miércoles, 21 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 28

No podía claudicar. Sabía muy bien que para Pedro la seducción era algo tan sencillo y natural como pillar una ola. Ella se había dejado embaucar una vez y su decepción había sido mayúscula. Conocía bien aquella sensación. Miguel Chaves se había encargado mejor que nadie de avivar sus esperanzas para luego defraudarla. Tampoco le gustaban nada los destellos de admiración que había advertido en los ojos de Pedro, cuando ella jugaba al ajedrez con Tomás o cuando hacía limonada para Violeta. Él la había mirado de aquella manera en Capri, como si fuera la única mujer de la Tierra, pero Paula no podía arriesgarse otra vez con él. Ya se sentía demasiado frágil y castigada por la enfermedad de su madre. Vivir el presente era una cosa. Exponerte a que le rompieran el corazón era otra. Si había accedido a acompañarlo a la boda era para que hubiese paz entre ellos y así poder acabar con el proyecto cuanto antes. En cuanto a los besos... Mejor no pensar en ellos y en lo viva que la hacían sentirse.


–Sí, Viole es la mejor –corroboró Pedro–. Pero Federico y Tomás... No tanto.


–Tu madre debió de tener mucho trabajo con tres hijos varones.


Pedro se puso visiblemente rígido, como si ella le hubiese hecho una pregunta muy personal en vez de un comentario informal.


–Sí, siempre estaba encima de nosotros.


Paula quería preguntarle por sus padres y por su infancia, pero la expresión de Pedro no invitaba a ello. Estaban cómodamente recostados en sendos sofás, después de que ella hubiese evitado deliberadamente el sofá de dos plazas, en el balcón acristalado con vistas al crepúsculo. El ambiente era propicio para una conversación personal, pero no así la frialdad de Pedro. Y entonces él la sorprendió con una pregunta íntima. O mejor dicho, incómoda.


–¿Quieres tener hijos?


–No estoy segura –rodeó la taza del café con las manos con la esperanza de que su calor derritiera la tenaza de hielo que le oprimía el corazón.


Después de los análisis genéticos, cuando se comprobó que no portaba el gen alterado, pidió ayuda psicológica para controlar las emociones que la desbordaban: Alivio, culpa, felicidad, miedo... Pero durante todos esos años no consiguió erradicar el temor de que los médicos se habían equivocado y que acabaría desarrollando la enfermedad. Niños sanos. Pero ¿Por qué tentar la suerte cuando ya había sufrido bastante?


–¿No se te ha presentado la oportunidad?


Paula miró a Pedro, sorprendida por su interrogatorio.


–Si me preguntas si he tenido alguna relación seria desde Capri, la respuesta es no. De vez en cuando salía con alguien, pero nada más.


Pedro no se inmutó ni apartó la mirada.

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