viernes, 28 de febrero de 2025

Engañada: Capítulo 43

Paula comprendió que se había estado conteniendo hasta entonces. Cuando apartó la boca de la de ella, Pedro le hizo echar la cabeza hacia atrás para poder devorarle a placer la garganta. La fiebre que ella había notado en los besos de él en ocasiones anteriores y el deseo en sus ojos habían sido simples sombras de lo que él le estaba dando en aquellos momentos. Pedro deslizó una mano por debajo del trasero de Paula y la hizo ponerse de rodillas antes de descansar en la base de la espalda. Así, la sujetó con firmeza mientras la acariciaba con labios y lengua. Cuando llegó a los senos, la sensación que se apoderó de ella fue tan poderosa que la hizo gritar de placer. Después, cuando se introdujo un pezón en la boca, comenzó a gemir con fuerza para expresar la intensidad de lo que estaba experimentando. A continuación, aquel sensual asalto siguió en el otro pecho. No se percató de que Pedro había apartado la sábana hasta que él la hizo tumbarse sobre la cama. En ese momento, abandonó los pechos para saborear y explorar el resto de su cuerpo. Y en ese momento, ella descubrió lo intenso que podía ser realmente el placer. Era capaz de despertar cada célula de su cuerpo hasta convertirla en un mero receptáculo de la intimidad que llevaba meses deseando. Su imaginación no le había hecho justicia. El deseo frustrado le había llevado a explorar su cuerpo en solitario en muchas ocasiones desde que Pedro entró en su vida, pero aquellos breves instantes de satisfacción no la habían preparado en modo alguno para el éxtasis que experimentó al sentir el rostro de Pedro enterrado entre las piernas. El control que tenía sobre sus propias reacciones se esfumó cuando las crecientes sensaciones que estaba experimentado llegaron a su punto álgido y explotaron antes de que ella se diera cuenta de lo que iba a ocurrir. Tras dejar escapar un profundo grito de placer, apretó las piernas involuntariamente y arqueó la espalda para cabalgar sobre los espasmos del gozo que se apoderaban de ella. Poco a poco, las sensaciones fueron desvaneciéndose. Fue entonces consciente de que Pedro había empezado a subir hacia el vientre, lamiéndole y besándole la piel que iba encontrando a su paso. Paula tembló al sentir los labios contra la garganta y comprender que él la estaba cubriendo por completo. Su poderosa erección estaba colocada ya entre la unión de los muslos. Ella abrió los ojos y, cuando vió cómo Pedro la estaba mirando, se vió abrumada por un tsunami de sensaciones. Aquella mirada era todo lo que había soñado para su noche de bodas. Todo lo que sentía, todo lo que estaba experimentando…


—Te odio —dijo con voz ronca cuando fue capaz de retomar la palabra.


—Lo sé…


Entonces, la besó de una manera tan salvaje que le arrebató a Paula el aliento que le quedaba. Ella le rodeó el cuello con los brazos y le devolvió el beso con idéntico fervor. Todo el amor y todo el odio que sentía por él se reflejaron en aquella expresión de deseo que vibraba en lo más profundo de su ser y estaba aderezada con una anticipación que le aceleraba cada vez más los latidos del corazón.


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