¿Qué podría haber apagado la chispa?
–¿Sigues viajando ligera de equipaje? –le preguntó él, extendiendo la mano hacia su bolsa de viaje.
Ella la arrojó en el asiento trasero sin decir nada.
–Está bien, como quieras... Parece que será un viaje muy largo.
Alcanzó a ver un atisbo de remordimiento mientras ocupaba su asiento con la espalda muy rígida y los brazos cruzados, dando a entender que no quería estar allí. Y mucho menos cerca de él.
–Sabes que hay una hora y media hasta Torquay, ¿No? –le dijo mientras arrancaba el motor y se internaba en el tráfico.
–Sí –lo miró fugazmente tras las gafas de sol Audrey Hepburn que le cubrían la mitad del rostro.
–¿Y piensas llevar esa cara todo el viaje? ¿Voy a tener que recurrir al veo-veo para arrancarte una sonrisa?
–Estoy aquí por trabajo.
–Tonterías –con un brusco volantazo se metió en una bocacalle, ganándose los bocinazos de los demás conductores.
–¿Pero qué...? –empezó a preguntar ella cuando detuvo el coche.
Él no le dió tiempo a acabar y la besó con toda la frustración contenida. Al principio ella se resistió, pero Pedro no desistió. Si bien lo había hecho para demostrarle algo, en cuanto sus labios entraron en contacto recordó, con todo detalle, cómo eran sus besos. Y quería más. Movió la boca sobre la suya, ligera y provocativamente, acuciándola a rendirse y aceptar la evidencia. Ella permaneció con los labios apretados... Hasta que él le acarició la nuca y deslizó la mano entre sus cabellos para acariciarle el cuero cabelludo como sabía que tanto le gustaba. Oyó un pequeño gemido de protesta y supo que se había rendido cuando ella le puso la mano en el pecho y le dió un tímido empujón. Un segundo después sus labios se relajaron y él aprovechó para introducirle la lengua en la boca, desafiándola a que lo rechazara completamente seguro de que no lo haría. Se besaron como un par de adolescentes en el coche durante unos largos segundos, y cuando Pedro se retiró vió algo que lo impactó con más fuerza que una ola de tres metros. Su Paula había vuelto. Los ojos le ardían, tenía curvados sus apetitosos labios y su rostro resplandecía como él recordaba. Era lo que Pedro quería, pero no había contado con la reacción de su cuerpo. Ser vapuleado por las olas era más fácil que enfrentarse a aquella imagen. Pero mientras él buscaba algo que decir, ella volvió a cerrarse y un ceño fruncido ensombreció su radiante expresión.
–¿Contento de haber robado un beso por los viejos tiempos? ¿Querías demostrar algo?
Él sacudió la cabeza, aún aturdido por su reacción. Aquel beso no debería haber significado nada...
–Solo quería poner en evidencia lo que has dicho sobre el trabajo.
Ella arqueó una de sus elegantes cejas.
–¿Y pensabas que bastaría con un simple beso?
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