viernes, 30 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 50

Los azules ojos de la niña se entornaron en una mueca de reproche.


–¿Seguro que vendrás a la boda?


–Segurísimo.


Violeta no pareció muy convencida, y por un momento Pedro temió que fuera a darle una patada en la espinilla por todas las veces que la había defraudado.


–Está bien –aceptó, pero no lo soltó y siguió mirándolo con recelo.


No lo creía. Paula tenía razón. Debía dejar de pensar tanto y empezar a hacer algo.


–Oye, Viole, ya sé que hay mucho jaleo por aquí, con la boda del tío Tomi y todo eso, pero si a tu padre le parece bien podría llevarte mañana a hacer surf.


Su sobrina lo miró boquiabierta unos segundos, antes de esbozar una sonrisa de oreja a oreja. Soltó un chillido tan fuerte que atrajo las miradas de todos los invitados y echó a correr hacia Federico.


–¡El tío Pedro me va a llevar a hacer surf! –gritó con tanta fuerza que debieron de oírla hasta en Melbourne–. ¡Sí, sí, sí!


Toda la familia miró a Pedro. La advertencia era clara en los ojos de Federico: «Ni se te ocurra volver a fallarle a mi hija». Tomás le hizo un gesto de aprobación con el pulgar hacia arriba. Su madre le sonreía con cariño y esperanza. Y su padre asintió brevemente con la cabeza antes de apartar la mirada, incapaz de mirarlo a los ojos. Pero en aquella ocasión Pedro lo obligaría a mirarlo a los ojos. Si la escuela de surf no le demostraba a su padre que era un hombre digno y responsable, se lo haría ver de todas formas. Aquel no era el momento para exigirle respuestas, pero antes de marcharse de Torquay descubriría la verdad que se ocultaba tras el dolor. Al invitar a Violeta a hacer surf, había pensado que pasarían un rato de agradable compañía del que saldría reforzado el deteriorado vínculo entre su sobrina y él. Lo que no se imaginaba era que todo el clan de los Alfonso bajaría a la playa para un improvisado almuerzo en la arena. A Violeta le encantaba la atención y el jolgorio, pero a él... No tanto. Cuando vió a Tomás darle un codazo a su padre y reírse con él, se reafirmó en su decisión de olvidar el pasado y seguir adelante. Le dolía haber estado ausente cuando su padre más lo necesitaba, y aún le dolía más haberse alejado de su familia por culpa de su maldito orgullo.


–¡No me estás mirando! –el grito acusador de Violeta lo devolvió al presente.


–Claro que sí, renacuajo. Vamos a ver cómo te pones de pie...



Violeta se levantó con agilidad en la tabla y extendió los brazos con una ancha sonrisa, y la tensión que siempre dominaba a Pedro en presencia de su familia se alivió considerablemente. Había perdido mucho tiempo lamiéndose las viejas heridas cuando podría haber disfrutado más de su pequeña sobrina. Pero eso se había acabado. No volvería a desaprovechar lo que tenía.


Has Vuelto A Mí: Capítulo 49

 –¿Me estás diciendo que el hombre independiente y decidido que conocí en Capri habría abandonado sus sueños de buena gana para quedarse en Torquay?


Él volvió a fruncir el ceño.


–La decisión me correspondía tomarla a mí, pero ellos no me dejaron elegir.


Paula le puso una mano en la mejilla, conmovida por su dolor.


–Tu familia te quiere, Pedro, y tu padre está bien. Eso es lo único que importa. No pierdas el tiempo lamentándote por el pasado. La vida es muy corta...


Un brillo de optimismo apareció en los turbados ojos de Pedro.


–¿Por eso me has dado una segunda oportunidad?


Su pregunta sorprendió a Paula. Sin darle tiempo a responder, él la abrazó por la cintura y pegó la frente a la suya.


–Siento la forma en que acabó todo.


A Paula se le detuvo el corazón. Había muchas cosas que quería decir, y muchas más que quería preguntar, pero la familia de Pedro se disponía a empezar los discursos y los estaban esperando. El resto tendría que esperar, aunque al menos había conseguido que él empezara a abrirse.


–Yo también lo siento –dijo–. Y ahora, ¿Qué te parece si vamos a escuchar los discursos? Cuanto antes acabemos, antes podremos largarnos de aquí.


–Me gusta tu manera de pensar –corroboró él, dándole un rápidobeso en los labios.



A Pedro se le retorció el estómago igual que cuando comió más jalapeños de la cuenta en México. Pero en aquella ocasión no podría resolverlo con poco de bicarbonato. Aquello era lo que pasaba cuando se abría el baúl de las emociones y los recuerdos reprimidos. Nunca le había hablado a nadie de la enfermedad de su padre, pero la sugerencia de Paula sobre los posibles motivos de su familia había mitigado de algún modo parte de su dolor. Tal vez fuera el momento de tragarse el orgullo y empezar a tender puentes...


–Ven conmigo –apretó la mano de Paula y sintió otro nudo en el estómago cuando ella le sonrió.


Pero aquella sensación no tenía nada que ver con los viejos rencores y sí mucho que ver con una nuevacerteza. La certeza de que Paula significaba mucho más para él de lo que quería admitir.


–Claro... Aunque no quiero escuchar más anécdotas de cómo escandalizabais al pueblo cuando eran niños y corrían desnudos porlas calles.


–No parece que te importe verme desnudo ahora... –repuso él en voz baja y deliciosamente sensual.


–Supongo que me llevas a despedirme de tu familia, ¿No?


–Supones bien... Cuanto antes pueda desnudarte, mejor –le susurró al oído.


Paula se puso roja como un tomate. En aquel momento Violeta llegó corriendo y se lanzó contra las piernas de Pedro.


–Hola, Viole, ¿Dónde es el fuego?


–¡No quiero que te vayas! –le suplicó la niña.


Paula, tan intuitiva como siempre, le soltó la mano para que pudiera agacharse a la altura de Violeta.


–Solo me voy a casa, Viole.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 48

 –No paso mucho tiempo por aquí... Me siento como un extraño – lo dijo en voz tan baja que Paula tuvo que inclinarse para oírlo. La tristeza que subyacía en sus palabras le desgarró el corazón–. Es culpa mía, no suya –añadió mientras le apretaba fuertemente la mano, como si no quisiera dejarla marchar–. Desde que empecé a competir en el surf, esta dejó de ser mi casa.


El silencio se alargó mientras Paula buscaba algo que decir.


–Llevan una vida muy diferente. Puede que te sientas así porque apenas tenéis nada en común.


–No es eso –rechazó él, apartando la mirada de su familia para fijarla en ella–. Me ocultaron algo... Y eso lo cambió todo.


Por su expresión parecía ser más grave de lo que Paula había pensado. Ella quería respuestas, pero no causarle tanto dolor a Pedro.


–¿Qué ocurrió?


Él respiró profundamente y dejó escapar el aire en una prolongada espiración.


–Mi padre tuvo cáncer de próstata, y durante un año y medio nadie me dijo nada.


La revelación dejó aturdida a Paula, quien no podía imaginarse lo traicionada que se habría sentido si su madre le hubiese ocultado la verdad sobre su enfermedad. Y en aquel momento lo comprendió todo: El distanciamiento de Pedro con su familia y su reticencia a intimar con las personas.


–Lo siento mucho –le dió un abrazo a falta de palabras para expresar lo que sentía.


–Fue muy desagradable... Al parecer, le diagnosticaron el cáncer cuando yo estaba iniciando mi carrera profesional. Un par de años antes de que tú y yo nos conociéramos –volvió a mirar a su familia–. No querían preocuparme con una situación que me superaba y esperaron hasta que mi padre estuvo fuera de peligro para contármelo, de manera que no me viese obligado a abandonar mis proyectos –se pasó una mano por el pelo–. ¿Tan superficial me consideraban?


Paula le puso la mano en la barbilla para obligarlo a mirarla.


–No los juzgues tan duramente. Yo me he encontrado en la misma situación que ellos, esperando los resultados médicos sin poder hacer nada. La frustración es tan grande que te carcome por dentro –lo soltó, sorprendida por la vehemencia de su respuesta–. Sé cómo debiste de sentirte, pero ¿Nunca se te ha ocurrido que si lo hicieron fue porque te quieren?


La confusión nubló los ojos de Pedro.


–En Capri me dijiste que tu sueño siempre había sido convertirte en el mejor surfista del mundo. Querías sentirte realizado en la vida y no encerrar tus ilusiones en este pequeño pueblo –lo agarró de los brazos y lo sacudió ligeramente–. Lo deseabas con tanta fuerza que yo te envidiaba por esa inquebrantable convicción. Y si yo supe verlo en una semana, ¿No crees que tu familia debía de saber lo mucho que significaba ese sueño para tí?


Él abrió la boca para responder, pero ella le puso un dedo en los labios.


–Piensa en ello. Si hubieras sabido la verdad y lo hubieras abandonado todo para estar con tu padre, ¿No habrías acabado resentido con tu familia?


–Por supuesto que no. Habría estado aquí con ellos, apoyándolos.


Paula negó con la cabeza.


Has Vuelto A Mí: Capítulo 47

Pedro esbozó una media sonrisa y a Paula le dió un vuelco el corazón. Le encantaba aquella expresión divertida.


–Sí, y si te quedara algo de sentido común tú estarías haciendo lo mismo en vez de complicarte la vida con esta boda absurda.


–Oh, vamos, ¿Por qué no combinar los festejos navideños con una buena fiesta familiar? Nuestros padres están encantados...


–Qué lástima cuando un Alfonso se convierte en un tonto romántico –murmuró Pedro con una extraña expresión en el rostro. Soltó a Paula de la cintura y la agarró de la mano–. Enseguida vamos.


Tomás frunció el ceño, pero asintió y se alejó, brindándole a Paula la oportunidad perfecta para descubrir qué problema tenía Pedro con su familia.


–He encargado unas tarjetas navideñas para tu familia. ¿Te parece bien?


–Sí, muy bien –dijo él, pero estaba claro que no lo decía en serio. 


Las pocas palabras que había intercambiado con su hermano lo habían dejado nervioso y reservado. Ella prefería al Pedro despreocupado y alegre, pero quería respuestas y solo había un modo de obtenerlas.


–¿Por qué lo haces?


–¿El qué?


–Aislarte de tu familia.


Pedro frunció el ceño.


–Qué tontería...


–¿De verdad te parece una tontería?


Él apretó los labios mientras miraba a sus padres, que estaban hablando con Federico en el otro extremo de la carpa.


–Cuando tus hermanos se presentaron en tu casa sentí tu malestar al entrar en la cocina –continuó ella–. Desde entonces te has dedicado a trabajar o hacer surf y no has visitado a tus padres.


Pedro frunció aún más el entrecejo. No le respondía, pero al menos la escuchaba.


–Y esta noche parece que has venido obligado a la fiesta... Tu familia habla maravillas de tí, así que no comprendo tus reticencias. Quizá...


–Quizá no deberías meterte donde no te llaman.


Fue como recibir una bofetada en el rostro que echó por tierra sus esperanzas. Ni Pedro había cambiado, ni confiaba en ella para contarle la verdad ni había ningún futuro para ellos. Intentó soltarse, pero él la sujetó con fuerza y la miró con unos ojos cargados de dolor.


–Lo siento... Tú no tienes la culpa.


–¿Quieres hablar de ello?


–No.


Pero era obvio que sí quería y necesitaba hablar. Se adivinaba en la angustiosa mirada que alternaba entre Federico, Tomás, sus padres y Violeta. Como si librase ante sus ojos la misma batalla que se desarrollaba en su interior. Entonces se fijó en Violeta y su expresión se suavizó.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 46

¿Por qué se comportaba de aquella manera? Tendría que preguntárselo en otro momento, junto al millón de preguntas que se agolpaban en su cabeza y que debería haberle formulado antes de volver a caer rendida a sus pies. Una cosa estaba clara, y era que la familia de Pedro quería que se quedara en Torquay. Paula no quiso decirles que era más probable que ella ganase el campeonato mundial de surf que Pedro Alfonso echara raíces.


