miércoles, 19 de marzo de 2025

Engañada: Capítulo 71

 —Sí. Tienes que escuchar esto también, igual que yo necesito decirlo. Ya no nos vamos a seguir escondiendo, Paula. Es demasiado tarde para eso. Ya te dije anoche que tu virginidad lo cambió todo para mí. Mi conciencia no me permitía llevarte a la cama, pero seguía existiendo una lucha en mi interior. Si me hubiera dado cuenta de lo que me estaba ocurriendo en vez de tratar de justificarme continuamente por mis actos, te lo habría confesado todo. Ojalá lo hubiera hecho antes.


—Eso digo yo —susurró ella.


—Cara, jamás me perdonaré por lo que te hice. Dejé que mi dolor y mi furia me empujaran a la venganza contra una mujer que no había hecho nada para merecérselas aparte de existir. Yo estaba completamente preparado para detestarte, pero, al conocerte, me resultó imposible odiarte. Sacaste algo en mí que no fui capaz de entender porque nunca lo había sentido antes. Ojalá hubiera comprendido qué me estaba ocurriendo antes de pedirte matrimonio —murmuró mientras se mesaba el cabello. —Me hiciste esperar tanto tiempo que pensé que el corazón se me iba a parar en el pecho. Cuando por fin me dijiste que sí… Jamás me he sentido así. Fue en ese momento cuando comprendí que te amaba y, desde entonces, llevo viviendo con el miedo de perderte.


Paula sintió que se le doblaban las piernas y tuvo que volver a tomar asiento.


—¿Por qué me estás haciendo esto? ¿Acaso no me has hecho ya suficiente daño?


—Te aseguro que, si pudiera borrar todo el dolor que te he causado y sufrirlo yo todo, lo haría. Quería decirte la verdad. Sabía que casarme contigo tras haberte mentido tanto era imperdonable. Lo intenté en muchas ocasiones a lo largo de los meses que estuvimos juntos antes de la boda, pero el miedo… —confesó golpeándose con fuerza en el pecho. —Nunca he conocido miedo como ese. Era peor que el que sentí cuando pensaba que mi madre podría terminar en la cárcel. Me sentía tan frío imaginándome mi vida sin tí porque, por primera vez, había encontrado la felicidad de verdad. Sin embargo, cuanto más lo dejaba, más frío me sentía… 


Se pasó una mano por el pelo.


—He pensado en lo que me dijiste de sabotear nuestra boda y creo que podrías estar en lo cierto —admitió con una leve sonrisa en los labios.


—Tu abuelo me enseñó la ironía y tengo que admitir que resulta irónico que, si siguiera con vida, habría sido él a quien habría acudido. No lo sé…—observó mientras se encogía de hombros. —No estaba pensando bien cuando le confesé a mi madre lo que pasaba y, ciertamente, la dos botellas de vino tinto tampoco ayudaron. Sin embargo, cuanto más se acercaba la boda, más difícil me resultaba vivir con lo que te estaba haciendo. Sabía todo a lo que estabas renunciando por mí. Te aseguro que nunca tuve la intención de contarle nada a mi madre, al menos no conscientemente. Aunque sé que soy el único culpable, tampoco la podré perdonar a ella, porque mi madre decidió vengarse de mí sabiendo que destruiría lo único que me importaba más que nada en el mundo. Tú. Y el amor que sentías por mí.

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