lunes, 12 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 20

No debió de ser muy convincente, porque él volvió a atacar.


–Pero una vez que hayamos resuelto el trabajo... ¿Quién sabe lo que podrá pasar?


Paula puso una mueca y no se dignó a responder, pero la risa de Pedro la acompañó hasta su habitación. Necesitaba espacio, tiempo y recordarse a sí misma por qué era tan mala idea trabajar con un seductor errante. Porque, en aquel momento, corría el peligro de olvidarlo. 


Después de lo que había sufrido con su familia, Pedro no toleraba la hipocresía ni la falsedad. Tenía que contarle la verdad a Paula y explicarle lo que realmente esperaba de ella para la boda de su hermano. Hacía tres horas que habían llegado y se había encerrado en su habitación con el pretexto de deshacer el equipaje y trabajar un poco con el ordenador portátil. Pero él sabía cuál era la verdadera razón. El beso en el coche tal vez hubiera sido una demostración, pero a lo largo del camino se había transformado en algo más para ambos. Estaba tan furioso por la frialdad de Paula que había buscado la chispa oculta... Y la había encontrado. Pero también había encontrado la suya propia, y su sorpresa no podía ser mayor. Le había pedido que la acompañara a Torquay por el trabajo y por la boda. Nada más. Sin embargo, una pasión latente ardía entre ellos... Esperando a ser liberada. Y si eso ocurría todo se complicaría. Lo mejor era dar un paso atrás y simplificar las cosas, empezando por confesarle el verdadero motivo de su estancia. Llamó un par de veces a la puerta de su habitación.


–La comida está lista.


La puerta se abrió mínimamente y Paula asomó la cabeza. ¿Pensaría acaso que él querría violarla allí mismo si le dejaba ver su cama? Bien pensando, no estaría mal...


–¿Puedo comer en otro momento?


Pedro suspiró.


–Necesito que mi gerente de marketing esté en plena forma, y eso significa no saltarse ninguna comida... Por muy desagradable que te resulte mi compañía.


–No es eso –dijo ella, poniéndose colorada–. Acostumbro a tomar algo de picar en la oficina de vez en cuando y no me siento a comer muy a menudo.


–Por suerte para tí no vamos a sentarnos –la agarró de la mano y tiró con fuerza para vencer su resistencia–. Solo vamos a tomar pescado con patatas fritas en la playa. Podrás volver a tu ordenador en media hora.


La expresión de Paula se suavizó.


–Dame cinco minutos y nos vemos fuera.


–¿Es una artimaña para que te suelte la mano y puedas salir corriendo?


Paula dejó escapar una risita.


–Es una artimaña para ir al cuarto de baño. No tengo intención de escapar, te lo prometo.


–En ese caso, te espero abajo –le apretó la mano antes de soltarla–. Pero si tardas más de cinco minutos me quedaré con el mejor trozo de pescado.


–Hecho.


Por suerte solo lo tuvo esperando tres minutos. Pedro apenas tuvo tiempo para extender la manta sobre la arena antes de que ella llegase corriendo a la playa. Ahogó un gemido de admiración al verla con el pelo recogido a la nuca y se puso a desenvolver el pescado a la parrilla, las patatas fritas, la sal y las rodajas de limón. Si no ocupaba las manos en algo no podría resistir la acuciante necesidad de estrecharla en sus brazos.

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