lunes, 17 de marzo de 2025

Engañada: Capítulo 69

 —Claro que te quería, Paula.


—Ni siquiera me conocía.


—Tenía la fotografía de tu graduación encima de su escritorio.


Paula levantó el rostro y lo miró extrañada.


—¿Y cómo la consiguió?


—No lo sé. Tu abuelo era un hombre de recursos. Jamás dejó de estar pendiente de tu madre a lo largo de los años. La fotografía de tu graduación reemplazó una más antigua en la que tú aparecías soplando las velas de tu pastel de cumpleaños. Eras solo una niña, aunque no recuerdo la edad que podrías tener en esa foto. Tal vez diez años. Tu graduación lo llenó de orgullo. No tener contacto contigo fue de lo que más se arrepintió en el momento de su muerte y creo que por eso hizo lo que hizo con su testamento.


—¿Me estás diciendo que te fastidió a ti porque se arrepentía de no tener relación conmigo? Claro, cómo no he podido darme cuenta antes — comentó Paula en tono de burla.


—Cuando murió, tu abuelo amaba a dos personas. A tí y a mí. Te amaba a tí porque tienes su sangre y me amaba a mí porque, lo que empezó como una relación empresarial en la que él era el maestro y yo el aprendiz, se convirtió en una amistad con un gran respeto mutuo. Nos teníamos mucho cariño. Incluso cuando Alfonso creció y mi riqueza comenzó a multiplicarse, nuestra amistad perduró en el tiempo. Tengo la certeza de que su idea de incluir esa cláusula en su testamento era su manera de conseguir que tú y yo estuviéramos juntos.


Los delfines con los que Paula trataba de imaginarse nadando se evaporaron en la nada. Miró con incredulidad a Pedro.


—¿Te has bebido la botella entera de whisky mientras yo estaba recogiendo mis cosas?


—Debería haberlo hecho —replicó él mientras le mostraba el vaso a la mitad. —Esta conversación habría sido más fácil.


—No seré yo quien te lo impida.


—Voy a esperar hasta que te marches para hacerlo. Por el momento, prefiero tener la cabeza despejada. Además, no quiero que pienses que todo esto sale de la boca de un borracho —comentó con una triste sonrisa.


—Estoy seguro de que esto era lo que quería tu abuelo. Que tú y yo termináramos juntos. A menudo, me mostraba tu fotografía y me decía lo guapa que eras y que yo sería un hombre con suerte si conseguía casarme contigo. Yo pensaba que solo eran las palabras de un abuelo orgulloso, pero ahora… —añadió tomando otro sorbo de whisky—… tú y yo éramos las dos únicas personas a las que quería y las únicas que le quedaban cuando murió.

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