de la arena bajo sus pies y el viento en la cara. Se tumbó sobre la tabla y dejó que las frías olas de Bell’s Beach lo mecieran suavemente. Nunca se había sentido más vivo que cuando estaba en el mar. El océano era siempre el mismo, siempre lo acogía con los brazos abiertos y nunca lo rechazaba. No como sus padres. Empezó a remar con brazos y pies en un denodado pero vano esfuerzo por alejarse de los demonios del pasado, sabiendo que en los próximos días tendría que enfrentarse a ellos de nuevo. Cuatro años antes había hecho las paces con sus hermanos, aprovechando que Federico había necesitado su apoyo. La relación con su madre también mejoró, considerando que Pedro no la culpaba por lo ocurrido y que ella siempre haría cualquier cosa por Horacio. Pero con su padre todo había seguido igual. A Pedro le habría gustado arreglar las cosas, pero el orgullo, la distancia y el paso del tiempo lo hicieron imposible. Tal vez, con un poco de suerte, aquella visita a casa fuera distinta.



Paula daba vueltas por su salón al ritmo del tango que sonaba ensordecedoramente en el equipo estéreo. Giraba y avanzaba con un brazo extendido, la cabeza ladeada y una rosa de plástico entre los dientes. Se había pasado dos horas limpiando el departamento, subiendo el volumen de la música mientras barría, sacaba brillo y pasaba la aspiradora, pero no dejaba de pensar en lo que la aguardaba aquella tarde. Una reunión con su mejor cliente. El cliente que P.C. Designs, su pequeño negocio de diseños virtuales, no podía permitirse perder. El cliente que seguramente pusiera pies en polvorosa en cuanto descubriera la identidad de Paula.

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