lunes, 3 de junio de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 57

 –Ni minifaldas de cuero ni pantalones vaqueros, qué desastre.


–Me tomaron el pelo en el colegio durante semanas. Las niñas pueden ser muy crueles.


–Las mujeres adultas también.


Paula, que estaba buscando a Sofía con la mirada, giró la cabeza. Pedro hablaba de su matrimonio como un error sin importancia, pero tal vez no había sido tan sencillo. Un hombre como él no se comprometía sin dar algo de sí mismo. Como molesto por haber revelado más de lo que quería, Pedro empujó la silla que estaba a su lado.


–Siéntate aquí. Así no tendrás que girar la cabeza para vigilar a Sofía.


Tenía razón, pero sentarse a su lado y que sus rodillas se rozasen era más de lo que podría soportar.


–No, estoy bien aquí. Además, tú eres su nuevo amigo, vigílala mientras yo me relajo.


–Una pena que no lleves vaqueros. Tendremos que volver otro día y hacerlo bien.


Regla número ocho para trabajar con Pedro Alfonso: Cuidado porque podía leer sus pensamientos.


–¿Vamos a ver a los pájaros? –sugirió él–. Por si a tu hija le diese por liberarlos.


–No creo que haya ningún peligro. El recinto está tapado con un cristal.


Sofía llegó corriendo a la mesa.


–¿Cómo se llama ese pájaro? –les preguntó, señalándolo con la mano.


–Es un agaporni –respondió Pedro–. Son los pájaros del amor.


–Parece muy solitario.


–Tienes razón, siempre deben ir en pareja.


–Nosotros tenemos dos gatos que se llaman Tom y Jerry. ¿Tiene usted animales, señor Alfonso?


–¿Por qué no me llamas Pedro?


–¿Tienes animales, Pedro?


–Tengo un burro que se llama Archie.


–Ah, yo conozco a Archie. Mi madre le da manzanas para que no la persiga. ¿Tienes perro?


–¿Te gustan los perros?


–Me encantan, pero mi madre está trabajando todo el día, así que no podemos tener uno.


–Los perros no son como los gatos, necesitan estar con la gente.


–A veces, la gente necesita un perro –dijo Sofía–. Los ciegos, por ejemplo.


–Tienes razón y hoy mismo, mientras daba un paseo, he estado pensando que yo necesito un perro que me haga compañía. ¿Me ayudarías a elegir uno?


–¿Un cachorro?


–Estaba pensando ir al refugio para ver si hay algún perro que necesite un hogar – dijo Pedro–. Estoy seguro de que eso es lo que diría tu madre, ¿Verdad, Paula?


–Desde luego.


–¿Vamos después de comer?


Sofía miró a su madre.


–¿Podemos, mamá?


–Yo debería ponerme a trabajar…


–Considéralo parte de tu trabajo –sugirió él–. Los animales también tienen derecho a pedir un deseo.


–Lo que necesitan es un bosque para jugar durante la merienda –replicó Paula.


–La próxima semana vendrán unos expertos para comprobar el estado de los árboles en el bosque Cranfield. No querrás que una rama podrida caiga sobre la cabeza de alguien durante la merienda, ¿Verdad?

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