viernes, 23 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 33

 –¿Que te parece?


Paula contempló la «Pequeña» escuela de surf de Pedro. Le costaba creer que los planos y las fotos de arquitectura que había usado para la página web se hubieran transformado en aquel complejo situado a escasos metros del mar.


–Es impresionante –dijo, dando una vuelta sobre sí misma en el edificio principal. Las paredes estaban recién encaladas y las puertas, pintadas de azul brillante; el almacén era tres veces más grande que su departamento y a la izquierda de la entrada había una tienda de suministros–. ¿Has diseñado tú todo esto?


–¿Tanto te extraña? –repuso él con una mueca–. No solo soy una cara bonita –se rió–. Vamos, te enseñaré las instalaciones.


La agarró de la mano como si fuera lo más natural del mundo y ella reprimió el impulso de zafarse. Le había dado muchas vueltas a la cabeza después de haber abandonado la playa. La confesión que le había hecho sobre la enfermedad de su madre y el consuelo que había recibido por su parte habían confirmado lo que ya sabía. Estar en su compañía, aunque solo fuera por trabajo, podía derribar el muro que había erigido en torno a su corazón. Las fisuras habían aparecido con los besos y se habían transformado en grietas la noche anterior, cuando Pedro la había abrazado sin decir nada, respetando su necesidad de silencio. No había intentado distraerla con palabras superficiales. Simplemente la había rodeado fuertemente por la cintura y había apoyado la mejilla en su cabeza. En Capri había sido igual. Se había adaptado a los ánimos y deseos de Paula nada más conocerse. Era como si estuviesen hechos el uno para el otro. Ella no creía en el amor a primera vista, ni siquiera en el amor eterno o las almas gemelas. El pragmatismo de su madre y el egoísmo de su padre le habían dejado una visión mucho más realista de los sentimientos. Y sin embargo, la conexión que sintió con Pedro desde el primer momento había desafiado toda lógica. Él siempre se anticipaba a sus necesidades y apetencias, ya fuera un poco más de Chianti, un chal de algodón para el paseo nocturno u otro chapuzón en el mar. Pero lo que más la había impresionado fue su intuición emocional. Había conectado con ella a un nivel que trascendía lo físico y que la hacía sentirse más cómoda de lo que nunca se había sentido con nadie. Podían pasarse horas hablando sobre cualquier tema, anécdotas de la infancia, sueños secretos... Envueltos por una magia invisible que ningún otro hombre le había hecho vivir. 


Todo eso hizo que la ruptura fuera aún más traumática. Las vacaciones llegaron a su fin y con ellas su mágico idilio, y aunque la separación era inevitable y ninguno de los dos había sugerido la posibilidad de continuar, Paula había albergado la esperanza de mantener el contacto. Una parte de ella, incluso, deseaba que algún día pudieran reencontrarse en Melbourne. Pero todas sus ilusiones acabaron por los suelos cuando él le dijo la amarga verdad: No había sido más que una aventura y ella tenía que dejar de construirse castillos en el aire para no espantar a los hombres.

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