miércoles, 26 de junio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 25

 —Bueno, es una forma de que la gente interesada seriamente en el vino conozca nuestros productos. Van conocedores y coleccionistas sobre todo. Es una oportunidad de mostrar nuestros productos durante una noche.


—Entonces, ¿Te pones delante del público y les hablas de vinos?


Ella asintió.


—Eres muy valiente.


Ella achicó los ojos, buscando el sarcasmo en sus palabras. Pero había sido sincero.


—Tamara y yo generalmente nos repartimos los productos, pero esta noche me tocará a mí sola.


A ella no le importaba hablar de vinos.


—Espero que no te aburras —dijo Paula.


Él se encogió de hombros.


—No creo. ¿Llevas el vino tú?


—No, lo envían previamente. He hablado con el chef y he elegido el menú. Está todo organizado. Y por cierto, tenemos que ir elegantes.


—Comprendido.


Paula miró el reloj.


—Tendremos que salir a las cuatro, y tengo que hacer un montón de trabajo esta tarde…


—Así que quieres que me marche —dijo Pedro. 


Se puso de pie y estiró los brazos por encima de la cabeza.


—Sí, deberías irte. Si no, no tendré tiempo de ponerme guapa.


Él sonrió y ella sintió mariposas en el estómago.


—No necesitas mucho tiempo —dijo él—. Nada de tiempo, en realidad —sus ojos estaban más oscuros.


Se quedaron mirándose un momento.


—Gracias por el almuerzo.


Paula se quedó perpleja. ¿Qué había sido eso? ¿Un piropo? Ella se estremeció.



Paula tenía un vestido nuevo. Nunca sabía bien qué ponerse. Aquella vez creía que había encontrado el punto intermedio entre un atuendo apropiado para los negocios y para el glamour a la vez. ¿Le gustaría a Pedro? Se reprochó el preocuparse por su opinión. Se quitó la ropa y la tiró al suelo. Lo importante era demostrarle el éxito que tenían aquellas cenas. Entonces, ¿Por qué se alegraba de tener un vestido nuevo?, se preguntó antes de entrar en la ducha. Cuando terminó se vistió y luego se sentó frente al espejo para peinarse y maquillarse.  Todavía se arrepentía de haberse cortado el pelo. Se maquilló un poco más de lo normal y se miró al espejo. No estaba mal. Se puso unas gotas de su perfume favorito. Se le cruzó la idea de que tal vez Pedro reconociera la fragancia, pero la descartó. Era poco probable. Recogió el bolso y las llaves del coche y fue a recogerlo  al Granero. Pero cuando salió a la galería vió que él estaba sentado fuera, debajo de la ventana de su dormitorio. Sintió una mezcla de emociones. Por un lado, alivio de que la persiana estuviera bajada. Podía estar segura de que no la había visto mientras se cambiaba. Por otro, un cosquilleo que se iba acumulando en su interior como un volcán. Era nostalgia, pensó. Sólo recuerdos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario