–No paso mucho tiempo por aquí... Me siento como un extraño – lo dijo en voz tan baja que Paula tuvo que inclinarse para oírlo. La tristeza que subyacía en sus palabras le desgarró el corazón–. Es culpa mía, no suya –añadió mientras le apretaba fuertemente la mano, como si no quisiera dejarla marchar–. Desde que empecé a competir en el surf, esta dejó de ser mi casa.
El silencio se alargó mientras Paula buscaba algo que decir.
–Llevan una vida muy diferente. Puede que te sientas así porque apenas tenéis nada en común.
–No es eso –rechazó él, apartando la mirada de su familia para fijarla en ella–. Me ocultaron algo... Y eso lo cambió todo.
Por su expresión parecía ser más grave de lo que Paula había pensado. Ella quería respuestas, pero no causarle tanto dolor a Pedro.
–¿Qué ocurrió?
Él respiró profundamente y dejó escapar el aire en una prolongada espiración.
–Mi padre tuvo cáncer de próstata, y durante un año y medio nadie me dijo nada.
La revelación dejó aturdida a Paula, quien no podía imaginarse lo traicionada que se habría sentido si su madre le hubiese ocultado la verdad sobre su enfermedad. Y en aquel momento lo comprendió todo: El distanciamiento de Pedro con su familia y su reticencia a intimar con las personas.
–Lo siento mucho –le dió un abrazo a falta de palabras para expresar lo que sentía.
–Fue muy desagradable... Al parecer, le diagnosticaron el cáncer cuando yo estaba iniciando mi carrera profesional. Un par de años antes de que tú y yo nos conociéramos –volvió a mirar a su familia–. No querían preocuparme con una situación que me superaba y esperaron hasta que mi padre estuvo fuera de peligro para contármelo, de manera que no me viese obligado a abandonar mis proyectos –se pasó una mano por el pelo–. ¿Tan superficial me consideraban?
Paula le puso la mano en la barbilla para obligarlo a mirarla.
–No los juzgues tan duramente. Yo me he encontrado en la misma situación que ellos, esperando los resultados médicos sin poder hacer nada. La frustración es tan grande que te carcome por dentro –lo soltó, sorprendida por la vehemencia de su respuesta–. Sé cómo debiste de sentirte, pero ¿Nunca se te ha ocurrido que si lo hicieron fue porque te quieren?
La confusión nubló los ojos de Pedro.
–En Capri me dijiste que tu sueño siempre había sido convertirte en el mejor surfista del mundo. Querías sentirte realizado en la vida y no encerrar tus ilusiones en este pequeño pueblo –lo agarró de los brazos y lo sacudió ligeramente–. Lo deseabas con tanta fuerza que yo te envidiaba por esa inquebrantable convicción. Y si yo supe verlo en una semana, ¿No crees que tu familia debía de saber lo mucho que significaba ese sueño para tí?
Él abrió la boca para responder, pero ella le puso un dedo en los labios.
–Piensa en ello. Si hubieras sabido la verdad y lo hubieras abandonado todo para estar con tu padre, ¿No habrías acabado resentido con tu familia?
–Por supuesto que no. Habría estado aquí con ellos, apoyándolos.
Paula negó con la cabeza.
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