–Tendrían que detenerte por dar esta imagen...


El susurro de Pedro le acarició la oreja y le puso la piel de gallina mientras la rodeaba por la cintura con un brazo.


–¿Qué imagen?


–La imagen de una mujer que se ha pasado el día en la cama y que está impaciente por volver a acostarse...


Ella lo miró con una expresión de falsa inocencia.


–¿Cama? Que yo recuerde, la playa nos ha servido igual de bien.


–Me estás matando –la apretó con fuerza y la llevó hacia el fondo de la carpa.


–No me digas que tú no has estado pensando en lo mismo... –le dijo ella.


No habían hablado mucho desde la playa. Habían iniciado la relación sexual con la misma facilidad que en Capri. Era inevitable, estando tan cerca el uno del otro, y aunque no debería significar nada más que sexo, por desgracia para ella significaba algo más. Volvía a estar en el mismo punto que ocho años antes, conociendo, y temiendo, cuál sería la fecha de caducidad.Pero en esa ocasión no le permitiría huir sin antes obtener respuestas. No era la misma chica idealista e ingenua que había sido en Capri. La vida era corta, muy corta, y raras veces ofrecía una segunda oportunidad. Si Pedro y ella tenían una posibilidad, por pequeña que fuera, de mantener algún tipo de relación, ella lo iba a intentar con todas sus fuerzas. Le había roto el corazón una vez, pero si ella había cambiado... ¿Por qué no él? Solo había un modo de averiguarlo, y era haciéndole las preguntas que él no quería responder.


–Desde que llegamos aquí no he dejado de pensar en volver a desnudarte –le confesó él, acariciándole el cuello con los labios–, pero hay niños presentes.


Las preguntas podían esperar...


–Compórtate. La gente puede vernos.


–Que nos vean –insistió él, y fue bajando con los labios por el cuello hasta hacerla estremecer.


En ese momento los interrumpió un silbido y Pedro se separó de ella mientras maldecía en voz alta.


–Como sea Federico lo mataré.


–Siento interrumpir –se disculpó Tomás con una sonrisa que desmentía su disculpa–, pero vamos a empezar con los discursos.


Pedro le lanzó una mirada asesina.


–¿No podías dejar ese tostón para la boda?


–¿Por qué? ¿Tienes algo mejor que hacer?

miércoles, 28 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 45

 –Quería irme de Torquay y el surf era mi billete de salida. No hay nada malo en perseguir tus sueños.


–A menos que no sean tus sueños verdaderos.


Pedro lo miró con cara de pocos amigos. No le gustaba el matiz que tomaba la conversación.


–¿Cómo sabes tú lo que yo quiero?


–Porque he visto cómo miras a Paula –su sonrisa condescendiente irritó tanto a Pedro como su intuición–. Y no me gustaría que perdieras la oportunidad de ser feliz por esa absurda creencia tuya de que una relación implica renunciar a tu libertad.


Pedro sabía que una relación era más que eso. Confianza, complicidad, amor y mucho más. Y eran precisamente esas cosas, o mejor dicho, la posibilidad de perder esas cosas por lo que jamás dejaría que Paula se acercara demasiado. Ella ya había estado a punto de hacerlo flaquear una vez. No volvería a cometer el mismo error.


–Creo que has estado viendo demasiadas películas de amor últimamente –le dijo en tono burlón–. Me gusta mi vida. Hago lo que quiero hacer, ¿Te queda claro?


–La verdad duele, ¿Verdad?


Pedro maldijo entre dientes.


–¿Por qué no te preocupas de poner en orden tu vida amorosa y me dejas en paz? –se alejó rápidamente, pero no lo suficiente para escapar de la voz sarcástica de Federico.


–¿Quién ha dicho nada de amor?




A Paula le iba a estallar la cabeza. Por si no tuviera bastante con pasarse un día entero analizando hasta la saciedad lo que había hecho con Pedro, se había unido sin saberlo al Club de fans de Pedro Alfonso. Desde que llegó a la fiesta no habían dejado de bombardearla con todo tipo de consejos y preguntas. Las mujeres de la familia Alfonso querían saberlo todo, y ella no sabía qué responder. ¿Qué podía decirles? ¿Que ocho años antes le había entregado su corazón a Pedro, que él se lo había destrozado y que después de todo esetiempo ella volvía por más? Mencionó por encima que  eran viejos amigos y que se habían reencontrado mientras él estaba en Melbourne. Por su parte, Jimena le confesó lo distinta que era a las acompañantes habituales de Pedro. Chicas que parecían muñecas de plástico, tan esnobs y altaneras que no se dignaban a mezclarse con la familia. Sintió curiosidad y quiso indagar un poco más, pero la madre de Pedro le lanzó una mirada de advertencia a Jimena para hacerla callar. No era que sintiera celos, o al menos que quisiera reconocerlo, pero le sorprendía que él hubiese llevado a ese tipo de mujeres a casa teniendo en cuenta lo calurosa bienvenida que su familia le había dispensado a ella. Otra cosa que la escamaba era la relación de Pedro con su familia. Se había mostrado muy tenso y nervioso por la perspectiva de acudir a aquella fiesta, paseándose por el balcón, bebiendo café o cambiando los canales de la tele mientras se arreglaba. Cuando ella le preguntó el motivo le respondió riendo y quitándole importancia al asunto, pero su actitud lo delataba. Se demoró todo lo posible antes de entrar en la casa y luego permaneció apartado del resto durantetoda la fiesta, salvo una charla que mantuvo con sus hermanos y el breve saludo que intercambió con sus padres.


Has Vuelto a Mí: Capítulo 44

Aunque el tono de Federico no contenía el menor reproche, una punzada de culpa traspasó a Pedro. ¿Sería así como su familia hablaba de él cuando no estaba, aludiendo a su falta de conciencia y al poco contacto que mantenía con ellos? No sería extraño, teniendo en cuenta cómo se había apartado de ellos. Quería perdonarlos, tragarse su orgullo y recuperar el vínculo, pero cada vez que intentaba sacar el tema y hacerles ver el daño que le habían hecho al dejarlo al margen, una imagen aparecía ante sus ojos. Su padre, con los codos sobre el piano y la cabeza en las manos, llorando... Horacio Alfonso nunca derramaba una lágrima, y ver a su padre tan afectado y abatido le había dejado una huella imborrable. Fue justo después de que le contaran finalmente la verdad, un año después de que los médicos le hubieran dado el visto bueno. Doce meses horribles y angustiosos, más los seis meses que Horacio había luchado contra la enfermedad que podría haberse cobrado su vida. En todo ese tiempo Pedro había sido dejado al margen porque su familia no quería preocuparlo... o porque no lo creían capaz de afrontarlo. Había montado en cólera al descubrirlo, y las lágrimas de su padre habían reforzado la opinión que su familia tenía de él. Si su padre podía seguir llorando tras haberse librado del cáncer, ¿Cómo debió de ser su larga agonía durante las operaciones y la quimio? Una batalla a vida o muerte de la que había sido excluido porque nadie lo consideraba suficientemente responsable. Apretó inconscientemente los puños y respiró hondo, obligándose a mantener la calma.


–¿Ocurre algo? –le preguntó Federico.


–No, nada.


–¿Seguro? –Federico emitió un sonido de exasperación–. ¿Por eso sigues huyendo? ¿Por creer que a mí me atraparon y me obligaron a renunciar a mi sueño y no quieres que a tí te pase lo mismo?


La tensión de Pedro se alivió al ver a Paula caminando hacia el bar. Su vestido amarillo limón con estampado de flores se agitaba alrededor de sus pantorrillas y le confería una imagen hermosa mente etérea y deslumbrante. ¿Qué podía decirle a Federico? ¿La verdad? ¿Qué no se atrevía a confiar en una mujer tan increíble como Paula? ¿Qué incluso en esos momentos, después de lo que habían compartido la noche anterior, primero en la playa y luego en su casa, tenía un miedo terrible de rendirse a los sentimientos que ella le evocaba? Se decidió por contar una verdad a medias.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 43

 –No me arrepiento de haberme casado con Martina, pues gracias a ella tuve a Violeta. Pero a veces es difícil estar siempre rodeado de las mismas personas.


Pedro no podría estar más de acuerdo. Si tuviera que vivir de manera permanente en aquel pequeño pueblo se volvería loco.


–¿Qué me dices del surf?


–¿Qué pasa con el surf?


–¿Te arrepientes de haberlo dejado?


–Claro que no –declaró Federico, riendo–. Nunca estuve tan obsesionado como tú, y ni loco me habría pasado la vida persiguiendolas mejores olas por todo el mundo.


–De joven te apasionaba –le recordó Pedro–. De hecho, si decidí hacerme profesional fue en parte por tí.


Federico sacudió la cabeza.


–Tú siempre quisiste llegar más lejos que yo. El surf profesional no era para mí.


–Pero yo creía que...


–¿Qué?


–Que lo dejaste porque Martina se quedó embarazada a propósito para echarte el lazo. Creía que estabas resentido por ello y que fue esa la razón que acabó con su matrimonio.


Federico le dió una palmada en la espalda.


–Ya no tiene importancia, pero para que lo sepas... Sí, Martina se quedó embarazada a propósito, pero no tuvo necesidad de echarme el lazo. Yo quería casarme con ella porque no era más que un joven tonto e idealista –miró a sus padres, que estaban brindando con champán en una mesa apartada–. Supongo que quería lo mismo que tenían ellos.


A Pedro lo invadió una tristeza muy familiar al mirar a sus padres. Los Alfonso siempre habían estado muy unidos y sus padres parecían quererse más que nunca, después del problema de salud que tanto lo había horrorizado al descubrirlo. Envidiaba aquella unión. Era como estar mirando el interior de un club exclusivo desde el exterior.


–Sería capaz de dar un brazo y una pierna por tener una relación como la suya –continuó Federico–. Una mujer que me adorase, que fuera feliz conmigo y que no necesitara el glamour de una gran ciudad.


–¿Por eso te dejó Martina? ¿Por querer una vida mejor?


–Pues claro. Después de tener a Violeta solo hablaba de eso.


Pedro se frotó incómodamente la nuca. ¿Cuántos mitos quedaban aún por caer?


–Vaya, no lo sabía.


–Hay cosas que es mejor no decir. Además, no quiero que Viole escuche cosas malas sobre su madre, por si acaso a Martina le remuerde un día la conciencia y quiere ver a su hija.


–¿Dónde está ahora?


–La última vez que supe de ella estaba en Sídney. Le manda a Viole los regalos obligatorios por su cumpleaños y por Navidad. Es el único contacto que tiene con su hija.

Has Vuelto a Mí: Capítulo 42

 –Con ese comportamiento no me extraña –se mofó Tomás, y señaló el grupo de amigas de su novia que se habían congregado en torno a la fuente de chocolate–. Jimena tiene muchas amigas guapas y solteras. ¿Por qué no van a hablar con ellas?


Federico se encogió de hombros, pero la forma en que agarraba la cerveza contradecía su actitud aparentemente despreocupada.


–No me interesan.


–No todas las mujeres son como...


–Tomi, Jimena te está buscando –lo interrumpió Pedro, ganándose una mirada agradecida de Federico.


–Piensa en ello –insistió Tomás–. Violeta necesita una madre.


Afortunadamente Federico no respondió y Tomás se fue en busca de su novia con el pavoneo propio de un joven enamorado.


–A riesgo de que me partas la botella en la cabeza, creo Tomi tiene razón –se arriesgó a sugerir Pedro.


–Viole y yo estamos muy bien como estamos.


–Lo sé, hermano, pero tu hija está creciendo –miró a su sobrina, quien estaba persiguiendo un conejo por el césped–. Dentro de poco empezará a hacerte preguntas que preferirías no responder.


Federico pareció desinflarse ante sus ojos.


–Es una niña maravillosa –murmuró, parpadeando como si acabara de despertarse–. Es toda mi vida.


–¿No crees que deberías volver al mundo de los vivos? –le preguntó con la esperanza de animarlo–. ¿Cuándo fue la última vez que saliste con una mujer?


