lunes, 3 de marzo de 2025

Engañada: Capítulo 47

Sus padres hicieron un gran esfuerzo para pagarle aquel viaje, ahorrando todo lo que podían para poder pagarlo. Le entristecía pensar que les había faltado tan poco para poder permitirse todo lo que no habían podido pagarse antes. Prácticamente habían terminado de pagar la hipoteca. Paula estaba a punto de terminar sus estudios y convertirse en una persona con independencia económica… Desgraciadamente, los dos habían muerto muy jóvenes cuando habían dado por sentado que les quedaban muchos años por delante para explorar el mundo.


—Siempre andaban justos de dinero, pero nunca me faltó nada. Siempre tuve seguridad emocional. Jamás temí que fueran a divorciarse. Se adoraban y eran tan cariñosos el uno con el otro…


Paula cerró los ojos. Esa era precisamente una de las cosas que más le habían gustado sobre Pedro. La necesidad de tocarla constantemente. Había sido casi tan fuerte como la necesidad que ella tenía de tocarlo a él. Había sido una de las cosas que la habían convencido de que su matrimonio sería tan fuerte y feliz como lo había sido el de sus padres. ¿Acaso no había dejado ella su trabajo para estar con él tal y como había hecho su madre con sus estudios? Durante toda su vida, había tenido una visión romántica e idealizada del matrimonio de sus padres…


—¿Cara?


Paula parpadeó y lo miró. La preocupación que vio en su mirada le encogió el corazón.


—Las expectativas que yo tenía sobre nuestro matrimonio eran muy poco realistas —susurró ella, tras apartar la mirada. —Desde el principio, supe que era imposible que un hombre como tú mirara a una mujer como yo, pero resultabas tan convincente… Además, estaba la fábula con la que yo había crecido: la de la chica rica que se enamoraba del muchacho pobre. En mi pensamiento, todo se conjuró para convencerme de que tú y yo estábamos hechos el uno para el otro. Sin embargo, lo que yo estaba buscando era el matrimonio de mis padres. Quería ser la persona más importante en la vida de alguien y no…


Paula no había querido hablar tanto. Inconscientemente, las palabras se le habían escapado de los labios sin pensar. Sin embargo…


—¿No qué? ¿No ser la que se queda sola? —le preguntó Pedro.


Paula frunció el ceño y lo miró fijamente.


—¿Por qué dices eso?


Pedro se incorporó. Tenía una mirada astuta en sus hermosos ojos castaños. Agarró la mano de Paula.


—¿Por qué te sentías la tercera en discordia?


A Paula siempre le había excitado lo musculado que era Pedro comparado con la femenina y esbelta figura que ella tenía. Por primera vez, a pesar de la escasa luz de la luna, se dio cuenta de lo pálida que era su piel comparada con la de él. Un día antes, se habría maravillado y habría gozado con el contraste. En aquel momento, por razones que no lograba comprender, le abría otra fisura en el corazón.


—Solo era una manera de hablar…


—No lo habrías dicho si no significara algo. ¿Acaso sentías que estorbabas?


—No. Mis padres me querían mucho. Jamás lo dudé.


—¿Pero quizá no tanto como se querían el uno al otro?


Paula sintió que se le sobresaltaba el corazón. Apartó inmediatamente la mano.


—Eso es una crueldad…


—Cara, estoy tratando de comprender…

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