lunes, 3 de marzo de 2025

Engañada: Capítulo 46

 —Dime en qué estás pensando —le preguntó Pedro tras unos instantes en silencio.


—Que el matrimonio de mis padres me dió unas expectativas muy poco realistas —replicó ella sin pensar.


—¿Por qué dices eso?


Paula se zafó de él y se sentó sobre el colchón. La cama estaba muy revuelta, pero tiró de la sábana para cubrirse con ella. Se la sujetó sobre los pechos y volvió a recostarse sobre las almohadas.


—Su matrimonio fue muy feliz —dijo, mirando a Pedro a los ojos.


Él había doblado el brazo y tenía la cabeza apoyada sobre la mano. Su cuerpo se extendía, desnudo y magnífico. Tan solo habían pasado unos segundos desde que Paula se apartó de él, pero ya se sentía a la deriva sin la calidez de su cuerpo. Por mucho que se esforzara, no podía dejar de mirarlo.


—¿Te parece poco realista que haya felicidad en un matrimonio? — le preguntó él.


Menos de veinticuatro horas atrás, Paula le habría dicho que no. Lo que ella sentía y lo que creía que Pedro sentía le garantizaba en su opinión una vida entera de felicidad.


—El nivel de felicidad que ellos compartían sí. Vivían el uno para el otro. A veces, yo me sentía como la tercera en discordia. ¿Te dijo mi abuelo que trató de pagar a mi padre?


—Sí.


—¿Y se avergonzaba de ellos? —quiso saber. 


Le sorprendía que alguien pudiera admitir algo así.


—No. Jamás dejó de creer que tu padre era una mala influencia para tu madre.


Paula sintió una profunda ira hacia el abuelo que jamás había conocido, pero al que Enzo había conocido lo suficientemente bien como para que Roberto Schulz le confiara una información tan personal.


—Mi padre solo era malo para ella si no crees que las mujeres tengan libre albedrío —replicó ella. —Mi madre dejó la universidad porque no podía soportar estar separada de él. Ella lo eligió así, pero mi abuelo culpaba a mi padre por ello. De hecho, se negó a conocerlo. Jamás conoció a mi padre. Y no tenía ningún derecho a tener esa clase de prejuicios.


—Tu abuelo terminó aceptando que sus esfuerzos por separarlos le salieron mal y que, en realidad, lo único que consiguió fue unirlos más.


—Creo que ese pensamiento es bastante arrogante por su parte. Si le hubiera dado a mi padre una oportunidad en vez de considerarlo una persona poco válida porque dejó los estudios a los dieciséis años y se puso a trabajar de mecánico, se habría dado cuenta de que mi padre adoraba a mi madre y hubiera sabido que él habría hecho cualquier cosa por ella.


Pedro guardó silencio. Se limitó a mirarla. Paula sintió una nueva oleada de ira al recordar que su segundo viaje al extranjero fue la primera vez que visitó Florencia. El primero fue el viaje de fin de curso a Francia. 

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