miércoles, 26 de junio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 21

Mauricio era un hombre amable y un productor de vino con talento. Había trabajado también en el lagar de Alfonso, pero Pedro por aquel entonces era demasiado pequeño como para recordarlo.


—Porque la fruta lo es todo, por eso tenemos un enfoque minimalista… —dijo Mauricio—. Si notamos que la fruta pierde intensidad, trabajamos más con el fermento para ayudar a la extracción. Normalmente el fermento es usado dos veces al día y se enfría si es necesario.


—¿Cuánto tiempo tardan en quitar el fermento de la piel? —preguntó Pedro.


—No mucho. Buscamos la suavidad al paladar más que la extracción excesiva. Y el vino completa la fermentación en el roble. 


Paula se acercó a ellos.


—Roble francés, por supuesto —dijo ella sonriendo.


—Por supuesto —dijo sonriendo también Pedro.


—¿Te apetece ir a la bodega ahora? —preguntó Paula.


—Sí —Pedro le dió la mano a Mauricio para despedirse—. Gracias por tomarte este tiempo para hablar conmigo —dijo formalmente.


—No hay problema, cuando quieras… —dijo Mauricio dándole una palmada en el hombro a Pedro—. Siempre has tenido dotes para esto, desde que eras un niño. Yo pensé que ocuparías el lugar de tu padre.


Cuando estuvieron fuera, Pedro le dijo:


—Mauricio sabe mucho.


—Sí. Además es una excelente persona. Trabajó en el valle Hunter y en el Riverland ante de irse fuera y trabajar en varias vendimias en Francia y Alemania. Luego volvió a Australia. Estaba trabajando en McLaren Vale cuando papá le pidió que se ocupara de esto.


—¿Cuánto tiempo hace de eso?


—Hace unos cinco años. Para mi padre era muy difícil ocuparse de la producción de vino al mismo tiempo que de la dirección del negocio… —se interrumpió.


De pronto recordó la pelea que había tenido con su padre en aquel momento, y sintió el peso de haberle fallado. Si hubiera sabido que viviría poco tiempo después de aquello, habría actuado de otro modo. Pero, con la arrogancia de la juventud, ella había pensado que tenía mucho tiempo para unirse a su padre en el negocio familiar. Era algo que ella había imaginado que sucedería cinco o diez años más tarde. Si hubiera podido volver al pasado, habría ayudado a su padre en el trabajo y habría pasado todo el tiempo con él, aprendiendo lo que él sabía de la industria del vino. Y habría disfrutado de oírlo hablar de su madre, el amor de su vida, arrebatada de su lado por un accidente cuando Paula era una niña pequeña.


—¿Le pidió a Mauricio que lo ayudase? —preguntó Pedro.


—Emmm… No inmediatamente. Me pidió a mí que me ocupase de la administración del negocio para que él pudiera concentrarse en la producción de vino.


—¿Y no lo hiciste? —Pedro frunció el ceño. 

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