El rostro de su hermano se ensombreció y Pedro se sintió fatal por hurgar en sus viejas heridas, pero Tomás tenía razón. Federico necesitaba salir con mujeres de nuevo, por su propio bien y el de Violeta. La atormentada mirada de Federico se posó en su hija mientras dejaba la botella en una mesa y se cruzaba de brazos.


–¿Alguna vez desearías que tu vida fuera distinta?


Jamás, pensó Pedro. Le encantaba su vida, su libertad, la emoción, la adrenalina... Le gustaba ser su propio jefe y valoraba su independencia tanto como sus trofeos. Aunque debía admitir que en los últimos días se preguntaba cada vez más por qué estaba tan empeñado en seguir solo y soltero. La risa de Paula llegó a sus oídos como un soplo de brisa y sintió que algo se contraía en sus entrañas. No, no se arrepentía de nada, pero por un breve instante se preguntó cómo habría sido su vida si hubiera dejado su desconfianza a un lado y se hubiese arriesgado a intentarlo con ella.


–No sirve de nada plantearse esas cosas, hermano. Lo único que podemos hacer es aprovechar lo que tenemos.


Federico asintió, pensativo.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 41

 –¿Estás segura?


–No he estado más segura de nada en toda mi vida.


Tropezó al intentar ponerse de pie y él la sujetó, sin dejar de mirarla.


–Paula, tenemos que hablar de lo que pasará después... Porque todo seguirá igual. Nuestras vidas discurren por senderos distintos y...


–¿Desde cuándo hablas tanto? –lo interrumpió, y le impidió seguir hablando con un beso destinado a borrar cualquier resto de duda que pudieran seguir albergando.


Cuando finalmente se separaron para respirar, él le agarró la mano como si no quisiera soltarla nunca más.


–Detrás de aquella colina hay unas dunas desiertas...


A ella le gustó que no le diera más detalles y que la dejara decidir con su desafío silencioso.


–Pues vamos para allá.


Hicieron una rápida parada en el almacén, donde se quitaron los neoprenos y Pedro agarró su cartera y una manta. A continuación echaron a correr hacia las dunas, levantando la fina arena bajo sus pies y jadeando al ritmo del corazón desbocado de Paula. Al llegar a la cima y ver las blancas dudas que se extendían ante ellos, los ojos se le llenaron de lágrimas. Era el lugar perfecto para revivir los recuerdos más maravillosos de su pasado y para crear otros nuevos. Ninguno de los dos habló mientras él la llevaba de la mano hasta un lugar protegido por una roca y extendía la alfombra sobre la arena. Paula nunca se había sentido tan deseada como en aquel momento, con el hombre de sus sueños arrodillado a sus pies y mirándola con una expresión de entrega y adoración absoluta. Él tiró de su mano y ella se unió a él en la alfombra para abandonarse por entero a las caricias, los susurros y los gemidos que brotaban de la pasión compartida. No fue hasta mucho después, cuando Pedro la apretó en sus brazos y ella contempló las gaviotas que planeaban sobre sus cabezas, cuando la asaltó una inquietante pregunta. «¿Qué es lo que he hecho?».




–Debería haberme imaginado que seríais incapaz de mantener la boca cerrada.


Pedro fulminó con la mirada a Tomás y a Federico, quienes se limitaron a sonreírle y levantar sus botellas de cerveza.


–¿A qué te refieres? –dijo Federico–. La barbacoa es en lugar de la cena de ensayo de Tomi. Tenías que venir –sonrió sarcásticamente y apuntó con la cabeza a Paula–. Y no podías dejar a tu acompañante en casa... No estaría bien.


Pedro lo golpeó en el brazo.


–Mamá me ha tenido media hora al teléfono con su implacable interrogatorio, y me he pasado la última hora intentando evitarla... Gracias a ustedes.


–Ya me darás las gracias cuando esté presidiendo... Tu boda.


–Y un cuerno –masculló Pedro. 


La idea del matrimonio le quemaba el pecho como si se hubiera tragado de un bocado una pizza con doble ración de pepperoni.


–Nos pasa a todos, hermano –dijo Tomás.


–Son un ejemplo patético para los solteros del mundo.


–Eh, yo estoy soltero –le recordó Federico. 


Hinchó el pecho y se lo aporreó como un gorila, haciendo reír a todos.

lunes, 26 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 40

Ella se puso colorada, pero no apartó la vista.


–Querías una acompañante para la boda. Solo intento parecer auténtica.


–¿Hasta qué punto? –le preguntó él en tono jocoso, haciéndola reír.


–¿Hasta qué punto es importante para tí convencer a tu familia de que lo soy?


Pedro se puso serio.


–Basta con que me agarres de la mano, me mires con adoración y me des unos cuantos besos. Eso debería de convencerlos.


–¿Pero por qué necesitas ir acompañado a la boda de tu hermano?


Pedro llevaba días esperando esa pregunta, pero ella había estado tan absorta en el trabajo y tan empeñada en evitarlo que no habían podido hablar de temas personales. Hasta la noche anterior, cuando la revelación de Paula pareció allanar el camino.


–La relación con mis padres es un poco... Tensa cada vez que vengo de visita.


Esperó el inevitable «¿Por qué?», pero ella lo sorprendió ladeando la cabeza y mirándolo fijamente.


–¿Y un tipo duro como tú no es capaz de manejar un poco de tensión familiar?


–De esta manera es más fácil –repuso él en tono despreocupado. No podía contarle el resto sin tener que responder a un montón de preguntas incómodas. Le agarró la mano y le dió un beso en la palma, lo que prendió una chispa de calor en sus ojos–. Y mucho más agradable si mi acompañante me gusta...


Ella arrugó la nariz en una mueca adorable.


–¿Yo te gusto? ¿Como si estuviéramos en el colegio?


–Te complacerá saber que tengo mucho más experiencia ahora que cuando estaba en el colegio –tiró de ella hasta casi subírsela al regazo–. Me gustas, Paula. Ya lo sabes. Y nada me gustaría más que pasarme los próximos días demostrándotelo.


Se preparó para que ella volviese a levantar el muro invisible entre ambos, se levantara de un salto y de nuevo adoptara un aire frío y profesional. Pero, sorprendentemente, ella le agarró la cara entre las manos, cubrió lentamente la escasa distancia que los separaba, y le susurró a un milímetro de su boca:


–¿Entonces a qué estamos esperando?


Paula no quería detenerse a pensar y que las dudas la frenaran. Deseaba a Pedro. En aquel momento. Sin perder un segundo más.


-Vamos por algo de cenar y luego iremos a casa para... – empezó él.


–No –su rechazo casi sonó como un grito desesperado y tuvo que reírse para disimular los nervios–. Quiero... Quiero que sea como en Capri.


Pedro la miró con ojos muy abiertos, recordando, sin duda, las horas de placer salvaje que pasaron en una playa desierta, la pasión desatada en el frenético baile de sus lenguas y en las manos que intentaban acaparar el resto de sus cuerpos.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 39

Ella lo obedeció, pero ocurrió tal y como él había predicho y acabó remando de vuelta a la orilla. Dejó la tabla en la arena, se sentó y se contentó con observar a Pedro. Era bueno. Realmente bueno. Sus movimientos sobre la tabla eran precisos y perfectos, demostrando ser la estrella del surf que era. Podría haberse pasado horas observándolo, pero unos minutos después él volvió a la orilla y salió del agua con la tabla bajo el brazo. Por alguna razón inexplicable, Paula sintió el impulso de salir corriendo hacia él. Tal vez fuera por el consuelo que le había ofrecido la noche anterior, o quizá por la confesión que le había hecho horas antes, pero en cualquier caso necesitaba estar cerca de él. Y cuanto más cerca lo tenía, más fuerte era el deseo. Cuando él le sonrió, con el pelo chorreándole sobre su atractivo rostro, su corazón se retorció como uno de los elegantes movimientos que él había realizado en el agua. Lo deseaba. Lo deseaba desesperadamente, más allá de toda lógica, razón y prudencia.


–Tu mirada me recuerda a la del Lobo Feroz de Caperucita – dejó la tabla en la arena y se sentó junto a ella–. ¿Te ha impresionado mi actuación?


–Me impresionas tú –corrigió ella, poniéndole la mano sobre la suya.


Él la miró con ojos inquisidores, expectantes, y entonces ella hizo lo que debería haber hecho aquella mañana. Con los frenéticos latidos de su corazón ahogando el sonido de las olas, se inclinó hacia él y lo besó. Cuando Pedro hacía surf, lo hacía por él mismo. Por el incomparable placer que le reportaba, por la emoción sin par que le brindaban las competiciones, donde únicamente se concentraba en la diversión y nunca en sus rivales. Pero aquel día no. Aquel día había surfeado para impresionar a Paula. Y por el beso con se encontró al volver a la orilla, parecía haber funcionado. Y de qué manera... Si hubiera sabido que solo hacía falta pillar unas cuantas olas para conquistarla, se habría metido en el agua con su tabla nada más llegar a Torquay.


–Tienes una sonrisa de idiota –le dijo ella, dándole un codazo.


–No todos los días se recibe un beso así por hacer surf.


–Por favor... Siempre hay chicas en bikini que te besan cuando ganas un torneo.


–Son besos de felicitación –le recorrió el labio inferior con la punta del dedo–. No se pueden comparar al beso que tú me has dado...

Has Vuelto A Mí: Capítulo 38

Él se rió, se puso en pie y estiró la espalda.


–Solo estoy intentando que te relajes... Así te será más fácil guardar el equilibrio en la tabla.


–Estoy relajada.


Dió un paso adelante y tropezó con el cable elástico. Él la agarró rápidamente, y el contacto de su mano le provocó una llamarada por todo el cuerpo a pesar de la goma sintética que la revestía.


–¿Estás bien?


Sintió como se ponía colorada.


–Empecemos de una vez.


Pedro la miró dubitativo, pero su rostro se endureció con determinación y Paula se preguntó si sería la misma cara que ponía antes de competir. Si así fuera no era extraño que hubiese ganado cinco veces el campeonato del mundo.


–Tenemos suerte –dijo él, señalando el mar–. Las olas son de buen tamaño y forma para surfear. Hoy nos concentraremos en los aspectos básicos a ver si podemos pillar una o dos olas.


Lo básico le sonaba bien a Paula, pues no implicaría tubos ni bajar por la pared de una ola gigante.


–Yo ejecutaré los movimientos y tú los imitas, ¿De acuerdo?


Ella asintió y él se tumbó en su tabla, ofreciéndole una suculenta imagen del trasero moldeado por el neopreno.


–En esta posición se rema.


Entendido, pensó ella. Remar... Trasero...


–¿Paula, vas a imitarme o qué?


Paula gruñó con irritación y se tumbó en su tabla para imitar las brazadas.


–Muy bien. Lo siguiente es el pop-up, que significa ponerse en pie –hizo una demostración levantándose en un rápido salto–. Y conservar el equilibrio.


Extendió los brazos a los lados, adoptando una postura tan natural como si la tabla fuese una prolongación de sus pies.


–Ahora tú.


Ella lo intentó una y otra vez hasta que los brazos, rodillas y espalda le dolieron tanto como su maltrecho orgullo. Afortunadamente Pedro era un buen profesor, muy paciente y comprensivo con sus fallos, crítico cuando debía serlo y halagador cuando se lo merecía. Finalmente consideró que estaba preparada para meterse en el agua... Donde empezaba la verdadera diversión.


–No te preocupes si no puedes superar el rompiente –le dijo él, remando a su lado.


–¿Qué? –preguntó ella sin entender, concentrada en mantener la barriga pegada a la tabla para no resbalar.


–Es cuando un surfista no puede superar el rompiente de las olas para alcanzar la parte más tranquila del mar, donde empezar a surfear.


–De acuerdo –intentó hacer el saludo surfista y a punto estuvo de caer al agua.


–Si no lo consigues, puedes hacer el pato, que es sumergirse bajo una ola para evitar su rompiente, pero es más fácil volver a la orilla e intentarlo más tarde.


