lunes, 10 de junio de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 74

 –Pero no he enviado el artículo. Sigue en la carpeta de borradores, puedes verlo por tí mismo –Paula corrió escaleras arriba para demostrárselo y al ver que la carpeta estaba vacía se quedó helada–. Te juro que yo no lo he enviado. Estuve a punto de hacerlo, pero decidí que esta no era la clase de periodista que quería ser… –entonces comprobó la hora a la que había sido enviado–. Dios mío… Sofía. Ha estado usando el ordenador para hacer los deberes y ha debido enviarlo por error. Seguramente le envió un correo a Camila…


–¿Qué es esto? –preguntó Pedro, tomando el sobre que estaba sobre la mesa.


–Tú deberías saberlo mejor que yo, es la solicitud para demoler Primrose Cottage. ¿Tanto me odias?


Él masculló una palabrota.


–¿De dónde has sacado esto?


–Información privilegiada.


–¿Dónde está el retrato?


–En tu despacho. ¿No has estado en la casa?


–No, fui al Ayuntamiento directamente desde Londres… ¿Cómo descubriste que sir Enrique Cranbrook era mi padre?


–Fue Sofía quien notó el parecido con la foto de sir José –respondió ella.


–¿Has encontrado algo más en los diarios de tu padre?


–Fue él quien escondió el retrato, Pedro. Se sentía avergonzado por echarte de la finca… Te he llamado varias veces, pero no podía localizarte.


–Perdí el móvil el sábado por la noche –Pedro se pasó una mano por la cara–. Todo esto no va como yo había planeado.


–Para mí tampoco, te lo aseguro. No sabía que estabas intentando vengarte de mí.


–Pensaba tirar la casa, es cierto. Hasta que no quedase una sola piedra –admitió Pedro.


–¿Tan mal lo pasaste aquí?


–Sí, tan mal. Horacio Alfonso era un mamarracho violento que se gastaba en alcohol todo lo que ganaba y que nunca perdonó a mi madre por haberlo engañado. Vivíamos en la miseria, pero mi madre guardó el dinero que sir Enrique le dió para que se librase de mí.


–Con ese dinero abriste tu empresa, ¿Verdad?


Pedro asintió con la cabeza.


–Podría haber obligado a Cranbrook a hacerse una prueba de paternidad, pero no lo quería como padre. Solo quería que supiera que había cometido un grave error. Por eso compré Cranbrook Park, para vengarme de él, de tu padre…


–¿De mí? –sugirió Paula.


Él la atrajo hacia sí, mirándola a los ojos.


–Pensé que podría echarte de aquí sin que me importase un bledo, pero entonces ví lo que habías hecho con la casa…


–¿Sigues pensando hacerlo?


Pedro acarició su pelo.


–Cranbrook dijo que mi odio por él me comería vivo y tal vez hubiera sido así de no ser por tí.


–Pero ahora lo sabe todo el mundo y es culpa mía.


–¿Qué más da? Mañana, algún futbolista engañará a su mujer con una modelo y la gente se olvidará de mí.


–¿Vas a quedarte en Cranbrook Park, Pedro?


–Sí –respondió él–. Y me temo que tendrás que sacrificar tu jardín.


–¿Por qué?


–Porque vas a estar muy ocupada organizando la renovación de la rosaleda.


–¿De verdad?


–Y voy a ampliar Primrose Cottage. Con cuatro perros, dos adultos y una niña que crece cada día nos va a hacer falta una casa más grande.


–¿Has decidido que vivamos juntos?


–Estaremos un poco apretados hasta que hayan terminado las obras y habrá murmuraciones…


–Tengo un sofá cama en el salón.


Pedro soltó una carcajada.


–Yo quiero un hogar, Paula, una familia. Contigo he encontrado lo que había buscado siempre –sus ojos azules brillaban como nunca–. Te estoy ofreciendo matrimonio. Ese es el deseo que solo tú puedes hacer realidad.


–Soy un hada novata, Pedro. No sé si mis polvos mágicos…


–Solo necesitamos un beso.


Paula levantó los brazos para echárselos al cuello.


–Matrimonio, ¿Eh? ¿Para siempre?


–Para siempre –respondió él.


Y tenía razón. No les hacían falta polvos mágicos porque cuando sus labios se encontraron el sueño se hizo realidad. Se casaron en la vieja abadía de Cranbrook Park el último fin de semana de agosto, con Sofía, Leticia y las madres de los novios como damas de honor. Nadie iba de rosa. Según el reportero del Observer, el único miembro de la prensa invitado a la boda, la novia llevaba un vestido de encaje de seda en color gris claro con un lazo azul, el color de los ojos del novio. Y el novio debía llevar algo puesto, pero en lo único que se fijó la gente fue en su sonrisa.





FIN

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