lunes, 26 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 36

Tragó saliva y rezó por que no le pidiera una respuesta, porque el nudo de la garganta le impedía hablar. El corazón le latía frenéticamente y la sangre le hervía en las venas. El calor la sofocaba, le impedía respirar y lo único que podía pensar era que Pedro dejara la tabla, le arrancara la ropa y la poseyera allí mismo, en el suelo del almacén...


–La parte trasera es la popa o cola, la punta delantera la proa, y los bordes laterales son los cantos –guió la mano hacia el centro–. La superficie cóncava de la proa a la popa es el rocker.


Movió la tabla de lado a lado y Paula a punto estuvo de gemir. Debió de emitir algún sonido delatador, no obstante, porque él la abrazó por detrás al instante. Sintió su calor y su fuerza viril, sintió cuánto la deseaba, y sintió la imperiosa necesidad de olvidarlo todo y abandonarse al delirio. Igual que hizo la noche en que se conocieron, cuando él la sedujo y se la llevó a la cama bajo la resplandeciente luna de Capri. ¿Quería repetir la misma locura? Su mente se debatía entre el deseo y la razón, pero su cuerpo respondió por sí solo y se apretó contra él. Sintió como la apretaba con los brazos y oyó su gemido ahogado. No supo cuánto tiempo permanecieron así, suspendidos en el tiempo y el espacio, y si no hubiera sido por el pitido de su móvil, alertando de un mensaje entrante, cualquier cosa podría haber ocurrido.


–Será mejor que lo vea, por si se trata de mi madre –dijo. 


Él la soltó y Paula lamentó perder el calor que la envolvía mientras intentaba sostener la tabla.


–Te veré fuera cuando acabes –repuso él con una voz ronca y cargada de la misma pasión que ardía en las venas de Paula. 


Agarró las tablas como si no pesaran más que una pluma y se marchó.



Paula suspiró con pesar, sacudió la cabeza para despejarse y sacó el móvil del bolsillo. Tenía un mensaje de un cliente. Nada urgente. Podría haber esperado un poco más... Sintió el acuciante deseo de salir corriendo tras Pedro y acabar lo que habían empezado, pero lo que hizo fue dirigirse a los vestuarios. Cuanto antes se alejara de aquel sexy surfista, mejor.



Pedro clavó las tablas en la arena y corrió hacia el agua. Solo el mar podía despejarlo y enfriar su ardiente deseo. Había estado muy cerca de ceder a la tentación de poseer otra vez a Paula y comprobar si la pasión seguía siendo tan salvaje como la recordaba, aunque estaba convencido de ello. Todo se volvía más intenso e irresistible cada día. Hasta las cosas más triviales, como verla recogiéndose el pelo o tomando notas, resucitaban los recuerdos del pasado y lo catapultaban a un tiempo en el que no había responsabilidades ni dificultades de ningún tipo. Un tiempo en el que eran libres para abandonarse a la pasión y el deseo. Un tiempo que él había arruinado deliberadamente, igual que había hecho al descubrir que su familia le ocultaba la verdad sobre su padre... Como si no fuera lo bastante digno para ellos.

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