miércoles, 7 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 13

Saludó con la cabeza a los rostros familiares de camino a la barra, animándose con cada paso mientras Arturo agitaba las manos y le indicaba su sitio de siempre.


–¿Tienes hambre, querida?


Comer era lo último que le apetecía con el nudo que se le había formado en el estómago, pero si no lo hacía Arturo sabría que le pasaba algo y no tenía ganas de hablar de ello. Lo que quería era sacarse a Pedro de la cabeza.


–¿Puedo tomar el especial?


–Marchando –dijo Arturo con un guiño.


Mientras Arturo preparaba un plato de terracota con pulpo marinado, aceitunas, banderillas, calamares fritos y huevos rellenos de gambas, Paula buscó algún tema de conversación que no tratara del chantajista que en una ocasión le robó el corazón.


–¿Vas a contarme qué te ocurre antes del café o después? –le preguntó Arturo al servirle el plato junto al expresso de siempre.


Ella abrió la boca para desmentirlo, pero al ver la brillante mirada de Arturo supo que no podría engañarlo.


–No es nada, en serio...


Arturo chasqueó la lengua.


–Querida, hace más de siete años que te conozco –se señaló su calva coronilla y las arrugas de la frente–. Puede que me esté haciendo viejo, pero... –se señaló la sien–, mi mente es más certera que la espada de Antonio Banderas en El zorro.


Paula se echó a reír. Si por Arturo fuera, Antonio Banderas sería el presidente de España. Su amigo cruzó los brazos y los apoyó en la barra.


–Sabes que voy a quedarme aquí hasta que me lo cuentes.


–¿Y qué pasa con los clientes?


–Para eso les pago a las camareras –sonrió–. Bueno, ¿Vas a contármelo o voy a tener que emborracharte con mi mejor sangría?


–Nada de sangría. Mañana empiezo a trabajar temprano –le costó resistirse a la tentación, no obstante. Una jarra de la mejor sangría del mundo la ayudaría a olvidar que al día siguiente tenía que acompañar a Pedro a Torquay–. Muy bien –movió algunas aceitunas por el plato antes de dejar el tenedor–. P.C. Designs ha conseguido el mayor encargo de su historia.


Arturo se enderezó y ejecutó un divertido giro flamenco.


–Eso es fantástico. Muy bien hecho, querida.


–Sí. Servirá para pagar las facturas de mamá durante un año, por lo menos.


–¿Cómo está Alejandra?


–Igual que siempre, decidida a afrontar el futuro con valor y entusiasmo –algo que a Paula le costaba hacer cada vez más cuando iba a visitarla. 


Mientras Alejandra se relajaba en su silla de ruedas como si fuera su butaca favorita, a Paula se le encogía el corazón al advertir un temblor en sus manos, un fallo en el habla o un atisbo de somnolencia. Ya no podía relajarse en presencia de su madre. El esfuerzo que le suponía ocultar su angustia le atenazaba la garganta y la dejaba extenuada al final de cada visita. Quería pasar con ella todo el tiempo posible, pero aquella horrible enfermedad no solo estaba causando estragos en su madre. Arturo le dió una palmadita en la mano.


–Salúdala de mi parte la próxima vez que vayas a verla.


–Lo haré.


No hay comentarios:

Publicar un comentario