Ella asintió, sabiendo que no volvería a intentarlo. Ya había adquirido la suficiente experiencia, en su opinión, para moderar los foros de la página web. Deslizarse por una ola no le brindaría más que una descarga puntual de adrenalina.


–Sígueme.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 37

Había confiado en su familia y ellos lo habían defraudado profundamente, hasta el punto de que ya no se sentía capaz de confiar en nadie más. Alejarse de Paula en Capri había sido la única opción posible. Su carrera lo esperaba, y cuando ella empezó a acercarse más de la cuenta, cuando él empezó a considerar la posibilidad de continuar la relación, la desconfianza volvió a hacer acto de presencia y le resultó muy fácil echar a correr sin mirar atrás. Pero eso no le impedía volver a desearla... Las olas rompieron contra sus tobillos en su carrera hacia el mar. Se zambulló en el agua espumosa para ahogar sus divagaciones, pero nada podía apagar su creciente deseo por ella. Sobre todo porque ella también lo deseaba. Paula había aprovechado la oportunidad al apoyarse en él y demostrarle lo que sentía. Pedro se había quedado perplejo, especialmente por la forma en que ella había evitado besarlo unas horas antes. ¿Por qué había huido él en esa ocasión? Mientras nadaba frenéticamente, como si lo persiguiera un tiburón, supo la respuesta. La noche anterior, cuando Paula se abrió a él para contarle la situación de su madre, Pedro había empezado a sentir algo. Podría haberse pasado toda la noche sentado en la terraza con aquella mujer, compartiendo íntimos silencios con momentos de charla. Era la primera vez que le apetecía quedarse en Torquay. Y eso lo asustaba más que las fauces de un tiburón blanco. Él no era de los que se quedaban permanentemente en un sitio. Ni siquiera por una mujer de ojos inocentes y suaves caricias. Se dió la vuelta para flotar de espaldas y cerró los ojos mientras los rayos de sol le calentaban el cuerpo. Solo allí se sentía en casa, cuando estaba en el mar, con todo el tiempo del mundo para que las olas lo mecieran, lejos de las personas que habían traicionado su confianza. Solo aquel era su lugar. Entonces, ¿Por qué no dejaba de pensar que su lugar estaba junto a Paula? Ella no soportaba estar enfundada en aquel neopreno que se le pegaba a la piel y que moldeaba exageradamente sus curvas.


–Viendo tu cara no creo que sea el mejor momento para hacer un chiste sobre gomas y protección... –comentó él.


–Estoy aquí en contra de mi voluntad, y lo sabes muy bien –le espetó ella, fulminándolo con la mirada.


–No parecías estar sufriendo mucho en el almacén –le pareció oír que Pedro murmuraba en voz baja.


Paula no necesitaba que le recordase el calor que habían generado entre ambos en el almacén. Su preocupación más acuciante era permanecer de pie en aquel ridículo trozo de fibra de vidrio durante más de dos segundos, y sería del todo imposible si se ponía a pensar en Pedro. Soltó un chillido cuando algo le rozó el tobillo, pero enseguida lo vió sonriéndole a sus pies.


–¿Y un chiste sobre cómo se ata a una mujer salvaje con una correa?


Paula dejó que le rodeara el tobillo con el cable elástico sujeto a la tabla antes de apartarlo con el pie.


–¿Qué te parece un chiste sobre cómo te rompo la cabeza con una de estas tablas?

Has Vuelto A Mí: Capítulo 36

Tragó saliva y rezó por que no le pidiera una respuesta, porque el nudo de la garganta le impedía hablar. El corazón le latía frenéticamente y la sangre le hervía en las venas. El calor la sofocaba, le impedía respirar y lo único que podía pensar era que Pedro dejara la tabla, le arrancara la ropa y la poseyera allí mismo, en el suelo del almacén...


–La parte trasera es la popa o cola, la punta delantera la proa, y los bordes laterales son los cantos –guió la mano hacia el centro–. La superficie cóncava de la proa a la popa es el rocker.


Movió la tabla de lado a lado y Paula a punto estuvo de gemir. Debió de emitir algún sonido delatador, no obstante, porque él la abrazó por detrás al instante. Sintió su calor y su fuerza viril, sintió cuánto la deseaba, y sintió la imperiosa necesidad de olvidarlo todo y abandonarse al delirio. Igual que hizo la noche en que se conocieron, cuando él la sedujo y se la llevó a la cama bajo la resplandeciente luna de Capri. ¿Quería repetir la misma locura? Su mente se debatía entre el deseo y la razón, pero su cuerpo respondió por sí solo y se apretó contra él. Sintió como la apretaba con los brazos y oyó su gemido ahogado. No supo cuánto tiempo permanecieron así, suspendidos en el tiempo y el espacio, y si no hubiera sido por el pitido de su móvil, alertando de un mensaje entrante, cualquier cosa podría haber ocurrido.


–Será mejor que lo vea, por si se trata de mi madre –dijo. 


Él la soltó y Paula lamentó perder el calor que la envolvía mientras intentaba sostener la tabla.


–Te veré fuera cuando acabes –repuso él con una voz ronca y cargada de la misma pasión que ardía en las venas de Paula. 


Agarró las tablas como si no pesaran más que una pluma y se marchó.



Paula suspiró con pesar, sacudió la cabeza para despejarse y sacó el móvil del bolsillo. Tenía un mensaje de un cliente. Nada urgente. Podría haber esperado un poco más... Sintió el acuciante deseo de salir corriendo tras Pedro y acabar lo que habían empezado, pero lo que hizo fue dirigirse a los vestuarios. Cuanto antes se alejara de aquel sexy surfista, mejor.



Pedro clavó las tablas en la arena y corrió hacia el agua. Solo el mar podía despejarlo y enfriar su ardiente deseo. Había estado muy cerca de ceder a la tentación de poseer otra vez a Paula y comprobar si la pasión seguía siendo tan salvaje como la recordaba, aunque estaba convencido de ello. Todo se volvía más intenso e irresistible cada día. Hasta las cosas más triviales, como verla recogiéndose el pelo o tomando notas, resucitaban los recuerdos del pasado y lo catapultaban a un tiempo en el que no había responsabilidades ni dificultades de ningún tipo. Un tiempo en el que eran libres para abandonarse a la pasión y el deseo. Un tiempo que él había arruinado deliberadamente, igual que había hecho al descubrir que su familia le ocultaba la verdad sobre su padre... Como si no fuera lo bastante digno para ellos.

viernes, 23 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 35

La recorrió con la mirada de arriba abajo, poniéndole los nervios de punta, y antes de darle tiempo a protestar le puso la mano en el trasero y la hizo avanzar.


–Vamos. Me dijiste que hacer surf estaba en tu lista de cosas pendientes. Es el momento de hacerlo, y además te servirá para el trabajo.


Paula se sorprendió de que recordara su lista de cosas pendientes y permitió que la guiase al interior del almacén. Dentro olía a fibra de vidrio, caucho y cera de coco, pero por encima de todo se olía la fragancia varonil de Pedro, aquella embriagadora mezcla de masculinidad, sol y brisa marina. Tenía razón, naturalmente. Aprender a hacer surf le daría más credibilidad a la hora de moderar los foros. Técnicamente, aquella práctica la capacitaba para el trabajo. No así el escrutinio que Pedro hizo de su cuerpo con una mirada tan íntima como las caricias de un amante. Aquello nada tenía que ver con el trabajo. Nada en absoluto. Él rebuscó entre los neoprenos y descolgó uno de color negro con una raya fucsia en zigzag.


–Toma. Creo que éste te quedará bien.


Un temblor la recorrió al acariciar la prenda de goma sintética. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que hizo algo simplemente por diversión? Demasiado. Y cuando Pedro le tendió un bañador azul marino, no pudo resistir la tentación.


–Los vestuarios están al fondo –le indicó él–. Pero antes vamos a buscarte una tabla apropiada.


–Cualquiera que elijas estará bien.


Él se cruzó de brazos, hinchando los bíceps bajo las mangas deshilachadas de la camiseta.


–¿No quieres familiarizarte con la tabla antes de salir?


Paula arrugó la nariz, sintiéndose como la novata que era.


–Eh... ¿Se supone que debo decir que sí?


–Sí. Tienes que conectar con tu tabla.


–Oh, cielos... –puso los ojos en blanco mientras se dirigían hacia las tablas–. Lo siguiente que hagas será ese signo con la mano y decirme que me relaje.


-La señal de shaka forma parte de la cultura surfera –repuso él.


Paula extendió el pulgar y el dedo meñique mientras mantenía curvados el resto.


–¿Ya estoy en la onda?


–Ni mucho menos. Para eso tienes que permanecer en la tablamás de treinta segundos.


Ella se rió mientras Pedro pasaba las manos sobre las tablas, deslizándolas sobre la superficie con una expresión embelesada que casi le hizo sentir celos. En una ocasión también a ella la había mirado así. Antes de alejarse sin mirar atrás... Tenía que recordarlo y no desear ser una tabla de surf.


–Ésta –dijo él, sacando una tabla inmensa de color crema con espirales ocres–. Ésta es tu tabla.


–¿Te lo ha dicho la fibra de vidrio?


–¿Te estás riendo de mí?


–Un poco.


–Ya veremos quién ríe el último... Toma, sostenla tú.


La tabla pesaba una tonelada, pero Paula consiguió mantenerla derecha... O casi.


–Parece que está hecha de piedra.


–Está hecha de la mejor resina epóxica, lo que hace más fuerte y ligera que las tablas tradicionales –le agarró la mano y la pasó por la tabla–. Esto se llama cubierta –le desplazó la mano hacia el costado en un largo y lento barrido. 


Paula volvió a morderse el labio para no gemir. Había algo deliciosamente sensual en tenerlo cerca, sintiendo el calor de su cuerpo, con sus brazos extendidos y rodeándola inadvertidamente y sus largos dedos extendidos sobre los suyos como en una ocasión se extendieron sobre su vientre desnudo...

Has Vuelto A Mí: Capítulo 34

Sus duras palabras se le clavaron en el corazón. Aturdida y devastada, nunca llegó a entender cómo era posible que el hombre con quien tanto había intimado en tan poco tiempo pudiera cerrarse en banda y alejarse sin mirar atrás. Haría bien en tenerlo presente antes de que las grietas echaran abajo sus defensas. Por suerte Pedro no había mencionado lo ocurrido en la playa, y ella se había volcado por entero en el trabajo para fingir que todo iba bien. Acabaría el proyecto aquella semana sin que él supiera el poder que seguía ejerciendo sobre ella. Señaló un letrero con la mano libre.


–¿Cómo se te ha ocurrido ponerle a la escuela el nombre Winki Pop? Suena a cuento infantil.


Pedro fingió sentirse indignado.


–Para que lo sepas, Winki Pop es uno de los mejores sitios para hacer surf. Además, su nombre tiene más gancho que los otros.


–¿Como cuáles?


–Soutshide, Centreside, Rincon...


–Tienes razón. El nombre tiene su encanto.


–Pues claro... Por algo es el mío –le guiñó un ojo–. Mr Winki. Señor «Guiño».


Paula soltó un gemido por el pésimo chiste mientras él se reía, recordándole un tiempo en el que bromeaban con la mayor naturalidad y desparpajo. Un tiempo mágico, hasta que la realidad se impuso. Escuchó con atención sus explicaciones mientras recorrían la escuela y tomaba notas mentalmente. Lo sensato sería sacar su iPhone o su cuaderno de notas y grabar o apuntarlo todo, pero para ello tendría que soltar la mano de Pedro. Y si lo hacía él le preguntaría el motivo y si tenía relación con lo sucedido en la playa y bla, bla, bla. No, no quería profundizar en ello. Llegaron al almacén y él abrió la puerta.


–¿Preparada para ponerle el toque maestro a los foros que has sugerido?


Confusa, Paula miró las tablas de surf y los trajes de neopreno de todas las tallas y colores.


–No sé a qué te refieres.


La sonrisa de Pedro le dijo que no iba a gustarle nada su sugerencia.


–Si vas a ser la moderadora del foro de la escuela on-line, tendrás que saber lo que es el surf.


Paula se quedó anonadada.


–¿Yo? ¿En una tabla de surf? ¿Ahí fuera? –preguntó con voz chillona mientras señalaba en dirección al océano.


–Sí. Y no hay mejor momento para empezar que ahora mismo.


Y un cuerno. A Paula le encantaba nadar y le encantaba el mar, pero por nada del mundo haría el ridículo sobre una tabla delante de Pedro. Siempre había querido aprender a hacer surf, pero no allí, no en aquel momento, y desde luego no con él. Ni hablar.


–Lo siento. No he traído el bañador. A lo mejor la próxima vez...


–Seguro que tenemos algo de tu talla.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 33

 –¿Que te parece?


Paula contempló la «Pequeña» escuela de surf de Pedro. Le costaba creer que los planos y las fotos de arquitectura que había usado para la página web se hubieran transformado en aquel complejo situado a escasos metros del mar.


–Es impresionante –dijo, dando una vuelta sobre sí misma en el edificio principal. Las paredes estaban recién encaladas y las puertas, pintadas de azul brillante; el almacén era tres veces más grande que su departamento y a la izquierda de la entrada había una tienda de suministros–. ¿Has diseñado tú todo esto?


–¿Tanto te extraña? –repuso él con una mueca–. No solo soy una cara bonita –se rió–. Vamos, te enseñaré las instalaciones.


La agarró de la mano como si fuera lo más natural del mundo y ella reprimió el impulso de zafarse. Le había dado muchas vueltas a la cabeza después de haber abandonado la playa. La confesión que le había hecho sobre la enfermedad de su madre y el consuelo que había recibido por su parte habían confirmado lo que ya sabía. Estar en su compañía, aunque solo fuera por trabajo, podía derribar el muro que había erigido en torno a su corazón. Las fisuras habían aparecido con los besos y se habían transformado en grietas la noche anterior, cuando Pedro la había abrazado sin decir nada, respetando su necesidad de silencio. No había intentado distraerla con palabras superficiales. Simplemente la había rodeado fuertemente por la cintura y había apoyado la mejilla en su cabeza. En Capri había sido igual. Se había adaptado a los ánimos y deseos de Paula nada más conocerse. Era como si estuviesen hechos el uno para el otro. Ella no creía en el amor a primera vista, ni siquiera en el amor eterno o las almas gemelas. El pragmatismo de su madre y el egoísmo de su padre le habían dejado una visión mucho más realista de los sentimientos. Y sin embargo, la conexión que sintió con Pedro desde el primer momento había desafiado toda lógica. Él siempre se anticipaba a sus necesidades y apetencias, ya fuera un poco más de Chianti, un chal de algodón para el paseo nocturno u otro chapuzón en el mar. Pero lo que más la había impresionado fue su intuición emocional. Había conectado con ella a un nivel que trascendía lo físico y que la hacía sentirse más cómoda de lo que nunca se había sentido con nadie. Podían pasarse horas hablando sobre cualquier tema, anécdotas de la infancia, sueños secretos... Envueltos por una magia invisible que ningún otro hombre le había hecho vivir. 


Todo eso hizo que la ruptura fuera aún más traumática. Las vacaciones llegaron a su fin y con ellas su mágico idilio, y aunque la separación era inevitable y ninguno de los dos había sugerido la posibilidad de continuar, Paula había albergado la esperanza de mantener el contacto. Una parte de ella, incluso, deseaba que algún día pudieran reencontrarse en Melbourne. Pero todas sus ilusiones acabaron por los suelos cuando él le dijo la amarga verdad: No había sido más que una aventura y ella tenía que dejar de construirse castillos en el aire para no espantar a los hombres.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 32

 –Has hecho un buen trabajo –lo alabó ella, tocándole el brazo.


Fue un gesto impulsivo, pero se arrepintió cuando él le agarró la mano y tiró de ella.


–Tu opinión significa mucho para mí.


–¿Por qué? –se apartó para poner un poco de distancia entre ellos, abrumada por su cercanía.


–Porque no soporto que pienses mal de mí.


Paula intentó adoptar un tono ligero, todavía desconcertada por el descubrimiento de la verdadera personalidad de Pedro.


–La semana que viene no te importará lo que piense. Estarás en Hawái o Bali y yo estaré ocupándome de la página web de tu escuela.


–Te equivocas.


–Claro que no –fingió que malinterpretaba sus palabras–. Estaré trabajando como una esclava y...


–Tu opinión me seguirá importando.


Paula apartó la mirada, incapaz de resistir el desafío que ardía en sus ojos.


–¿No vas a preguntarme por qué? –continuó él.


Ella se mordió el labio. No, no quería escuchar sus profundos y meticulosos razonamientos. Lo único que quería era que su escuela de surf prosperara.


–Muy bien, te lo diré de todos modos –le soltó el brazo y le capturó la barbilla para obligarla a mirarlo–. Eres la única mujer que me ha hecho sentir algo en mi vida. Y aunque eso pueda asustarme,la verdad es que también me gusta.


Maldición... Atrapada bajo la intensidad de su mirada, y recibiendo su halago como una suave caricia en el rostro, sintió como la inevitable atracción entre ambos prendía en llamas. No podía apartar la mirada, ni pudo resistirse cuando sus labios se acercaron. No se le ocurría ningún motivo racional por el que no debiera avivar con un beso la pasión dormida. La pasión dormida... Aquellas palabras traspasaron la niebla que envolvía su mente. ¿Qué demonios estaba haciendo? Los dos primeros besos tal vez hubieran sido un acto impulsivo, pero aquello era completamente distinto. Una cosa era que le importaran sus halagos, pero permitir que se le subieran a la cabeza sería una estupidez imperdonable. No podía hacerlo. No podía caer de nuevo bajo su hechizo. Ya no era la misma chica ingenua de antaño. En esa ocasión sabía que si tenían otra aventura acabaría del mismo modo. Ningún susurro ni alabanza cambiaría la realidad: Pedro vivía para ser libre, y ella vivía para hacer lo más llevadera posible la vida de su madre... O lo que quedaba de ella. Sus objetivos nunca serían los mismos. Cuando sus labios estuvieron a punto de rozarse, se retorció para soltarse y retrocedió unos pasos.


–Paula...


No soportaba la confusión que despedían los ojos de Pedro, de modo que hizo lo único que podía hacer. Se dió medio vuelta y echó a correr.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 31

A la mañana siguiente Paula tuvo que reconocer que Pedro había acertado al insistir en que pasara la semana en Torquay. Llevaba tres horas trabajando sin parar en el balcón, donde la vista y la brisa marina inspiraban sorprendentemente su creatividad. Se le ocurrieron algunas ideas muy interesantes para la página web de la escuela, que desarrollaría ampliamente cuando él la llevara a conocer las instalaciones aquella tarde. También la había ayudado el hecho de que no la hubiera molestado en toda la mañana. No deseaba tenerlo merodeando por su lugar de trabajo después de la confesión de la noche anterior. En la intimidad del crepúsculo le había parecido lo correcto hablarle de su madre, pero bajo la implacable luz del sol, y después de una noche sin apenas pegar ojo, no quería enfrentarse a él. Las confesiones alimentaban las relaciones íntimas, y eso era algo que quería evitar a toda costa con Pedro. Después de su ruptura le había puesto la misma etiqueta que a su padre: Un hombre egoísta y egocéntrico que satisfacía sus caprichos sin preocuparse por nadie más. Y sin embargo, la forma en que la había consolado la noche anterior, respetando su estado de ánimo y su silencio, le había hecho replantearse la pobre opinión que tenía de él. 


Oyó unas risas procedentes de la playa y se protegió del sol con los ojos para mirar hacia la orilla. Un grupo de jóvenes rodeaba a Pedro, con sus tablas de surf clavadas verticalmente en la arena como erguidos centinelas. Él estaba en el centro, señalando el mar y haciendo algunas demostraciones técnicas mientras los adolescentes se daban codazos y empujones para estar lo más cerca posible de su ídolo. Se avergonzó de sí misma por haber pensado tan mal de él. Un hombre egoísta no emplearía su precioso tiempo en hablar con unos críos. Un hombre egoísta no la habría consolado como lo hizo la noche anterior. Sintiéndose culpable, cerró la página web de la escuela, recogió sus papeles y lo metió todo en la casa. Otra ventaja de trabajar allí era que podía dar un paseo por la playa cada vez que necesitaba despejarse. Y en aquellos momentos quería hacerle ver a Pedro que no lo consideraba tan malo. Se quitó las sandalias y se deleitó con la sensación de la arena en la planta de los pies mientras caminaba hacia él. Cuanto más se acercaba, mejor podía ver las expresiones de admiración en las caras de los jóvenes y oír lo que Pedro les explicaba. Nunca lo había visto tan animado, lo que la hizo preguntarse por qué se había mostrado tan reticente con sus hermanos. Acabadas las explicaciones, los muchachos profirieron un grito de júbilo y agarraron sus tablas para echar a correr hacia el agua. Pedro los observó con un brillo de orgullo y satisfacción.


–¿Has visto eso? –le preguntó a Paula cuando ella llegó a su lado.


–Esos chicos te ven como un dios del surf...


–Solo les he dado unos cuantos consejos básicos, pero la forma en que han respondido... –sacudió la cabeza y miró los cuerpos enfundados en neoprenos que remaban sobre las tablas–. Estaban ansiosos por saberlo todo sobre la escuela de surf y van a contárselo a sus amigos.

miércoles, 21 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 30

Ella negó con la cabeza, agradecida por la mano que la agarraba. De otro modo se habría refugiado en su habitación y no habría salido durante días.


–Al principio los médicos le dieron tres años. Lleva siete.


Pedro hizo rápidamente los cálculos.


–¿Te enteraste poco después del viaje a Europa?


Ella asintió, recordando las consecuencias del terrible diagnóstico. A pesar del modo en que habían terminado, ¿Habría reservado un vuelo para reunirse con Pedro si su madre no hubiese caído enferma? ¿Habría llevado una vida de sol, playa y surf en vez de confinarse a una minúscula oficina alquilada? ¿Habría sido feliz, ignorando que tal vez portara un gen defectuoso, y teniendo hijos con él? Era una idea absurda. Pedro no había querido nada serio con ella, y mucho menos tener hijos.


–¿Tu madre sigue la fisioterapia y la terapia funcional pertinentes para conservar el máximo de movilidad posible?


–Sí, pero la atrofia muscular avanza muy rápido.


¿Cuántas veces había masajeado los consumidos músculos de su madre con la esperanza de que se regeneraran milagrosamente? Incontables. La imagen de Alejandra apagándose ante sus ojos le partía el corazón.


–Está confinada en una silla de ruedas, aunque en la residencia donde está alojada la cuidan muy bien.


–El personal de esas instalaciones merecería una medalla por lo que hacen.


–¿Cómo sabes tanto sobre el tema?


–Una vez patrociné una organización benéfica para los enfermos de Lou Gehrig en Los Ángeles, y procuré documentarme bien sobre el tema antes de acudir a la recaudación de fondos.


Paula lo miró con interés. Muchos deportistas de élite patrocinaban eventos benéficos, pero dudaba que fueran muchos los que se preocuparan por conocer los detalles.


–¿Hay algo que pueda hacer?


Ella negó con la cabeza, conmovida por el ofrecimiento.


–Gracias, pero ya lo tengo todo cubierto.


O al menos lo tendría cuando recibiera sus honorarios por aquella campaña promocional. Y para ello debía volver al trabajo, por mucho que deseara permanecer en aquella deliciosa intimidad con el hombre al que una vez amó de corazón.


–Deberíamos volver al trabajo...


–Mañana –dijo él. Se acercó a ella y le pasó un brazo por los hombros–. No hemos parado de trabajar desde que llegamos ayer.. Vamos a tomarnos esta noche libre.


