viernes, 7 de junio de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 70

 –¿Mañana?


Aquel día, por la tarde, cuando quisiera.


–Para hacernos la foto en el Ayuntamiento –respondió Paula–. Yo con el tutú y la varita mágica… Pensé que te gustaría disfrutar de tu gran momento.


–Ya he tenido mi gran momento, Paula. Ahora debo volver a Londres.


–Pero…


–Tengo que atender unos asuntos urgentes.


–Ah, claro. Cuídate.


Era lo mejor, pensó, mientras lo veía alejarse en la moto. No quería que su hija lo viera allí a esas horas. La sensata Paula no haría eso. Pero pasara lo que pasara a partir de aquel momento, no sería la misma. No volvería a ser la mujer centrada que solo tenía un objetivo en la vida: Ser la madre que siempre había querido ser y hacerse un nombre en el mundo del periodismo. Había rehecho su vida una vez, cuando abandonó las estrictas reglas en las que había sido educada, concentrándose en su hija, en su casa, en su trabajo. Empezando desde cero. Pero aquella vez era diferente. Estaba mirando las fotografías que había encontrado en la caja de su padre.


–¿Quién es esa gente? –le preguntó Sofís, tomando una de las fotos.


–Unos obreros que trabajaban en la finca hace años, cuando tu abuelo vivía.


–¿Y este?


Era la fotografía de un chico sobre un poni, con un hombre tirando de las riendas. No sabía por qué estaba allí, era demasiado vieja para ser una de las fotografías que había hecho su padre.


–Creo que es sir Enrique.


–¿Y el hombre?


–No lo sé, supongo que será su padre, sir José Cranbrook.


–Se parece mucho a Pedro –dijo Sofía.


¿Pedro?


–No puede ser Pedro, cariño.


–Pero se parecen mucho, tienen los mismos ojos.


–Mucha gente tiene los ojos oscuros –murmuró Paula.


Mucha gente tenía los ojos oscuros, pero no esos ojos. O esa sonrisa ligeramente torcida…


–¿Puedo quedármela?


–No, cielo –Paula le quitó la fotografía–. Es del archivo del abuelo y tiene que estar con sus diarios.


El teléfono sonó en ese momento, pero no era Pedro sino Juana Michaels para preguntar si Sofía querría ir con ellos al zoo. Era la distracción que la niña necesitaba y, olvidándose de la fotografía, corrió a su habitación a cambiarse de ropa. Paula tomó la foto de nuevo. Los mismos ojos, la misma sonrisa, los mismos hombros anchos. También se parecía a sir Enrique, pero las facciones del barón eran menos destacadas. No había visto nunca una fotografía de sir José hasta ese momento… Una vez le preguntó a sir Enrique, pero él le dijo que no tenía ninguna. Y la explicación estaba clara: El parecido era tan evidente que había intentado esconderlo.

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