miércoles, 19 de junio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 14

 —Estoy divorciado —dijo después de un largo momento.


Paula carraspeó.


—¿Te casaste con Giselle? —preguntó.


Pedro asintió.


Cuando se dió cuenta de que Germán y Tamara la estaban mirando, Paula desvió la mirada. No podía mirarlos. Sabía que sus ojos mostrarían dolor. Miró hacia los viñedos. No era de extrañar que se hubiera casado con Giselle. Ella sabía que la atractiva morena iba tras él. Habría sido la esposa perfecta para él: sofisticada, elegante… Francesa. Todo lo que no era ella, pensó. Y sin embargo, el matrimonio no había durado.


—¿Tienes niños? —preguntó Tamara. 


—Sí, un hijo.


—¿Sí? —preguntó Tamara poniendo tono de comprensión—. ¿Lo ves a menudo?


—No tanto como yo querría.


Paula lo miró. Y notó que había dolor en sus palabras.


—Como trabajo en adquisiciones y fusiones, siempre estoy viajando — dijo Pedro.


—Espera un momento. Es posible que sea un poco tonto, pero ha habido algo que no he entendido. ¿Se conocen de antes ustedes dos? —dijo Germán mirando a Pedro y a Paula.


Paula asintió.


—Bueno, podrían haberlo dicho —protestó Germán—. ¿Por qué lo mantienen en secreto?


—No es un secreto —dijo Paula.


—Paula hizo las prácticas con el padre de Pedro —comentó Tamara—. Yo lo sabía. Y también lo sabías tú probablemente, pero se te habrá olvidado.


—Oh, es posible… —dijo Germán sin molestarse en disimular un bostezo—. Bueno, ya está bien por hoy. Me voy a casa. Me alegro de haberte conocido, Pedro.


—Perdonen —dijo Paula, se puso de pie y siguió a Germán a la cocina— . No puedes conducir, Germán. Has bebido demasiado —dijo en cuanto hubo cerrado la puerta.


—Bueno, has sido tú quien nos ha servido el vino, para presumir delante de tu invitado. De todos modos, no he bebido tanto. No más que Tamara, y tú no le impedirás que conduzca, ¿No?


—Lo haría, si pensara que ha tomado tanto como tú. Pero ella apenas ha tomado dos copas, así que puede conducir. Quédate a dormir aquí, Germán. Vete por la mañana.


—No, tengo una reunión con clientes por la mañana temprano.


—¿Por qué siempre tenemos que tener esta discusión?


—Porque vives aquí, en este lugar apartado de la mano de Dios, y quieres que venga cuando se te antoja.


—¡Eso no es justo!


—¿Justo? ¡Te diré lo que no es justo, Paula! 


La puerta de la cocina se abrió y entró Tamara.


—¿Me prometen que no me pasará nada si entro? —preguntó.


Germán resopló. Luego se dió la vuelta y se marchó a la puerta de entrada.


—Germán, no te vayas —lo llamó Paula.


Pero él dió un portazo como respuesta.


—No eres su madre, Paula. No puedes decirle lo que tiene que hacer — dijo Tamara.


—Ya lo sé que no soy su madre —respondió Paula—. Pero no quiero que se mate. O que mate a alguien. 

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