Una noche de descanso sonaba bien, aunque no había nada tranquilizador en estar acurrucada contra el hombro de Pedro. Debería apartarse, entrar en la casa y seguir trabajando en la página web, pero lo que hizo fue relajarse y saborear el momento. Él la besó en el pelo y ella suspiró, agradecida por la sensibilidad que demostraba al no hacerla hablar. Además, ya había hablado bastante. A ninguno de los otros hombres con los que había salido les había contado nada sobre su madre. No les había permitido acercarse lo suficiente. Y sin embargo, en dos días había dejado que Pedro volviera a entrar en su vida... Y en un pequeño rincón de su corazón.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 29

 –¿Por qué?


–¿A qué vienen todas estas preguntas? –dejó la taza en la mesa más cercana. Las manos le temblaban–. Siento decepcionarte, pero no voy a decirte que he permanecido sola todos estos años por tí.


Los ojos de Pedro se abrieron desorbitadamente en una mueca de horror.


–¡Yo no quiero eso! –se frotó la nuca en un gesto familiar–. Pero tengo la impresión de que nos estamos evitando. Trabajamos, charlamos de vez en cuando y nos retiramos a nuestras habitaciones, nada más. Pero verte con Violeta me hizo pensar...


Paula no debería preguntárselo. No debería, no debería, no debería.


–¿Pensar en qué?


Sí, se lo había preguntado.


–En cómo era posible que la mujer tan hermosa y apasionada que conocí en Capri no tuviera algo serio con algún tipo listo.


«¿Con alguien más listo que tú?», quiso preguntarle, pero contó en silencio hasta cinco antes de decir nada.


–A lo mejor no quiero tener nada serio con nadie... ¿No se te ha ocurrido que puedo estar muy contenta con mi vida tal como es?


–¿Lo estás?


Paula se puso tensa cuando él alargó la mano y la tocó entre lascejas con la punta del dedo.


–Porque este ceño fruncido me dice lo contrario...


Conmovida e irritada a partes iguales por su perspicacia, le apartó la mano.


–¿Desde cuándo eres tan observador?


–¿La verdad?


Ella agarró la taza y tomó un sorbo lentamente mientras asentía.


–Con Violeta te brillaba tanto la cara como en Capri. Alegre y despreocupada, como si nada te afectase –la miró atentamente, como si buscase su aprobación para continuar–. Al principio creía que estabas molesta conmigo y por la forma en que te traté, pero luego me dí cuenta de que hay algo más –le agarró la mano y se la apretó antes de que ella pudiera protestar–. Sabes que puedes contármelo, ¿Verdad?


Oh, oh... Paula podía lidiar con el Pedro burlón y seductor, pero con aquella nueva versión más sensible y empática ya no estaba tansegura.


–Deberíamos acabar la página principal de la web...


Él le apretó la mano con más fuerza.


–Cuéntamelo.


–Vaya, qué mandón eres, ¿No? –respiró profundamente. 


No quería contárselo, pero sabía que no la dejaría en paz hasta que lo hiciera. En Capri había sido igual, atosigándola para que cenara con él y para pasear después por la playa a la luz de la luna. Sus miradas intensas y sus arrebatadoras sonrisas habían demostrado ser irresistibles. Y de nuevo se repetía la historia.


–Se trata de mi madre –le confesó–. Padece esclerosis lateral amiotrófica.


El horror y la tristeza se reflejaron en las facciones de Pedro.


–Lo siento, cariño...


–Yo también –se mordió el labio e intentó contener el escozor de los ojos. 


Había derramado suficientes lágrimas para anegar Australia, pero eso no cambiaba nada. La espantosa enfermedad estaba consumiendo el sistema nervioso de su madre, neurona a neurona.


–¿No se puede hacer nada?

Has Vuelto A Mí: Capítulo 28

No podía claudicar. Sabía muy bien que para Pedro la seducción era algo tan sencillo y natural como pillar una ola. Ella se había dejado embaucar una vez y su decepción había sido mayúscula. Conocía bien aquella sensación. Miguel Chaves se había encargado mejor que nadie de avivar sus esperanzas para luego defraudarla. Tampoco le gustaban nada los destellos de admiración que había advertido en los ojos de Pedro, cuando ella jugaba al ajedrez con Tomás o cuando hacía limonada para Violeta. Él la había mirado de aquella manera en Capri, como si fuera la única mujer de la Tierra, pero Paula no podía arriesgarse otra vez con él. Ya se sentía demasiado frágil y castigada por la enfermedad de su madre. Vivir el presente era una cosa. Exponerte a que le rompieran el corazón era otra. Si había accedido a acompañarlo a la boda era para que hubiese paz entre ellos y así poder acabar con el proyecto cuanto antes. En cuanto a los besos... Mejor no pensar en ellos y en lo viva que la hacían sentirse.


–Sí, Viole es la mejor –corroboró Pedro–. Pero Federico y Tomás... No tanto.


–Tu madre debió de tener mucho trabajo con tres hijos varones.


Pedro se puso visiblemente rígido, como si ella le hubiese hecho una pregunta muy personal en vez de un comentario informal.


–Sí, siempre estaba encima de nosotros.


Paula quería preguntarle por sus padres y por su infancia, pero la expresión de Pedro no invitaba a ello. Estaban cómodamente recostados en sendos sofás, después de que ella hubiese evitado deliberadamente el sofá de dos plazas, en el balcón acristalado con vistas al crepúsculo. El ambiente era propicio para una conversación personal, pero no así la frialdad de Pedro. Y entonces él la sorprendió con una pregunta íntima. O mejor dicho, incómoda.


–¿Quieres tener hijos?


–No estoy segura –rodeó la taza del café con las manos con la esperanza de que su calor derritiera la tenaza de hielo que le oprimía el corazón.


Después de los análisis genéticos, cuando se comprobó que no portaba el gen alterado, pidió ayuda psicológica para controlar las emociones que la desbordaban: Alivio, culpa, felicidad, miedo... Pero durante todos esos años no consiguió erradicar el temor de que los médicos se habían equivocado y que acabaría desarrollando la enfermedad. Niños sanos. Pero ¿Por qué tentar la suerte cuando ya había sufrido bastante?


–¿No se te ha presentado la oportunidad?


Paula miró a Pedro, sorprendida por su interrogatorio.


–Si me preguntas si he tenido alguna relación seria desde Capri, la respuesta es no. De vez en cuando salía con alguien, pero nada más.


Pedro no se inmutó ni apartó la mirada.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 27

Federico no creía en las historias de amor ni los finales felices, por lo que aquella extraña alusión al destino activó las alarmas de Pedro.


–Creo que pasas mucho tiempo leyéndole cuentos de hadas a Violeta –le respondió en tono arisco. 


Fue un error, porque su reacción incrementó las sospechas de Federico.


–Solo estoy expresando una opinión imparcial...


Paula hizo un gesto triunfal cuando Tomás se equivocó al mover su reina. Violeta lanzó una exclamación de júbilo y ella la imitó, sorprendiendo a Pedro con sus muestras de entusiasmo. El día anterior la había visto tan concentrada en el trabajo y poco más que había olvidado lo divertida, radiante y encantadora que podía ser. Bueno, en realidad no lo había olvidado. Más bien había empujado los recuerdos al fondo de su mente para tratar de ignorarlos. Si se permitía revivir la breve pero maravillosa experiencia de Capri, acabaría sufriendo sin remedio.


–Como le digas a nuestros padres que está aquí, lo lamentarás –le advirtió a Federico.


Un brillo de malicia se encendió en los ojos de su hermano.


–Te propongo lo siguiente: No diré nada si tú reconoces que todavía te gusta...


La respuesta de Pedro fue agarrarlo por el cuello y enzarzarse en un combate amistoso de lucha libre. Violeta no tardó en unirse a la pelea y saltó a la espalda de su padre gritando de alborozo, pero nada podía distraer a él de la inquietante verdad. Aún deseaba a Paula. Y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.




–Al fin tranquilos –dijo Pedro, ofreciéndole un café a Paula en el balcón.


–Tus hermanos son muy simpáticos, y Violeta es encantadora – comentó ella, echándole una cucharada más de azúcar al expresso.


Necesitaba la dosis de cafeína y calorías después de haber visto a Pedro en un ambiente familiar. Él nunca le había hablado de su familia. Era el solitario por excelencia que se paseaba libremente por la vida sin comprometerse con nada ni con nadie, salvo su pasión por el surf. Por ello se había quedado descolocada al verlo hablar con sus hermanos. Al principio se había mostrado muy reservado, como si no quisiera tenerlos en casa. Cuando ella entró en la cocina después de su paseo fue como si se topara con una pared de cristal. La tensión se palpaba en el aire y en la expresión de Pedro. Paula consiguió ocultar su incomodidad con una actitud afable y locuaz, lo que pareció irritar aún más a Pedro. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Acaso no quería que su acompañante para la boda se comportara con naturalidad en presencia de su familia? Otra cosa que la descuadró fue lo unido que estaba a su sobrina. Nunca había creído que a Pedro le gustaran los niños, pero al verlos a ambos haciendo un rompecabezas sintió que se le desataban unas emociones en el pecho a las que prefería no enfrentarse. No quería recordar lo atento y cariñoso que había sido Pedro en Capri. Como tampoco quería reconocer que su implacable seducción iba minando lenta pero inexorablemente su resistencia.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 26

Corrección, después de cómo él había acabado las cosas entre ellos. Federico lo apuntó con la cerveza.


–Dice mucho que sea ella la primera mujer que te traes a casa.


–Es conveniente para el trabajo, nada más.


–Claro, claro...


Paula tuvo que elegir aquel momento para entrar por la puerta trasera, con las mejillas rosadas y el pelo alborotado por el viento.


–Oye, Pedro, hay un coche estacionado... –se calló al ver a Federico, pero enseguida avanzó hacia él con la mano extendida–. Tú pareces una versión mejorada de Pedro, así que también debes de ser un Alfonso.


Federico se echó a reír y le estrechó la mano.


–Me gusta –le dijo a Pedro, quien la lanzó una mirada asesina.


–Paula, te presento a Federico, mi hermano mayor.


Una sonrisa juguetona curvó los labios de Paula mientras miraba a Federico. Pedro sintió una dolorosa punzada en el pecho. A él no le había sonreído así desde que llegaron a Torquay.


–Encantada de conocerte.


–Ven a conocer a mi hija... y a Tomás, el novio.


–¿Tienes una hija? Eso es genial –Paula lo acompañó al salón y Pedro los siguió, cada vez más contrariado.


Pero lo peor fue cuando Violeta se lanzó a los brazos de Paula para abrazarla efusiva y espontáneamente, como a Pedro le habría gustado que hiciera con él al abrirle la puerta. Callie siguió comportándose con toda naturalidad y saludó a Tomás, cuya bobalicona sonrisa era semejante a la de Federico. Magnífico. Dos Alfonso rendidos a sus pies. O tres, si se contaba a él mismo. Por mucho que intentara negarlo, Paula ejercía una fascinación imborrable en los hombres. Apartó la mirada de la cautivadora escena de Paula riéndose con Violeta y se encontró con la mueca satisfecha de Federico.


–Dime, ¿Cómo es posible que una mujer tan increíble estuviera con un idiota como tú? ¿Y cómo pudiste dejarla escapar?


«Estuviera»... Ya no lo estaba. Su hermano había acertado al hablar en pasado, y eso lo irritaba aún más.


–Olvídame –masculló en voz baja, lo que hizo sonreír más a Federico.


–Sabes que no me creo toda esa basura romántica después de lo que me hizo Martina, pero ¿Te has parado a pensar que este reencuentro quizá signifique algo?


Pedro miró con asombro a su hermano. Federico había renunciado a sus sueños por Martina, una fanática del surf que se quedó embarazada a propósito para cazarlo. Él abandonó su carrera de surfista para casarse con ella, quedarse en Torquay y criar a Violeta. Un año después Martina lo abandonó, dejándolo con una niña pequeña y un profundo resentimiento.

lunes, 19 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 25

Pedro quiso defender a esas pobres mujeres a las que su hermano acababa de criticar con tanta crueldad, pero por desgracia no podía refutarlo. Las mujeres que había llevado a casa eran exactamente como Federico las había descrito, y en nada se parecían a Paula.


