miércoles, 12 de junio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 1

Paula Chaves se sobresaltó cuando entró por la puerta su amiga y compañera de trabajo, Tamara Mills. Estaba sumida en sus pensamientos negativos cuando irrumpió Tamara.


—Hoy será cuando conozcamos al jefe, n’est ce pas? —dijo Tamara—. ¿Qué te parece mi francés?


Paula puso la pluma encima del montón de cheques que debería haber estado firmando y frunció el ceño.


—Si te refieres a Pedro Alfonso, él no es mi jefe —respondió Paula y miró su reloj—. Llegará en cualquier momento —se echó atrás en la butaca de piel y agregó—: Habla inglés, ¿Sabes?


—Lo he supuesto. Pero le gustará que lo impresione con mi habilidad lingüística, ¿No crees? —Tamara se sentó en la esquina del escritorio de Paula—. ¿Por qué no has ido a recibirlo al aeropuerto? Quieres causarle buena impresión, ¿No?


Paula sintió rabia, pero hizo un esfuerzo por parecer serena. ¿Quería causar buena impresión a Pedro Alfonso? Hacía diez años le había robado el corazón y luego se lo había roto. Ahora volvía a aparecer en su vida. Pero no estaba interesado en robarle el corazón. Era el lagar lo que le interesaba robarle. Y ella tenía que saber manejarse profesionalmente con él. Tenía que actuar como una mujer de negocios. Tamara se miró las uñas mientras esperaba una respuesta. Paula respiró profundamente. No podía esperar que Tamara lo comprendiera. No le había contado la desastrosa relación que había tenido con Pierre, el peor error de su vida. Ni le había contado el motivo de su inminente visita. Carraspeó y dijo:


—Quiero impresionarlo con mis dotes para los negocios, no con mi habilidad para conducir.


—Vale. Pero yo había pensado… Oh, lo siento si parezco insensible, sé que estás muy preocupada por la adquisición de la compañía. Pero ya está hecha. C’est la vie —Tamara sonrió e hizo una reverencia con la mano—. Pero, de verdad, tú has hecho todo lo posible por evitarlo, y no ha sido culpa tuya que la junta directiva haya votado en contra de tus deseos.


Ella no estaba tan segura de que no hubiera sido culpa suya. Seguramente había habido algo que podría haber dicho a los directivos para convencerlos de que vender a L’Alliance una gran parte de Vinos Chavland no era un buen negocio. Había intentado convencerlos de que no vendieran el control de la empresa. Y cuando eso había fallado, de aceptar la oferta de un consorcio canadiense. Pero, no. Ellos se habían sentido encandilados por la oferta millonaria del enorme conglomerado francés. Ahora su trabajo pendía de un hilo, junto al sueño que su padre le había encomendado cumplir.


—¿Sabes algo de él?


Paula miró a Tamara.


—¿Qué?


—De este hombre… Pedro. ¿Sabes cómo es?


—Mmm… —Paula se puso de pie y fue hacia la ventana.


—No. 

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