lunes, 17 de marzo de 2025

Engañada: Capítulo 66

 —Recibí la notificación de la finalización del proceso mientras estábamos desayunando.


—¿Esta mañana?


Pedro no se disculpó.


—Considera el hecho de que no te informara en su momento otro gesto más en mi contra.


Paula volvió a dejar todas sus cosas junto a la puerta. Si lo hacía una vez más, dejaría huella sobre el hermoso suelo de terracota. A través de la ventana, vió que el enorme coche negro aparcaba una vez más en el mismo sitio que el día anterior. Atravesó descalza el vestíbulo y s e dirigió al salón, donde encontró a Pedro en el bar, sirviéndose un whisky. Sintió una verdadera sensación de déjà vu.


—¿Te apetece un gin-tonic? —le preguntó Pedro, sin volverse para mirarla.


—No, gracias. Solo quiero las acciones para poder marcharme — replicó. 


Ya no había más excusas. Aquello ya se había alargado más de la cuenta. Si se hubiera marchado inmediatamente después de huir de la catedral, no habría experimentado el gozo de hacer el amor con Pedro. Solo el tiempo sería capaz de decirle si lamentaría aquella decisión. En aquellos momentos, no quería pensarlo. Solo quería marcharse de allí mientras aún tenía el control de la situación. Él se dió la vuelta y le ofreció un vaso de ginebra prácticamente lleno hasta el borde.


—Ya te lo he preparado. Bébetelo. Las acciones y los documentos están sobre la mesa. Hay ciertos detalles al respecto de los que debo hablar contigo.


Paula vió el sobre.


—Ya hemos tenido tiempo más que de sobra para hablar.


No le dijo que podría haberle comunicado durante el desayuno que las acciones eran suyas y que podrían haber hablado de lo que fuera entonces.


—No era el momento adecuado.


Paula no respondió. Sacó los documentos del sombre y los examinó rápidamente. Pedro había cumplido su palabra.


—Puedes contratar a un abogado para que los revise, pero te aseguro que todo está en orden. Se han transferido digitalmente a tu nombre. En estos momentos, eres oficialmente mi socia.


Aquella frase dejó a Paula sin palabras. Nunca se había parado a considerarlo así. Como si él le hubiera leído el pensamiento, sonrió fríamente y levantó su whisky. Dio un largo sorbo y colocó la ginebra de ella sobre la mesa, al lado del cómodo sofá que a ella tanto le gustaba. Entonces, tomó asiento en un sillón.


—Consideré transferirte todas las acciones de Schulz Diamonds, pero no hubiera tenido ningún sentido. Lo habrías considerado otra actuación por mi parte.


Efectivamente. Eso sería precisamente lo que Paula hubiera pensado.


—Por favor, siéntate. Bebe. Lo que tengo que decirte no me va a llevar mucho tiempo. Te he reservado billete en un vuelo que sale dentro de tres horas. Te lo he enviado a tu correo electrónico. Tendrás tiempo de sobra para llegar al aeropuerto a la hora debida.


—Ah, vaya… Gracias.

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