–No es real, ¿Verdad? –insistió Federico, siguiéndolo a la cocina–. Te lo has inventado todo para que mamá te deje en paz y no intente emparejarte con alguna chica del pueblo.


Pedro le entregó una cerveza, abrió otra para Tomás y un refresco de naranja para Violeta.


–Es real. Y la conocerás en la boda, como todo el mundo.


–¿Seguro que no tiene dos cabezas?


–Créeme, Paula es una mujer muy...


–¿Paula? ¿La Paula?


Federico bajó la cerveza y miró con curiosidad a Pedro, mientras él se maldecía en silencio por aquel desliz. No quería revelar la identidad de Paula antes de la boda, y mucho menos a Federico, el único Alfonso que sabía lo cerca que había estado de abandonar su sueño por ella. Se lo había contado cuatro años antes, sentado en la terraza de Federico, después del divorcio de este. Había sido una noche horrible. Su hermano estaba terriblemente deprimido, Tomás estaba borracho y era incapaz demanejar la situación, y Pedro se sentía como un marginado. Federico y él casi llegaron a las manos y aquel desahogo de furia y testosterona había abierto una estrecha vía a la verdad. Federico y Tomás le contaron entonces cómo su padre les había hecho jurar que guardarían el secreto. Ellos no querían hacerlo, pero tampoco querían causarle más disgustos a Horacio en su delicado estado de salud. Pedro comprendía su razonamiento, y tal vez él hubiera hecho lo mismo, pero seguía sin poder aceptar y comprender que lo hubieran echado de la familia. Cuando los ánimos se calmaron se pusieron a hablar del divorcio de Federico, quien seguía recriminándose haber perdido la cabeza por una mujer. Una cerveza siguió a otra y él cometió el error de hablarle de Paula para intentar que se sintiera mejor. «No eres el único. Todos hemos hecho tonterías por alguna mujer de vez en cuando». Se lo había contado todo sin sospechar que algún día se arrepentiría de ello.


–Al final resultó que la gerente de marketing con la que trabajaba on-line es Paula. No tenía ni idea hasta que nos reunimos en Melbourne para concertar la campaña promocional de la escuela de surf. Ha venido para ocuparse de ello durante una semana, y me pareció lógico que me acompañara también a la boda. Eso es todo – acabado su pequeño discurso tomó un largo trago de cerveza, preguntándose a quién intentaba convencer, si a sí mismo o a Federico.


El día anterior había sido una tortura, viendo como Paula volvía a brillar mientras le exponía sus ideas. Había atisbado a la mujer radiante y pasional por la que una vez se volvió loco, pero por desgracia ella reservaba su entusiasmo únicamente para el trabajo. Tras el beso en la playa Paula había adoptado una actitud más amistosa, pero guardando las distancias. Una barrera invisible seguía separándolos, y Pedro no tenía esperanzas de traspasarla después de cómo habían acabado las cosas entre ellos.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 24

La niña frunció el ceño, pero el brillo de curiosidad en sus ojos inocentes y confiados conmocionó a Pedro. Era imposible ocultarse mucho tiempo de aquellos ojos. Lo veían y se daban cuenta de todo, como el hecho de que se estuviera comportando como un imbécil al no invitar a sus hermanos. Abrió los brazos y vió la indecisión en su rostro antes de separarse lentamente de las piernas de Federico. Se quedó inmóvil, dudando, y a Pedro lo invadió la tristeza. No debería ser así. Su propia sobrina tratándolo como si fuera un extraño. Y lo peor era que él lo había provocado con su estúpido orgullo. Esperó, observando a Violeta, intentando hacerle ver lo mucho que deseaba su abrazo. Tras otro interminable segundo, la niña se arrojó finalmente a sus brazos y soltó un profundo suspiro de alivio.


–¿Dónde has estado? –le preguntó ella al soltarlo y echarse hacia atrás–. Ya nunca vienes a verme.


Pedro se encogió de vergüenza y buscó alguna respuesta que no sonara a excusa patética, pero Federico se le adelantó.


–Ya sabes que tu tío viaja mucho, cariño. Tenemos suerte de poder verlo cuando tiene tiempo.


El comentario mordaz de Federico fue como un mazazo.


–Al menos siempre me trae un regalo –dijo Violeta, y pasó corriendo junto a él para dirigirse hacia el tablero de ajedrez de la esquina.


–Compórtate, Viole –la reprendió su padre. 


Entró tras ella y miró a su alrededor en busca de Paula.


–No has podido mantener la boca cerrada, ¿Eh? –le reprochó Pedro a Tomás–. Cuando estuvimos haciendo surf el otro día me dijiste que mantendrías los labios sellados.


Su hermano menor sonrió.


–Fede me amenazó con darme una paliza, y como él está en casa mucho más que tú, no me quedó más remedio que ceder. Genial, otra referencia a su absentismo.


–¿Dónde está? –quiso saber Federico, metiéndose las manos en los bolsillos.


–¿Quién?


–La mujer misteriosa, naturalmente. Cada vez que vienes a casa para tu visita navideña obligatoria, tu acompañante de turno se queda en el pueblo. El hecho de que se aloje aquí resulta, cuanto menos, sospechoso. Queremos cerciorarnos de que no sea un bicho raro con dos cabezas, ya que hay que estar bastante loca para vivir contigo.


El sarcasmo de su hermano ayudó a aliviar la tensión.


–¿Una cerveza?


–Claro.


Pedro no quería que se quedaran lo suficiente para conocer a Paula, quien había salido a dar un paseo por la playa para despejarse después de una maratoniana mañana de trabajo. Pero Federico tenía razón: Ya apenas veía a sus hermanos, y aunque estos habían sido cómplices en la decisión para mantener la verdad en secreto, echaba de menos su antigua camaradería.


–Cada año traigo una mujer a casa. Esta no es diferente al resto –el corazón le dio una sacudida por la flagrante mentira.


–¿Quieres decir que has dejado que una muñeca de plástico, más falsa que Judas y delgada como un palillo, comparta tu escondrijo? –preguntó Federico con sorna–. No me lo creo.


Has Vuelto A Mí: Capítulo 23

Paula era una mujer muy natural y simpática, no altanera y estirada como él quería que fueran las mujeres que llevaba a casa de sus padres. Quería que sus padres las vieran con malos ojos y que guardaran las distancias. De eso se trataba. Pero ¿Y si caían rendidos ante ella como le había ocurrido a él? Todo su plan se iría al garete. Por si acaso tenía que impedir que los Alfonso la conocieran hasta la boda, y hasta el momento lo había conseguido. La noche anterior habían estado discutiendo las ideas de Paula para la página web de la escuela de surf mientras tomaban unas pizzas caseras con cerveza. Se sentía muy cómodo con ella, y eso lo asustaba. Nunca había tenido a una mujer viviendo en su casa. Aquel era su santuario, el refugio donde podía esconderse de los fans y los medios de comunicación. Nadie sabía que vivía allí, salvo su familia. Y en aquel momento había varios miembros de su familia llamando a su puerta. Abrió la puerta mientras maldecía en voz baja y fulminó a Tomás y a Federico con la mirada. Pero lo peor fue cuando vió a Violeta, su sobrina de seis años, mirándolo con sus grandes ojos azules desde detrás de las piernas de su padre. De todos los Alfonso, era ella la que peor lo hacía sentirse por estar siempre lejos de casa. La niña era demasiado pequeña para comprender lo que ocurría, pero siempre lo dejaba con un nudo de culpa en el estómago. Con tres años le sacaba la lengua a la acompañante de turno y le suplicaba reiteradamente que le enseñara a hacer surf. Él siempre respondía con la misma excusa... «Solo voy a estar aquí dos días, tal vez la próxima ocasión». Con cuatro años metió un bicho en el bolso de la acompañante y un cangrejo ermitaño en su carísimo zapato, y a Pedro le echó en cara que aún no le hubiese enseñado a hacer surf. Con cinco años se había burlado de la acompañante por su pelo «Demasiado amarillo» y su pintalabios «Demasiado rojo», y había dejado de pedirle que le enseñara a hacer surf.


Pedro debería haberse alegrado, pero en vez de eso se le partió el corazón cuando se despidió de ella hasta su próxima visita. Violeta no tenía la culpa de los problemas con el resto de la familia, pero  tenía miedo. Si permitía que Violeta se acercara demasiado tal vez el resto hiciera lo mismo. Y entonces podrían volver a despreciarlo, igual que hicieron ocho años antes. Cada visita a casa era siempre igual. La tensión inicial entre sus hermanos y él pronto se diluía en burlas y charlas, su madre lo atosigaba con lo mismo de siempre y con su padre seguía existiendo la misma rigidez. Necesitaba contar con la seguridad que le proporcionaría la presencia de Paula, pero quizá en aquella ocasión se tragara el orgullo y diera el primer paso. Había querido hacerlo otras veces, pero cuando se disponía a sacar el tema se daba cuenta de que dos días no eran tiempo suficiente para compensar todos los años perdidos. Aquel año se quedaría una semana. No tenía excusa.


–Hola, Viole –la saludó, agachándose ante ella–. Cuánto tiempo sin verte.


Has Vuelto A Mí: Capítulo 22

 –¿Sinceramente? Quería decírtelo, pero tus reacciones no invitaban a ello y opté por el camino fácil ¿Me perdonas?


–Lo pensaré –dijo ella con voz fría, aunque sus labios se curvaron en un atisbo de sonrisa.


–¿Tan difícil es ser mi acompañante por una noche?


–Teniendo en cuenta que ya no te conozco, sí.


–Eso tiene fácil solución –replicó él, y sin pensarlo dos veces la besó.


No fue como el beso que le había dado osadamente en el coche para demostrar que estaba en lo cierto. En esa ocasión sintió que estaba haciendo lo correcto al besarla. Ella se resistió al principio, pero él la sujetó con firmeza y supo en qué momento exacto cedía. Los labios de Paula se relajaron y emitieron un gemido casi inaudible, pero bastó para que Pedro la besara con más intensidad y siguiera haciéndolo hasta que el fragor que rugía en sus oídos fue más fuerte que el sonido de las olas rompiendo a escasos metros de sus pies. No tenía ni idea de cuánto duró el beso. Unos segundos. Una eternidad. Pero no le gustó que acabara.


–Tienes que dejar de hacer esto –le recriminó ella, empujándolo con fuerza.


–Lo siento –se disculpó él, pero los dos sabían que no era una disculpa sincera.


–Te lo digo en serio –le golpeó el pecho con un dedo–. Déjalo ya, ¿De acuerdo?


–Soy un hombre que actúa por impulso... ¿Qué quieres que haga?


–¿Quieres que te acompañe a la boda?


–Sí.


–Pues entonces nada de tonterías –bajó la mirada a sus labios y la mantuvo allí unos instantes–. Esta campaña significa mucho para los dos, así que vamos a centrarnos en el trabajo, ¿De acuerdo?


–De acuerdo –no pudo reprimirse a acabar la conversación con una nota de frivolidad–. Con este beso tal vez quería demostrarte que no te supondrá mucho sacrificio fingir que eres mi novia en la boda...


–Eres imposible –se levantó y se sacudió la arena del trasero, pero no antes de que él alcanzara a ver un destello de sonrisa.



Pedro no quería que su familia supiera nada de su invitada por el momento. La boda navideña ya sería bastante horrible sin necesidad de que las hordas de los Alfonso invadieran su casa para conocer a Paula. Se había dado cuenta muy rápido que, a pesar de ser una chica de Melbourne, no se parecía en nada a sus ligues habituales. Ella no necesitaba una tonelada de maquillaje antes de dejarse ver por la mañana, ni un alisador para el pelo ni el nombre de la manicura más cercana. Tampoco arrugaba la nariz con disgusto ante la perspectiva de pasear por la playa y echar a perder su pedicura. Tal vez hubiera cometido un error al pedirle que lo acompañara a la boda, porque desde donde estaba sentado, mirando a lo lejos, con el pelo de Paula ondeando tras él, se preguntaba si sería una garantía suficiente.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 21

 –Huele muy bien –dijo ella, sentándose junto a él en la manta–. Pero dijiste que no íbamos a sentarnos.


