Corrección, después de cómo él había acabado las cosas entre ellos. Federico lo apuntó con la cerveza.
–Dice mucho que sea ella la primera mujer que te traes a casa.
–Es conveniente para el trabajo, nada más.
–Claro, claro...
Paula tuvo que elegir aquel momento para entrar por la puerta trasera, con las mejillas rosadas y el pelo alborotado por el viento.
–Oye, Pedro, hay un coche estacionado... –se calló al ver a Federico, pero enseguida avanzó hacia él con la mano extendida–. Tú pareces una versión mejorada de Pedro, así que también debes de ser un Alfonso.
Federico se echó a reír y le estrechó la mano.
–Me gusta –le dijo a Pedro, quien la lanzó una mirada asesina.
–Paula, te presento a Federico, mi hermano mayor.
Una sonrisa juguetona curvó los labios de Paula mientras miraba a Federico. Pedro sintió una dolorosa punzada en el pecho. A él no le había sonreído así desde que llegaron a Torquay.
–Encantada de conocerte.
–Ven a conocer a mi hija... y a Tomás, el novio.
–¿Tienes una hija? Eso es genial –Paula lo acompañó al salón y Pedro los siguió, cada vez más contrariado.
Pero lo peor fue cuando Violeta se lanzó a los brazos de Paula para abrazarla efusiva y espontáneamente, como a Pedro le habría gustado que hiciera con él al abrirle la puerta. Callie siguió comportándose con toda naturalidad y saludó a Tomás, cuya bobalicona sonrisa era semejante a la de Federico. Magnífico. Dos Alfonso rendidos a sus pies. O tres, si se contaba a él mismo. Por mucho que intentara negarlo, Paula ejercía una fascinación imborrable en los hombres. Apartó la mirada de la cautivadora escena de Paula riéndose con Violeta y se encontró con la mueca satisfecha de Federico.
–Dime, ¿Cómo es posible que una mujer tan increíble estuviera con un idiota como tú? ¿Y cómo pudiste dejarla escapar?
«Estuviera»... Ya no lo estaba. Su hermano había acertado al hablar en pasado, y eso lo irritaba aún más.
–Olvídame –masculló en voz baja, lo que hizo sonreír más a Federico.
–Sabes que no me creo toda esa basura romántica después de lo que me hizo Martina, pero ¿Te has parado a pensar que este reencuentro quizá signifique algo?
Pedro miró con asombro a su hermano. Federico había renunciado a sus sueños por Martina, una fanática del surf que se quedó embarazada a propósito para cazarlo. Él abandonó su carrera de surfista para casarse con ella, quedarse en Torquay y criar a Violeta. Un año después Martina lo abandonó, dejándolo con una niña pequeña y un profundo resentimiento.
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