lunes, 26 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 38

Él se rió, se puso en pie y estiró la espalda.


–Solo estoy intentando que te relajes... Así te será más fácil guardar el equilibrio en la tabla.


–Estoy relajada.


Dió un paso adelante y tropezó con el cable elástico. Él la agarró rápidamente, y el contacto de su mano le provocó una llamarada por todo el cuerpo a pesar de la goma sintética que la revestía.


–¿Estás bien?


Sintió como se ponía colorada.


–Empecemos de una vez.


Pedro la miró dubitativo, pero su rostro se endureció con determinación y Paula se preguntó si sería la misma cara que ponía antes de competir. Si así fuera no era extraño que hubiese ganado cinco veces el campeonato del mundo.


–Tenemos suerte –dijo él, señalando el mar–. Las olas son de buen tamaño y forma para surfear. Hoy nos concentraremos en los aspectos básicos a ver si podemos pillar una o dos olas.


Lo básico le sonaba bien a Paula, pues no implicaría tubos ni bajar por la pared de una ola gigante.


–Yo ejecutaré los movimientos y tú los imitas, ¿De acuerdo?


Ella asintió y él se tumbó en su tabla, ofreciéndole una suculenta imagen del trasero moldeado por el neopreno.


–En esta posición se rema.


Entendido, pensó ella. Remar... Trasero...


–¿Paula, vas a imitarme o qué?


Paula gruñó con irritación y se tumbó en su tabla para imitar las brazadas.


–Muy bien. Lo siguiente es el pop-up, que significa ponerse en pie –hizo una demostración levantándose en un rápido salto–. Y conservar el equilibrio.


Extendió los brazos a los lados, adoptando una postura tan natural como si la tabla fuese una prolongación de sus pies.


–Ahora tú.


Ella lo intentó una y otra vez hasta que los brazos, rodillas y espalda le dolieron tanto como su maltrecho orgullo. Afortunadamente Pedro era un buen profesor, muy paciente y comprensivo con sus fallos, crítico cuando debía serlo y halagador cuando se lo merecía. Finalmente consideró que estaba preparada para meterse en el agua... Donde empezaba la verdadera diversión.


–No te preocupes si no puedes superar el rompiente –le dijo él, remando a su lado.


–¿Qué? –preguntó ella sin entender, concentrada en mantener la barriga pegada a la tabla para no resbalar.


–Es cuando un surfista no puede superar el rompiente de las olas para alcanzar la parte más tranquila del mar, donde empezar a surfear.


–De acuerdo –intentó hacer el saludo surfista y a punto estuvo de caer al agua.


–Si no lo consigues, puedes hacer el pato, que es sumergirse bajo una ola para evitar su rompiente, pero es más fácil volver a la orilla e intentarlo más tarde.


Ella asintió, sabiendo que no volvería a intentarlo. Ya había adquirido la suficiente experiencia, en su opinión, para moderar los foros de la página web. Deslizarse por una ola no le brindaría más que una descarga puntual de adrenalina.


–Sígueme.

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