–Un simple detalle sin importancia –empujó el recipiente hacia ella–. Come.


Los dos dieron buena cuenta de la comida en un agradable silencio. Pedro no había pretendido que fuese un almuerzo romántico, pero se respiraba una confortable intimidad por el pasado que habían compartido. A él lo sorprendió aquel ambiente tan relajado después de que Paula se mostrara tan reticente para acompañarlo, y pensó que era el momento propicio para soltar la bomba.


–Tengo que pedirte un favor.


Paula se lamió la sal de los dedos... Un gesto inofensivo e inocente que, sin embargo, a Pedro le provocó una incómoda reacción en la entrepierna.


–¿De qué se trata?


Ahora o nunca.


–Mi hermano menor, Tomás, se casa en Navidad y me gustaría que me acompañaras a su boda.


Ella lo miró boquiabierta y con los ojos muy abiertos.


–¿Me estás pidiendo que sea tu pareja? –por la forma en que lo dijo parecía que Pedro le hubiera pedido que nadara desnuda entre tiburones hambrientos.


–No vamos a volver hasta Navidad, y no tiene sentido que pases sola la Nochebuena. Por eso pensé que a lo mejor te gustaría asistir a la fiesta.


–No tengo nada que ponerme –espetó ella con una mueca de espanto.


–Hay un par de tiendas en el pueblo, aunque será una fiesta bastante informal.


–Veo que has pensado en todo, ¿No? –entornó amenazadoramente la mirada–. ¿Por qué no me lo preguntaste antes de venir?


–Porque sabía que entonces no vendrías.


Paula apretó con fuerza la lata de refresco que tenía en la mano, haciéndola crujir.


–¿La campaña promocional solo era una excusa?


–Claro que no. Necesito promocionar mi escuela de surf y tú eres la persona indicada para ello –probó a sonreír–. Pero se me ocurrió que podríamos matar dos pájaros de un tiro.


–Yo sí que podría matarte a tí –masculló ella. Dejó la lata en la arena y juntó las rodillas al pecho–. No me gusta que me traten como si fuera tonta.


–Sabes muy bien que no es así.


Ella apoyó la mejilla en las rodillas y lo miró de reojo.


–¿Cómo voy a saberlo? Hace ocho años que no te veo.


Pedro se acercó y le pasó un brazo por los hombros, sorprendiéndose cuando ella no intentó apartarlo.

lunes, 12 de mayo de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 20

No debió de ser muy convincente, porque él volvió a atacar.


–Pero una vez que hayamos resuelto el trabajo... ¿Quién sabe lo que podrá pasar?


Paula puso una mueca y no se dignó a responder, pero la risa de Pedro la acompañó hasta su habitación. Necesitaba espacio, tiempo y recordarse a sí misma por qué era tan mala idea trabajar con un seductor errante. Porque, en aquel momento, corría el peligro de olvidarlo. 


Después de lo que había sufrido con su familia, Pedro no toleraba la hipocresía ni la falsedad. Tenía que contarle la verdad a Paula y explicarle lo que realmente esperaba de ella para la boda de su hermano. Hacía tres horas que habían llegado y se había encerrado en su habitación con el pretexto de deshacer el equipaje y trabajar un poco con el ordenador portátil. Pero él sabía cuál era la verdadera razón. El beso en el coche tal vez hubiera sido una demostración, pero a lo largo del camino se había transformado en algo más para ambos. Estaba tan furioso por la frialdad de Paula que había buscado la chispa oculta... Y la había encontrado. Pero también había encontrado la suya propia, y su sorpresa no podía ser mayor. Le había pedido que la acompañara a Torquay por el trabajo y por la boda. Nada más. Sin embargo, una pasión latente ardía entre ellos... Esperando a ser liberada. Y si eso ocurría todo se complicaría. Lo mejor era dar un paso atrás y simplificar las cosas, empezando por confesarle el verdadero motivo de su estancia. Llamó un par de veces a la puerta de su habitación.


–La comida está lista.


La puerta se abrió mínimamente y Paula asomó la cabeza. ¿Pensaría acaso que él querría violarla allí mismo si le dejaba ver su cama? Bien pensando, no estaría mal...


–¿Puedo comer en otro momento?


Pedro suspiró.


–Necesito que mi gerente de marketing esté en plena forma, y eso significa no saltarse ninguna comida... Por muy desagradable que te resulte mi compañía.


–No es eso –dijo ella, poniéndose colorada–. Acostumbro a tomar algo de picar en la oficina de vez en cuando y no me siento a comer muy a menudo.


–Por suerte para tí no vamos a sentarnos –la agarró de la mano y tiró con fuerza para vencer su resistencia–. Solo vamos a tomar pescado con patatas fritas en la playa. Podrás volver a tu ordenador en media hora.


La expresión de Paula se suavizó.


–Dame cinco minutos y nos vemos fuera.


–¿Es una artimaña para que te suelte la mano y puedas salir corriendo?


Paula dejó escapar una risita.


–Es una artimaña para ir al cuarto de baño. No tengo intención de escapar, te lo prometo.


–En ese caso, te espero abajo –le apretó la mano antes de soltarla–. Pero si tardas más de cinco minutos me quedaré con el mejor trozo de pescado.


–Hecho.


Por suerte solo lo tuvo esperando tres minutos. Pedro apenas tuvo tiempo para extender la manta sobre la arena antes de que ella llegase corriendo a la playa. Ahogó un gemido de admiración al verla con el pelo recogido a la nuca y se puso a desenvolver el pescado a la parrilla, las patatas fritas, la sal y las rodajas de limón. Si no ocupaba las manos en algo no podría resistir la acuciante necesidad de estrecharla en sus brazos.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 19

Tal vez Paula no hubiera podido pensar con claridad desde que Pedro entró en su despacho el día anterior. Se había quedado perpleja por la familiaridad que le demostró, por su disparatada sugerencia para vivir juntos durante una semana y por su ultimátum para aceptar o perder el proyecto. Además estaba preocupada por tener que dejar a su madre durante la semana previa a la Navidad. Todo eso junto explicaba su aturdimiento y que el beso de él la hubiera pillado completamente desprevenida. Él la había besado por pura frustración, nada más, pero ¿Cuál había sido su respuesta? A pesar de su férrea actitud, había bastado un simple beso para echar por tierra sus defensas. Había guardado silencio casi todo el trayecto, fingiendo que tomaba notas para la campaña. Necesitaba algo en qué concentrarse, aparte del hormigueo de sus labios. Pedro había respetado su silencio hasta que estuvieron a unos treinta kilómetros de su destino. Finalmente llegaron a Torquay y ella no pudo creer lo que veían sus ojos cuando se detuvieron ante lo que él se había referido como su «Chabola playera». Aquel lugar no era ninguna chabola. Para empezar, era enorme. El salón con las paredes de cristal era tan grande como su departamento y ofrecía unas vistas espectaculares del mar de Tasmania. Las alfombras azules sobre la reluciente tarima del suelo, los sofás de gamuza de color arena, las mesitas de cristal... Todo rezumaba elegancia y buen gusto, muy lejos de la chabola de troncos que ella se había imaginado. El Pedro que conoció en Capri no le había parecido un tipo materialista, pero quizá la fama y el surf profesional lo habían cambiado.


–Dejaré tus cosas en la habitación de invitados, la primera puerta a la derecha –dijo él, andando detrás de ella sin apenas hacer ruido con sus pies descalzos. Se había quitado los zapatos nada más abrir la puerta y meter el equipaje.


Otra cosa que Paula recordaba de él era su aversión por el calzado. En Capri casi siempre estaba descalzo, ya que se pasaban la mayor parte del tiempo en la playa. A ella le gustaba verlo descalzo.  Sus pies eran tan sexys como el resto de su cuerpo.


–Gracias.


–Es la habitación contigua a la mía, por si te lo estás preguntando –añadió él, meneando las cejas.


–No me lo estaba preguntando.


–Mentirosa –se enrolló un mechón de su pelo en el dedo y tiró suavemente.


Paula sabía lo que estaba haciendo. Coqueteaba con ella para hacerla sonreír, pero no iba a seguirle el juego después de haberse besado en el coche.


–¿Qué ha sido de la conversación que mantuvimos en el coche sobre concentrarse en el trabajo?


El dedo de Pedro le rozó el cuero cabelludo y siguió por la línea del cabello, la sien y detrás de la oreja. Paula tuvo que sofocar un arrebato de deseo. Él la había besado muchas veces en aquel punto particularmente erógeno.


–Admítelo. Aún sientes algo... Igual que yo.


–Eso no significa que vayamos a hacer nada.


Esperaba que él le preguntara por qué y que socavara su raciocinio con una de sus encantadoras sonrisas, pero lo único que hizo fue dejar de tocarla y asentir seriamente.


–Tienes razón. Tenemos mucho trabajo que hacer y será mejor no distraerse.


–En efecto –corroboró ella, intentando ocultar su decepción.

Has Vuelto A Mí: Capítulo 18

Pedro no había pensado, punto. Había actuado por impulso y tendría que vivir con las consecuencias. Durante los próximos siete días estaría recordando su sabor a chocolate y café...


–Supongo que estaba irritado por tu actitud y he querido descolocarte un poco.


Tanto como ella lo seguía descolocando a él. Esperaba una reacción indignada o cuanto menos de indiferencia, pero no que se derrumbara ante sus ojos.


–Por Dios, ¿Estás llorando?


Intentó abrazarla, pero se detuvo cuando ella se apartó. Paula se secó los ojos con la mano y se giró para mirar por la ventanilla.


–No es por tí. Estoy pasando por una situación difícil.


Pedro nunca la había visto tan débil y vulnerable, y tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no estrecharla en sus brazos.


–¿Hay algo que pueda hacer?


–Sigue comportándote como un sabelotodo. Eso me hará reír.


El temblor de su voz impulsó a Pedro a ponerle la mano en la barbilla y hacerla girarse hacia él.


–Si tienes problemas, se acabaron las bromas, los besos y todolo demás.


Ella consiguió esbozar una trémula sonrisa.


–Nada de besos mientras trabajemos juntos. Las bromas creo que podré soportarlas.


Se mordió el labio y a Pedro lo asaltó una inquietud. ¿Tendría problemas con algún novio?


–¿Se trata de otro hombre? Porque si quieres puedo darle una paliza y...


–No es un hombre –se esforzó por seguir sonriendo y se puso una mano sobre el corazón–. Te prometo que me animaré. Solo estoy... Cansada y más gruñona de lo habitual.


–Como el enanito Gruñón –murmuró él, consiguiendo la primera risa desde el día anterior. Una risita débil y ligera, pero risa al fin y al cabo–. A lo mejor deberías agradecerme que te haya besado, porque...


–No tienes tu suerte –le advirtió ella con un guiño.


Pedro recordó la otra vez que le había guiñado un ojo. Fue en Capri, antes de entrar en la Gruta Azul, cuando ella le advirtió que tuviera cuidado porque aquella cueva era famosa por las proposiciones y declaraciones de amor. Se lo dijo en tono burlón, pero significó el comienzo del fin. Desde aquel momento se había preguntado cuáles serían las esperanzas que albergaba Paula en secreto. Y él había aprendido que no estaba dispuesto a pagar el precio del amor.


–De acuerdo, nos olvidamos de los besos y nos centramos tan solo en el trabajo –le propuso, y la miró fijamente a los ojos con la esperanza de que rechazara la sugerencia.


–Solo en el trabajo –repitió ella, antes de darle un codazo y señalar la calle–. Si es que llegamos alguna vez a Torquay, claro.


Pedro volvió a poner el coche en marcha, contento por haber abierto una grieta en la coraza de Paula. Y asustado por haber visto a la mujer que ocho años antes casi le robó el corazón.