miércoles, 5 de marzo de 2025

Engañada: Capítulo 53

 —Comprendo por qué quieres deshacerte de todo, pero te recomiendo que no tomes decisiones precipitadas.


—Jamás le dijo a mi madre que mi abuela había muerto. ¿Lo sabías? Mi madre se enteró por casualidad. Una amiga leyó la esquela en el periódico. ¿Te imaginas cómo se sintió? Le rompió el corazón. ¿Cómo puedo quedarme el dinero de alguien que causó tanto dolor?


—Lo único que te digo es que sé cómo te sientes. No cometas el mismo error que yo y dejes que la traición y el dolor te lleven en una dirección de la que luego te vas a arrepentir. Sé que mi mundo te resulta abrumador a veces, pero también he visto que eres feliz visitando países nuevos y disfrutando de todas las experiencias que hemos compartido. ¿De verdad quieres regresar a un mundo tan pequeño?


—No era tan pequeño…


—No fue eso lo que me pareció al ver cómo reaccionabas al mío. Cara, a tus padres también les pasó. Tenían planes para viajar. Tú misma me lo dijiste. Estaban esperando a que terminaras tus estudios y pagar la hipoteca.


—Viajar era su sueño, no el mío.


—Ese dinero te liberará.


—Yo no tengo que pagar hipoteca.


El dinero que Paula recibía de su casa le pagaría un alquiler en algún sitio hasta que terminara el contrato y ella pudiera volver a su hogar. Era una triste ironía que sus padres hubieran tenido que morir para verse libres de sus deudas. El seguro de vida pagó lo que quedaba de hipoteca. De repente, se escuchó el sonido de un claxon en la distancia. El ruido le recordó a Paula cómo su salvador había ido haciendo sonar el suyo para no atropellar a nadie en su huida desde la catedral.


—Robaste una Vespa —le dijo a Pedro.


—Sí —replicó él, sonriendo. —Le quité las llaves a un repartidor. Me has convertido en un delincuente.


—¿Que te he convertido en un delincuente? ¿De verdad vamos a ir por ese camino?


Pedro sonrió y se mesó el cabello.


—Ya me he puesto en contacto con él y le he hecho una transferencia por lo que vale la Vespa con un poco más por los inconvenientes. ¿Quieres que vayamos a dar un paseo? —le preguntó de repente, mirándola con un hermoso brillo en la mirada.


—¿Un paseo?


—Sí. Esa Vespa ahora es mía. Vamos a dar un paseo. Disfrutemos de la mañana antes de que salga el sol y haga demasiado calor para tu delicada piel inglesa.


La broma de Pedro hizo que Paula sonriera. Siempre se habían divertido mucho. Dentro de unas pocas horas, ya no lo harían más. No volverían a bromear más. 


—¿Y los periodistas?


—Podemos salir de aquí por una ruta secreta.


Pedro había acercado el rostro al de Paula para susurrarle al oído. Entonces, deslizó la mano por la abertura de la bata para colocársela sobre el muslo. Aquel contacto y su aliento sobre la piel provocó un escalofrío de placer en ella. No pudo contenerse y se acercó a él, de manera que sus senos quedaron prácticamente pegados al torso de Enzo. Además, si giraba la cabeza, las bocas estarían prácticamente juntas…


—Jamás me lo habías comentado…

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