lunes, 31 de marzo de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 11

 —¿Ha nevado mucho?


—Desde luego. Ya hay una capa de sesenta centímetros. Y sigue nevando.


Paula frunció el ceño.


—¿Sesenta centímetros? ¿Mas de medio metro?


Él asintió.


—Como lo oyes. Las carreteras que llevan a la autopista estarán intransitables, a no ser que se tenga un cuatro por cuatro. E, incluso teniéndolo, siempre está el problema de la visibilidad —le explicó—. Con tanta nieve, no hay manera de saber dónde termina la carretera y dónde empieza el campo. Si te arriesgas, puedes terminar en una zanja, esperando a que algún vecino te rescate.


Ella sacudió la cabeza. Tenía intención de marcharse y buscar alojamiento en la cercana localidad de Banff, pero era evidente que ya no podía.


—¿Cuánto durará esto? —preguntó.


—Como mínimo, todo el día de hoy. Pero, si deja de nevar, las carreteras estarán despejadas mañana mismo.


—Comprendo —dijo ella, derrotada.


—De todas formas, ha caído tanta nieve que ya no hay ninguna duda. Este año, tendremos unas Navidades blancas.


Pedro sonrió con satisfacción. Era la segunda vez que lo veía sonreír, y a Paula le pareció interesante que unas Navidades blancas le ilusionaran. En cualquier caso, la nieve había estropeado sus planes y la había condenado a quedarse una noche más en el Bighorn. No tenía más opción que asumirlo y tomárselo con calma, si eso era posible.


—Deberías desayunar —continuó él—. Yo ya he desayunado, pero Rosa sigue aquí y estoy seguro de que te preparará algo... ¿Rosa?


Segundos más tarde, apareció una mujer de ojos negros y cabello entre dorado y castaño que apenas llegaba al metro y medio de altura.


—¿Me has llamado?


Pedro asintió y dijo:


—Rosa, te presento a Paula.


La recién llegada sonrió con amabilidad, y Paula comprendió que Pedro se hubiera reído cuando le preguntó si era su esposa o compañera. Por su aspecto, debía de tener alrededor de sesenta años.


—Encantada de conocerte, Paula. Pedro me ha dicho que te gustó el venado.


—¿El venado? —preguntó Paula, desconcertada.


—Sí, el asado que te comiste anoche era de venado —intervino Pedro—. Nadie lo prepara tan bien como Rosa.


Paula se estremeció. No solía comer carne roja, pero había hecho una excepción por pura cortesía. Y, al saber que era carne de caza, se sintió enferma. Para ella, la carne era una cosa de apariencia aséptica que se empaquetaba asépticamente en recipientes de plástico y se vendía en los supermercados.


—Pues estaba... Delicioso —acertó a decir.


—Lo cazó Lucas, mi hijo. Nos quedamos una parte y le dimos el resto a Pedro, en justa reciprocidad.


—¿En justa reciprocidad? —se interesó Paula.

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