miércoles, 12 de junio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 4

Paula se alegró de que dijera «Las cuentas». Eso indicaba que pasaban a un terreno profesional. Eso la hacía sentirse más segura. No podía creer que él hubiera mencionado su pelo. Se lo había cortado recientemente, en un intento por cambiar de imagen, para tener un aspecto más acorde con su puesto de directora ejecutiva. Pero había sido un error. Ella había querido tener un estilo sofisticado, algo que le diera aire de eficiencia, de mujer de negocios, pero había terminado pareciendo más joven y más tonta. Tamara entró con una bandeja con café. Paula hizo sitio en el escritorio.


—Gracias, Tami —le dijo.


Tamara le extendió una taza, y Paula notó que su amiga se había retocado el carmín. Así que eso era lo que le había llevado tanto tiempo, pensó. Ella, en cambio, no llevaba maquillaje. Ojalá hubiera tenido un aspecto más parecido al de Tamara, porque en ese caso no le habría hecho falta el corte de pelo para sentirse más segura. Y la gente la hubiera tomado más fácilmente por una mujer de negocios con sólo mirarla.


—Toma, Pedro —Tamara le dió la otra taza de café a él—. Debo decir que estoy decepcionada. Yo esperaba un sensual acento francés, pero apenas tienes acento extranjero.


Pedro alzó las cejas. Tamara era muy directa.


—He pasado un montón de tiempo en Estados Unidos —respondió él—. Mi oficina central está en California.


—Ah, eso lo explica, supongo. Bueno, si te apetece volver a tu lengua nativa, yo sé hablar francés… Bueno, tengo los conocimientos básicos — sonrió Tamara—. Y Paula sabe hablar francés fluidamente…


Él asintió.


—Lo recuerdo.


Tamara los miró, sorprendida.


—¿Se conocen? —preguntó.


—Sí —dijo Paula rápidamente—. Nos conocimos hace mucho tiempo. Llevaré a Pedro a la bodega más tarde. No quiero entretenerte ahora.


Paula vió el gesto de sorpresa de Tamara, y se alegró de que no hiciera más preguntas y se marchase. No quería responder a preguntas incómodas. Y no sabía lo que podía decir Pedro. Cuando se cerró la puerta, lo sorprendió tratando de reprimir un bostezo.


—Iba a preguntarte de qué quieres que hablemos primero, pero supongo que tendrás ganas de ir al hotel y descansar. Supongo que has reservado una habitación en el complejo turístico, ¿No?


—En la oficina me dijeron que tú te encargarías de eso.


Podrían habérselo dicho, pensó ella.


—¿No tienes una reserva?


—No, que yo sepa.


Había un torneo de golf en el valle, y el complejo turístico debía de estar lleno ya. Y era el único alojamiento de cierta calidad del lugar.


—Si me disculpas, haré una llamada telefónica. 

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