lunes, 17 de marzo de 2025

Engañada: Capítulo 70

Paula, que había dejado de intentar imaginarse en otro lugar, sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho.


—Después de su diagnóstico, tu foto pasó a su mesilla de noche. Siempre la estaba mirando… Tras su muerte, empecé a odiar tu rostro.


Ella lo miró con aprensión.


—Sí, Paula —prosiguió Pedro. —Admito que te odiaba. Yo era lo más parecido que Roberto tenía a una familia. Su esposa y su hija habían muerto y su nieta no quería nada con él. Fui yo el familiar más cercano mientras estuvo en el hospital, quien le organizó la ayuda a domicilio durante las veinticuatro horas del día y quien se mudó a la habitación de invitados para asegurarme de que no se escatimaba nada en su cuidado. Hice todo eso porque lo quería como si fuera de mi sangre. Entonces, leí su testamento y me enteré de lo que había hecho. Me había traicionado por la nieta que lo había rechazado y a la que solo había visto en fotografías — añadió con una horrible sonrisa en los labios. —Lo dejó todo preparado para que nos tuviéramos que conocer. No sé si predijo también la reacción que esa cláusula produciría en mí. Te aseguro que valoré todas las opciones, pero mi corazón estaba lleno de venganza… No dejo de ser hijo de mi madre en ese sentido. Tú te convertiste en el objetivo de esa venganza, Paula Chaves. Hice que siguieran todos y cada uno de tus movimientos. Te tenía vigilada constantemente. Sabía que sería fácil seducirte por mi dinero y por el físico con el que he sido bendecido. Las mujeres son fáciles para mí. No hay ni una sola mujer que yo haya deseado que no haya terminado deseándome a mí. Entonces, se me presentó la oportunidad y, por fin, me encontré cara a cara con la mujer de la que ansiaba vengarme.


Pedro se interrumpió un instante para tomar otro trago de whisky. Cerró los ojos mientras se tomaba hasta la última gota.


—Te imaginé como si fueras una especie de Medusa, pero, al conocerte… Eras tan agradable —dijo con incredulidad. —Créeme. No estoy acostumbrado a que las mujeres sean agradables conmigo. Estoy acostumbrado a las calculadoras. Sin embargo, tú eras agradable e ingeniosa. Y tu sonrisa… Dio tu sonrisa. Sin embargo, estaba decidido y seguía enfadado y dolido, aunque mi conciencia se iba haciendo escuchar con más fuerza a cada día que pasaba. Recuerdo la primera vez que nos besamos… Me parece que aún siento ese beso. No te creerías si te dijera lo que me hizo sentir. Ni yo mismo lo podía creer. Me sentía como si me hubieras drogado. Y la noche que me dijiste que eras virgen… —susurró. Levantó la mano para frotarse la frente. —Creo que en ese momento ya estaba enamorado de tí.


—¡No!


Paula exclamó aquella palabra casi sin que fuera consciente de que la había pronunciado ni de que se había puesto de pie.

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