lunes, 19 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 24

La niña frunció el ceño, pero el brillo de curiosidad en sus ojos inocentes y confiados conmocionó a Pedro. Era imposible ocultarse mucho tiempo de aquellos ojos. Lo veían y se daban cuenta de todo, como el hecho de que se estuviera comportando como un imbécil al no invitar a sus hermanos. Abrió los brazos y vió la indecisión en su rostro antes de separarse lentamente de las piernas de Federico. Se quedó inmóvil, dudando, y a Pedro lo invadió la tristeza. No debería ser así. Su propia sobrina tratándolo como si fuera un extraño. Y lo peor era que él lo había provocado con su estúpido orgullo. Esperó, observando a Violeta, intentando hacerle ver lo mucho que deseaba su abrazo. Tras otro interminable segundo, la niña se arrojó finalmente a sus brazos y soltó un profundo suspiro de alivio.


–¿Dónde has estado? –le preguntó ella al soltarlo y echarse hacia atrás–. Ya nunca vienes a verme.


Pedro se encogió de vergüenza y buscó alguna respuesta que no sonara a excusa patética, pero Federico se le adelantó.


–Ya sabes que tu tío viaja mucho, cariño. Tenemos suerte de poder verlo cuando tiene tiempo.


El comentario mordaz de Federico fue como un mazazo.


–Al menos siempre me trae un regalo –dijo Violeta, y pasó corriendo junto a él para dirigirse hacia el tablero de ajedrez de la esquina.


–Compórtate, Viole –la reprendió su padre. 


Entró tras ella y miró a su alrededor en busca de Paula.


–No has podido mantener la boca cerrada, ¿Eh? –le reprochó Pedro a Tomás–. Cuando estuvimos haciendo surf el otro día me dijiste que mantendrías los labios sellados.


Su hermano menor sonrió.


–Fede me amenazó con darme una paliza, y como él está en casa mucho más que tú, no me quedó más remedio que ceder. Genial, otra referencia a su absentismo.


–¿Dónde está? –quiso saber Federico, metiéndose las manos en los bolsillos.


–¿Quién?


–La mujer misteriosa, naturalmente. Cada vez que vienes a casa para tu visita navideña obligatoria, tu acompañante de turno se queda en el pueblo. El hecho de que se aloje aquí resulta, cuanto menos, sospechoso. Queremos cerciorarnos de que no sea un bicho raro con dos cabezas, ya que hay que estar bastante loca para vivir contigo.


El sarcasmo de su hermano ayudó a aliviar la tensión.


–¿Una cerveza?


–Claro.


Pedro no quería que se quedaran lo suficiente para conocer a Paula, quien había salido a dar un paseo por la playa para despejarse después de una maratoniana mañana de trabajo. Pero Federico tenía razón: Ya apenas veía a sus hermanos, y aunque estos habían sido cómplices en la decisión para mantener la verdad en secreto, echaba de menos su antigua camaradería.


–Cada año traigo una mujer a casa. Esta no es diferente al resto –el corazón le dio una sacudida por la flagrante mentira.


–¿Quieres decir que has dejado que una muñeca de plástico, más falsa que Judas y delgada como un palillo, comparta tu escondrijo? –preguntó Federico con sorna–. No me lo creo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario