–Como digas una tontería más sobre la boda, la Navidad o Santa Claus, te voy a hacer tragar esta cera –Pedro Alfonso amenazó con la cera de la tabla de surf a su hermano pequeño, Tomás, quien sonrió tranquilamente y se la arrebató de la mano.
–Resístete todo lo que quieras, hermano, pero estás librando una batalla perdida.
En lo que se refería a su familia, Pedro tenía la sensación de estar librando permanentemente una batalla perdida. A pesar de los avances conseguidos con sus hermanos, Federico y Tomás, la relación con sus padres no había cambiado nada con el paso de los años. Por eso lo ponía de los nervios volver todos los años a casa por Navidad y por eso rara vez se quedaba más de unos pocos días. Aquel año no sería una excepción, por mucho que Tomás se hubiera vuelto un romántico.
–¿Cómo te se ocurre organizar una boda navideña? –le preguntó Pedro mientras clavaba verticalmente la tabla en la arena–. ¿Desde cuándo eres tan cursi?
Los ojos de su hermano destellaron de furia y Pedro se preparó para oír más bobadas sobre su novia.
–Jimena quería casarse en Navidad y no había ningún motivo para retrasar la ceremonia.
Pedro le puso el dedo pulgar en la frente.
–Has perdido el juicio. Lo sabes, ¿Verdad?
–Estamos enamorados.
Enamorados... Como si aquello pudiera ser la excusa para todo. Los Alfonso habían vivido en Torquay, en el sudeste de Australia, desde hacía tres generaciones, y era fácil imaginarse la fiesta que organizarían sus padres para celebrar el enlace. Todo el pueblo acudiría al acontecimiento. Navidad y boda en casa... La combinación perfecta para hacer huir a Pedro en cuanto hubieran cortado la tarta nupcial.
–Eres demasiado joven para casarte –le reprochó a su hermano, quien se había pasado años incordiándolo para que le enseñara a hacer surf.
En los ocho años que Pedro se había pasado fuera de casa, Tomás había dejado de ser un crío flacucho y desgarbado para convertirse en un joven esbelto, atractivo e insufriblemente bondadoso. Solo tenía veintidós años, pero no era extraño que quisiera casarse tan pronto. Tomás era un sentimental y un blando que haría cualquier cosa por su novia, y aunque Jimena parecía una buena chica a Pedro le seguía pareciendo un disparate contraer matrimonio a una edad tan temprana. Con veintidós años se había dedicado a recorrer el mundo, hacer surf en las mejores playas, salir con cuantas mujeres pudiera e intentar olvidar la verdad que le habían ocultado sus padres. Un recuerdo largamente reprimido volvió a brotar desde su subconsciente. Sur de Italia. Capri. Tórridas noches de verano llenas de risas y pasión.
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