lunes, 24 de junio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 20

Ella se reprimió una respuesta emotiva y contestó serenamente:


—Si eso fuera verdad, mi padre jamás habría creado Vinos Chavland.


Pedro se dió la vuelta, se cruzó de brazos y la miró de un modo que ella podía reconocer. A Paula se le encogió el estómago. Pero no quería recordarlo. Él había ido allí por una razón: Para demostrar que ella era incapaz de dirigir el lagar.


—No conozco la historia de Vinos Chavland —dijo él—. ¿Por qué no me la cuentas?


—Bueno…


¿Para qué quería que le contase la historia? Si a él no le importaba, no la respetaba. Pero no perdería nada contándole cómo había empezado su padre con el lagar. Tal vez así podría hacerle comprender a Pedro por qué veía ella las cosas de otro modo.


—Mi padre era el principal productor de vinos para Box Tree. Estaba en manos de una familia de la zona, pero en ese momento acababa de ser absorbida por Wesley, otro conglomerado internacional, como L’Alliance.


Él asintió.


—Conozco Wesley, por supuesto.


—Wesley estaba interesado en Box Tree sólo por su red de distribución y como base para vender sus bebidas alcohólicas en Australia. No estaban interesados en su reputación como buenísimo productor de vino. Decidieron reducir radicalmente la producción en un momento crucial, justo antes de la vendimia. Le dijeron a mi padre que no comprase uvas de los productores locales.


Paula tomó un sorbo de agua antes de continuar:


—Papá estaba destrozado. Él ya había hecho tratos con los productores de uva, y sabía que si no respetaba esos acuerdos, se arruinarían familias enteras, con las que él había crecido. Se negó a hacerlo.


Paula se sentó más derecha. El orgullo por la actitud de su padre le daba el coraje para continuar en el camino que se había trazado, para oponerse a L’Alliance.


—Mi padre consiguió respaldo económico de una empresa de Adelaide y compró uvas él mismo. Luego construyó este lagar en tiempo récord, prensó la fruta que había comprado, y nació Vinos Chavland. Juró usar siempre uvas de esta zona y no bajar los costes comprando la vid a precio más barato. Quería que toda la comunidad del valle se beneficiara de sus acciones. Si hubiera estado en ello por dinero, habría hecho las cosas de un modo diferente desde el principio.


Pedro se encogió de hombros.


—Comprendo lo que quieres decir con eso de construir sobre sentimientos —dijo él—. Pero tu padre querría que cambiases, si de eso depende que mantengas o pierdas el control de la empresa.


Ella pensó un momento.


—No, no lo habría querido. Habría querido que yo hiciera lo que debía hacer. El control de algo en lo que no crees no vale la pena.


Ella estuvo tentada de decir que el Pedro que había conocido hacía diez años habría pensado lo mismo, pero se calló. Era algo demasiado personal para comentarlo en aquel momento.


Buscó en un armario, sacó un par de alpargatas y se las ató.


—Voy a dar un paseo por el lagar —dijo mientras se incorporaba—. ¿Te apetece venir conmigo?



Después de presentarle a Pedro a su primo y principal productor de vino, Mauricio Chaves, Paula se marchó y los dejó conversando. Se marchó a buscar a Juan McGill, para ponerlo al tanto sobre un pedido de barriles. Cuando volvió, notó que Pedro estaba totalmente absorto en la conversación con Mauricio. Había sido buena idea dejarlos solos. Toda la tensión había desaparecido de la cara de Pedro. Parecía más relajado que con ella. 

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