lunes, 10 de marzo de 2025

Engañada: Capítulo 60

Deslizó un dedo sobre el henchido clítoris y la hizo temblar con la profundidad del placer que experimentó. Paula colocó una mano sobre la de él, como si quisiera inmovilizarla allí, agarrándose también a ella con fuerza para no desmoronarse sobre el suelo. Entonces, vió el brillo oscuro en los ojos de Pedro. Su intensidad le aceleró los latidos del corazón, pero no tuvo tiempo de perderse en ella. Pedro le dió la vuelta y comenzó a besarla tórrida y apasionadamente. El último pensamiento de Paula antes de que se disolviera en un mar de sensaciones fue que el tiempo se les estaba acabando. Aquella podría ser la última vez que estuviera entre los brazos de Pedro. La última vez que se sentiría así. Un instante después, la ropa interior se unió al vestido sobre el suelo. Las ropas de Pedro cayeron junto a las suyas mientras los dos yacían sobre la cama, desnudos, devorándose y acariciándose con la misma intensidad que si fueran dos personas hambrientas que hubieran encontrado comida en el cuerpo del otro. Ella jamás comprendería cómo unos besos podían ser duros y furiosos, pero tiernos a la vez, ni cómo los dedos podían hundirse en la carne, causando tanto placer como dolor. Así era precisamente lo que se sentía al amar a Pedro. Placer y dolor. Paula sentía una profunda desesperación al saber que, muy pronto, el placer no sería más que un recuerdo. Pedro ya no estaría a su lado y todo aquello habría desaparecido… Le agarró con fuerza la cabeza y lo besó con más pasión aún, como si el duelo que habían entablado las lenguas la ayudara a detener los pensamientos. Cuando Pedro apartó la boca para deslizarse sobre su cuerpo y darle placer con la lengua, ella cerró los ojos e hizo todo lo que pudo para hacer desaparecer su propia consciencia. Las sensaciones la asaltaban, pero, por mucho que lo intentara, no lograba que el cerebro se desconectara y se dejara llevar.


—Te necesito dentro de mí —le susurró con urgencia.


Pedro murmuró algo en italiano que ella no pudo comprender. Entonces, volvió a subir hacia los labios de Paula, que besó de nuevo muy apasionadamente. Ella lo abrazó y le rodeó la cintura con las piernas. Entonces, con un potente gruñido, Pedro se hundió en su cuerpo. Ella gritó con fuerza, gozando con las placenteras sensaciones que estaba experimentando. Entonces, levantó el trasero para profundizar la penetración. Le mesó el cabello con fuerza mientras las bocas se unían con pasión. Pedro entraba y salía de su cuerpo con frenesí, con una necesidad de posesión urgente que parecía envolverlos a ambos. Uñas y dientes mordían la carne, placer y dolor, placer y dolor… Por muy desesperadamente que a Paula le hubiera gustado que aquella última vez durara para siempre, no pudo controlar el clímax que empezó a surgir dentro de ella. Gritaba de placer, aferrándose a él hasta que, por fin, lanzó un profundo gemido y sintió que comenzaba a cabalgar las oleadas de placer con Pedro, unas oleadas que ella quisiera que duraran todo lo que fuera posible… Como si hubiera estado esperando que ella alcanzara el orgasmo, él abrió los ojos y la miró. La llama que ardía en ellos la tocó tan profundamente como el placer que la embargaba. Entonces, dejó escapar un profundo gemido y tembló profundamente, tensando todo el cuerpo antes de desmoronarse sobre Paula y cubrirla por completo con su cuerpo.

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