miércoles, 26 de junio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 23

 —No voy a poder ir a la cena del productor de vino esta noche. Después de que tome la medicación me quedaré hecha polvo durante doce horas.


—No te preocupes por eso, Tami —dijo Paula—. No eres indispensable, ya sabes. Me las arreglaré.


—Al menos no estarás sola —dijo Tamara recogiendo su bolso—. Pedro estará contigo.


Paula se puso rígida. Se había olvidado de la invitación que él había aceptado. No era buena idea. Estarían juntos en el coche durante un viaje de dos horas. Encima del tiempo que pasarían juntos durante el día.


—Tal vez la cena no sea tan entretenida sin Tamara —dijo Paula a Pedro. 


—De todas formas, me gustaría ir —dijo él—. Siento lo de tu dolor de cabeza, Tamara.


—Migraña, no dolor de cabeza —susurró Tamara.


—¿Prefieres que no vaya? —preguntó Pedro a Paula.


—No, por supuesto que no. Si tienes interés en ir, a mí me da igual…



Paula intentó cerrar la puerta de la casa de Tamara suavemente para no molestar a su amiga con el ruido. Las cosas no habían ido como ella había planeado. Había querido evitar estar con Pedro, y en cambio, no sólo estaría durante las horas de trabajo, sino también aquella noche, durante horas. Pedro había estacionado el coche de Tamara en el garaje. Se encontró con un loro de la zona apostado encima de un muro y se puso a imitarlo.


—Veo que has conocido a los vecinos —dijo Paula.


—Creí que todavía estabas dentro. Es un pájaro muy bonito —dijo Pedro—. Un tipo de ave que sólo puedes ver en el zoológico.


Ella asintió.


—Ése es un Adelaide Rosella —le señaló otro pájaro—. Ahí va su pareja. Siempre van en pareja. Se emparejan para toda la vida.


Él la miró, y ella se puso colorada.


—Hay pájaros maravillosos aquí… —dijo ella para llenar el silencio—. ¿Estás listo para irnos?


Pedro asintió, y ella sintió el calor en sus mejillas.  Era la hora de almorzar cuando llegaron al lagar. Paula estacionó en la carretera y bostezó. No había dormido bien desde que había sabido que iría Pedro, justamente cuando necesitaba tener la mente fresca.


—Sólo te he preparado la cesta para el desayuno. ¿Quieres venir a almorzar?


—No quiero molestar. Sobre todo porque pareces cansada.


—Estoy bien, de verdad. Y tienes que comer… 

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