miércoles, 12 de junio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 5

Paula agarró el teléfono inalámbrico y marcó un número. Enseguida comprobó que, como había previsto, no había habitaciones en el complejo turístico. Conocía bastantes cabañas alrededor del valle, pero le parecía que no estaba bien enviarlo tan lejos, sobre todo cuando la casa de invitados de la empresa estaba vacía. No podía darle otro motivo para que la criticase; Pedro ya tenía bastantes.


—No hay habitaciones libres. Pero no hay problema. Podemos ofrecerte alojamiento aquí. Puedes quedarte en El Granero.


—¿El granero?


Ella contuvo una risa.


—Ya no es un granero. Es una casa que tenemos para huéspedes. Es muy confortable.


—Comprendo… Tal vez, si le pusieran otro nombre, sería más popular, ¿No crees?


—Es muy popular —dijo ella a la defensiva—. Han cancelado una reserva a último momento, si no, no estaría libre. Te llevaré allí.


Ella se puso de pie y lo acompañó. Se detuvo cuando vio la enorme maleta que había cerca de la puerta. El Granero estaba a minutos de camino del lagar, pero en lo alto de la colina, y la maleta parecía pesada.


—Si quieres, puedo llevar tu maleta más tarde con el coche, cuando te lleve la comida —dijo Paula.


—No hace falta. Puedo llevarla yo mismo.


Ella se encogió de hombros y siguió caminando. Fuera había un sol brillante. Habían caminado sólo un par de minutos cuando oyó a Pedro decir algo en francés. Ella miró por encima del hombro y vió que se había detenido, sudoroso, y se estaba quitando la chaqueta. La tiró encima de la maleta, se aflojó la corbata, y se arremangó las mangas de la camisa. Paula se estremeció al verlo así. Su cuerpo estaba más musculoso que antes. Siempre había tenido los hombros anchos y había sido alto, pero había sido muy delgado. Ahora estaba más fuerte.


—No imaginé que haría tanto calor tan temprano —dijo él.


Ella no dijo nada y siguió caminando.


—Esto no es mucho calor. El año pasado tuvimos una ola de calor de diez días al principio de la vendimia, y los viñedos se estropearon. Luego el resto del tiempo estuvo fresco, así que llevó un tiempo que subieran los niveles de azúcar.


Pedro se dió prisa y la alcanzó.


—¿Vas a estar aquí para la vendimia? —preguntó Paula.


—No creo que este trabajo me lleve tanto tiempo.


Era la pura verdad. Pero él hablaba con mucha frialdad. El sueño de su padre, su propia vida, quedaban reducidos a un trabajo que podía hacerse rápidamente. Siguieron caminando en silencio un momento.


—¿A qué te has referido con que traerás comida luego? —preguntó Pedro.


—Oh, a los huéspedes les preparo una cesta de comida para el desayuno y el almuerzo. Todos productos locales. El Granero tiene una cocina totalmente equipada. En cuanto a la cena, la mayoría de la gente…


La mayoría de la gente conducía hasta el restaurante de la zona, pero aparte de que Pedro no tenía coche, él no era la mayoría de la gente. Él tenía el poder de dictarle a ella su futuro. No habría sido ni amable ni inteligente dejarlo solo la primera noche. Ella tenía que comportarse como si él fuera cualquier otro ejecutivo de la oficina central. Reacia, aceptó lo que tenía que hacer y dijo:


—En cuanto a la cena, puedes venir a cenar a casa.


Él pareció sorprendido, pero después de un momento, asintió.


—Gracias. No estoy acostumbrado a arreglarme solo.


Ella sintió un cosquilleo en el estómago. Inmediatamente se lamentó de haberlo invitado. Realmente no quería estar sola con él. 

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