miércoles, 19 de junio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 15

Paula corrió a la puerta de entrada y la abrió. Germán se estaba abrochando el cinturón de seguridad cuando ella llegó al coche. Le golpeó la ventanilla. Y aunque él puso los ojos en blanco, bajó el cristal.


—¿Qué quieres ahora? —protestó él.


Paula se agachó para hablarle.


—Germán, te lo digo en serio. Quiero que te quedes aquí. No puedo salir con alguien que bebe y conduce.


—Ya te lo he dicho. Tengo una reunión por la mañana temprano. Olvídalo, Paula. Me voy.


—Vale —Paula se irguió—. Entonces no creo que volvamos a vernos.


—Bien —cerró la ventanilla y aceleró.


Ella lo observó marcharse. Y a pesar de todo, sintió alivio. Agitó la cabeza y volvió a la casa. Tamara la estaba esperando.


—¿Qué ha ocurrido?


—Hemos roto.


—¿Y cómo te sientes?


—Bien. En realidad, ha sido la ruptura más fácil que he tenido.


Se miraron un momento. Luego Tamara le hizo señas.


—Nuestro invitado nos está esperando. Creo que está cansado.


Paula asintió y salió a la galería. 


—¿Quieres una taza de café antes de marcharte? —preguntó Paula cortésmente a Pedro.


—Si no es mucha molestia… —dijo Pedro.


—En absoluto. Prepararé tu cesta del desayuno mientras esperamos a que se haga el café.


—Para mí no, Pau —dijo Tamara desde la puerta—. Me marcho. Los veré mañana —sonrió a Pedro y luego se marchó dentro.


—Ten cuidado en la carretera —le dijo Paula.


—Siempre lo tengo.


Paula empezó a preparar el café. Pensó que a Pedro le gustaría cargado, como a ella. Desde que había estado en Francia se había inmunizado contra el insomnio que producía el café. Mientras preparaba la cesta del desayuno pensó en Germán. ¿Debería llamarlo más tarde para saber si había llegado bien? Suspiró. No, él no querría saber nada de ella, y discutirían otra vez. Mejor una ruptura limpia. Ella estaba mejor sin él. Lo sabía. Pero la idea de quedarse totalmente sola le producía dolor de estómago.


—¿Puedo poner estos platos en el lavavajillas?


Paula se sobresaltó cuando Pedro irrumpió en sus pensamientos.


—¡Oh! ¡Me has sobresaltado!


—Lo siento.


Ella lo miró y le dió un vuelco el corazón nuevamente.


—Sí, puedes hacerlo.


Le señaló el aparato y lo observó hacer la tarea.


—Entonces no eres totalmente inútil en la cocina, si eres capaz de hacer eso.


—No. Pero casi.


Él le sonrió, y ella contuvo la respiración y luego se dió la vuelta para poner agua hirviendo en la cafetera. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario