miércoles, 7 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 14

Aquella era otra de sus preocupaciones. Durante los próximos días tendría que dedicarse por entero a la campaña de Pedro, lo que le impediría visitar a su madre con frecuencia la semana previa a la Navidad. O eso o hacer largos trayectos de ida y vuelta desde el pueblo costero. Pedro le preguntaría por qué tenía que visitar a su madre tan a menudo, y ella no quería darle explicaciones de su vida privada. No cuando su relación era estrictamente profesional.


–Y si has encontrado solución a tus problemas económicos, ¿Por qué tienes esa cara? –quiso saber Arturo, frunciendo exageradamente el ceño.


–Porque las soluciones más simples suelen ocultar otros enredos y complicaciones.


–Explícate.


–El dueño de la empresa que me ha contratado es un viejo amigo.


–¿Un antiguo amor, tal vez?


¿Había llegado a amar a Pedro? Tras la amarga separación, y en los meses que siguieron a su regreso a Melbourne, muchas veces se había preguntado si el vacío que se le quedó en el corazón, el constante nudo que le oprimía el estómago y el ansia por subirse a un avión y seguirlo por las playas del mundo era amor. A punto estuvo de hacerlo una vez, cuando vio su nombre en un artículo de Hawái. Se puso a buscar vuelos por internet e incluso llegó a reservar uno, pero cuando se disponía a hacer clic en la opción de pago, se quedó pensando durante un angustioso minuto en la dolorosa separación y al final cerró la página sin comprar nada. Aquel momento supuso el punto de inflexión. Desde entonces comenzó a trabajar a un ritmo frenético para llegar sin fuerzas al final de la jornada y caer rendida en la cama. Cuatro semanas después le diagnosticaron la enfermedad a su madre, lo que hizo que se olvidara, relativamente, de Pedro. Y allí estaba de nuevo, irrumpiendo en su vida, tan seguro, atractivo y peligrosamente seductor como siempre. Era imposible olvidar la pasión que habían compartido. La chispa podría prender en cualquier momento... Más le valdría meter el extintor en la maleta por si acaso.


–No hace falta que respondas –le dijo Arturo–. Llevas escrito en la cara lo que sientes por él.


–No siento nada por él.


Arturo sonrió y fue a atender a un cliente sediento de sangría.


A Paula le habría gustado tomarse una o dos jarras cuando el grupo de flamenco empezó a tocar, pero tenía cosas más importantes que hacer. Como visitar a su madre. A Alejandra no le gustaba nada escuchar sus quejas y lamentos, por lo que esos días habían acordado limitar las visitas a dos veces por semana. Los médicos le habían dado a Alejandra tres años, pero no se imaginaban qué clase de mujer era Alejandra Chaves. Había sobrevivido siete, y aunque los temblores iban en aumento sus ojos seguían vivos y llenos de determinación.


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