lunes, 10 de junio de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 71

¿Era por eso por lo que lo había abandonado su mujer? ¿Porque había tenido una aventura con su cocinera? Por fin, rebuscando en los diarios de su padre, Paula encontró lo que buscaba. "Hoy he hecho algo despreciable, le he dicho a Pedro Alfonso que si no se iba de la finca, sir Enrique tiraría la casa de su madre y la dejaría en la calle. Había que hacer algo después de que entrase en la mansión con su moto y estacionase frente al retrato del hombre que, evidentemente, es su abuelo. Nunca me ha gustado ese chico tan arrogante y soberbio, pero lo que he hecho es terrible. Si pudiera irme a algún sitio me iría mañana mismo, pero la casa es gratuita y sir Enrique paga el colegio de Paula. Y Laura nunca me perdonaría si dejase todo esto por una cuestión de principios. Lo único que no he hecho es destruir el retrato de sir José, como sir Enrique me había pedido. Lo he escondido entre las vigas del establo y le he dicho a la madre de Pedro dónde está. Tal vez algún día el joven Alfonso conseguirá que se haga justicia y yo podré descansar tranquilo". Paula cerró el diario, recordando una época en la que su padre no hablaba con nadie y su madre se mostraba exigente y regañona. La mala época había pasado, pero su padre no volvió a ser el mismo. Ella siempre había pensado que era el principio del cáncer, pero había otras cosas que te comían por dentro…


–Mamá, ¿Dónde está mi…? ¿Por qué lloras?


Paula negó con la cabeza.


–Por nada, cariño. Estaba acordándome del abuelo.


–Camila tiene cuatro abuelos y muchos tíos y primos –dijo Sofía entonces–. ¿Por qué nosotros no tenemos familia?


–Tus abuelos eran hijos únicos y la abuela… –Paula tragó saliva. No se llevaban bien, pero tal vez era el momento de arreglar la situación–. La llamaré más tarde.


Pero antes tenía que llamar a Pedro porque quería que viese aquello. Quería que supiera que su padre se había odiado a sí mismo por echarlo de allí y que el retrato de su abuelo estaba escondido en los establos. Nadie contestaba en la casa y tampoco en el móvil, pero cuando saltó el buzón de voz dejó un mensaje pidiéndole que la llamase lo antes posible. Ser un hada madrina no era tan horrible, decidió Paula, mirándose al espejo de la oficina. Y, en deferencia a su avanzada edad, había podido ponerse un traje de bailarina hasta los pies y un corpiño discreto. Pero Bruno parecía extrañamente distraído.


–¿Ocurre algo?


–No, no.


–Dímelo.


–Será mejor que lo veas por tí misma –su jefe le ofreció un sobre y el corazón de Paula se aceleró–. No, espera, no lo abras aquí.


–En realidad, tengo que irme a casa.


–Muy bien –dijo Bruno–. Pero yo no te he dado ese sobre, ¿De acuerdo? Y no olvides que mañana tenemos que ir al Ayuntamiento para hacernos la foto de rigor… Contigo vestida de hada madrina.


–Sí, claro.


Paula salió del periódico y se sentó en la parada del autobús para abrir el sobre, temiendo que contuviera secretos de Estado. Pero no, no era nada tan emocionante, solo una fotocopia de la solicitud de Pepe Alfonso para demoler la casa conocida como Primrose Cottage. Su casa. El hogar que había creado para ella y para Sofía. Pedro iba a tirar las habitaciones que ella había decorado con tanto mimo y trabajo, las que había amueblado comprando cosas en mercadillos y tiendas de segunda mano. Iba a arrancar las viejas cañerías que ella había arreglado, el jardín que había plantado con tanto cariño… Cuando sir Enrique se vió obligado a vender la finca Paula había sabido que su futuro era inseguro. Al contrario que el barón, él era un duro hombre de negocios y lo entendía. Pero descubrir que se había hecho amigo de Sofía, que le había hecho el amor a ella sabiendo eso… Había planeado hacerle tanto daño como le hizo su padre. Ese había sido su gran momento. En el fondo, siempre había sabido que lo empujaba algo oscuro, pero había olvidado sus temores mientras hacían el amor… No, no habían hecho el amor, Pedro se había vengado. Y la venganza era que ella le había entregado no solo su cuerpo sino su corazón.


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