lunes, 19 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 21

 –Huele muy bien –dijo ella, sentándose junto a él en la manta–. Pero dijiste que no íbamos a sentarnos.


–Un simple detalle sin importancia –empujó el recipiente hacia ella–. Come.


Los dos dieron buena cuenta de la comida en un agradable silencio. Pedro no había pretendido que fuese un almuerzo romántico, pero se respiraba una confortable intimidad por el pasado que habían compartido. A él lo sorprendió aquel ambiente tan relajado después de que Paula se mostrara tan reticente para acompañarlo, y pensó que era el momento propicio para soltar la bomba.


–Tengo que pedirte un favor.


Paula se lamió la sal de los dedos... Un gesto inofensivo e inocente que, sin embargo, a Pedro le provocó una incómoda reacción en la entrepierna.


–¿De qué se trata?


Ahora o nunca.


–Mi hermano menor, Tomás, se casa en Navidad y me gustaría que me acompañaras a su boda.


Ella lo miró boquiabierta y con los ojos muy abiertos.


–¿Me estás pidiendo que sea tu pareja? –por la forma en que lo dijo parecía que Pedro le hubiera pedido que nadara desnuda entre tiburones hambrientos.


–No vamos a volver hasta Navidad, y no tiene sentido que pases sola la Nochebuena. Por eso pensé que a lo mejor te gustaría asistir a la fiesta.


–No tengo nada que ponerme –espetó ella con una mueca de espanto.


–Hay un par de tiendas en el pueblo, aunque será una fiesta bastante informal.


–Veo que has pensado en todo, ¿No? –entornó amenazadoramente la mirada–. ¿Por qué no me lo preguntaste antes de venir?


–Porque sabía que entonces no vendrías.


Paula apretó con fuerza la lata de refresco que tenía en la mano, haciéndola crujir.


–¿La campaña promocional solo era una excusa?


–Claro que no. Necesito promocionar mi escuela de surf y tú eres la persona indicada para ello –probó a sonreír–. Pero se me ocurrió que podríamos matar dos pájaros de un tiro.


–Yo sí que podría matarte a tí –masculló ella. Dejó la lata en la arena y juntó las rodillas al pecho–. No me gusta que me traten como si fuera tonta.


–Sabes muy bien que no es así.


Ella apoyó la mejilla en las rodillas y lo miró de reojo.


–¿Cómo voy a saberlo? Hace ocho años que no te veo.


Pedro se acercó y le pasó un brazo por los hombros, sorprendiéndose cuando ella no intentó apartarlo.

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