viernes, 2 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 3

Pedro Alfonso no creía en el compromiso ni las relaciones serias. Así de claro lo había dejado en la isla italiana de Capri, ocho años atrás. ¿Cuál sería su reacción al descubrir que le había encargado su campaña a una mujer a la que había dejado por intimar más de la cuenta? Paula se dió con el dedo del pie contra la mesa de hierro forjado. Masculló en voz alta y le dió otra patada a la pata para desahogarse. Estaba furiosa consigo misma por no haberse enfrentado antes a la situación. ¿Qué esperaba? ¿No volver a cruzarse con Pedro nunca más? Sí, justamente eso. 


Habían pasado tres años desde que le ofreciera sus servicios por Internet a Torquay Tan, sin saber que el boyante negocio era propiedad de aquel surfista de fama mundial. Y la sorpresa fue doble cuando descubrió que el seductor tranquilo y despreocupado al que había conocido años antes en Capri tenía el talento empresarial necesario para convertirse en un próspero hombre de negocios. Al parecer, el hombre por el que se había enamorado como una tonta estaba lleno de sorpresas. En esos momentos se le presentaba la mayor oportunidad de su carrera profesional: promocionar la escuela de surf de Pedro en Torquay. Pero para hacerlo tenía que encontrarse en persona con él. No podía permitirse perder aquel encargo. Necesitaba el dinero desesperadamente. No solo por ella, sino también por su madre. La música seguía sonando a todo volumen, llenándole la cabeza de recuerdos y el corazón, de anhelo. Le encantaba la música latinoamericana... Su ritmo, sus canciones, la pasión y sensualidad que transmitían sus voces y letras. Le recordaban un tiempo idílico en el que bailaba toda la noche bajo las estrellas, en las playas de Capri. Un tiempo en que se mantenía a base de pasta y Chianti y de las palabras que le susurraba su primer amor. Pedro. La música pareció apagarse, ahogada por el sentimentalismo que invadía su sentido común. No podía malgastar el tiempo en recuerdos. Él podía haber sido el primero, pero no el único sueño al que había renunciado. Presenciar el infierno que vivía su madre había echado por tierra sus ilusiones. Ella se parecía más a su padre, por cuyas venas corría la fogosa sangre italiana y con quien compartía un optimismo idealista, una impulsividad desatada y un gusto desmedido por la comida, la moda y la seducción. A Paula le habían parecido unas cualidades admirables, hasta que descubrió de primera mano la otra cara de la moneda. El egoísmo de su padre tampoco conocía límites. Renunció a la idea de ser como su padre y se cerró en banda al amor y la pasión descontrolada. Sí salía de vez en cuando con hombres, y le gustaba hacerlo, pero sin dejar que ninguno se le acercara demasiado. Al menos, tanto como se había acercado Pedro.


–Maldito seas, Pedro Alfonso–masculló mientras le daba una tercera patada a la mesa.


La limpieza doméstica tal vez no la hubiera ayudado a desahogarse, pero de todos modos se preparó concienzudamente para la reunión. Un impecable traje de negocios, el pelo recogido en un moño y un maquillaje inmaculado le demostrarían al surfista que ya no ejercía ningún hechizo sobre ella. Al menos, no mucho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario