lunes, 17 de febrero de 2025

Engañada: Capítulo 23

Paula sintió un nudo en la garganta. Asintió.


—Sin embargo, no lo haré por tus amenazas —añadió él mirándola fijamente. —Aunque creyera que serías capaz de llevarlas a cabo, y con esto no estoy diciendo que tu dolor y tu ira no te empujaran a hacerlo, te doy mi palabra porque no hay nada que yo no sería capaz de hacer para enmendar lo que te he hecho.


A continuación, se produjo un profundo silencio. La tensión añadió peso al dolor que Paula sentía en el pecho. Sabía que los sentimientos que atribuía a Pedro no eran más que producto de su imaginación y eso le provocaba que la situación fuera más difícil de soportar. Unas palabras tan hermosas… Y tan baratas a la vez. Palabras que no costaba nada decir, pero que sí podían resultar caras de escuchar.


—Entonces, le contaste la verdad a tu madre —dijo ella de repente, devolviendo la conversación al punto en el que la habían dejado.


—Sí. Un error.


—Desde mi punto de vista, no.


—Debería haberme acordado de que mi madre tiene una moralidad contradictoria. 


El alcohol desata la lengua y, aquella noche, yo había bebido más de la cuenta. Paula no estaba del todo segura a qué se refería y frunció el ceño.


—En realidad, tampoco he sido del todo sincero sobre mi madre o sobre la relación que tengo con ella.


—Qué sorpresa.


Pedro sonrió levemente al escuchar el sarcasmo que había en la voz de Paula.


—Cuando empecé a cortejarte, solo quería que pensaras que yo era perfecto. Conseguir esas acciones era demasiado importante para mí. No podía arriesgarme a que tuvieras dudas sobre mí o sobre mi familia.


Paula ya sabía que aquella aparente perfección también había sido fingida, pero escucharlo de los labios de Pedro le hizo sentirse muy aliviada. En muchos sentidos, la perfección de él la había maravillado más que su riqueza o su estilo de vida, pero pensar que lo había hecho por ella… Se aclaró la garganta para aliviar el nudo que se le había formado de nuevo en ella.


—¿Acaso tu madre es una especie de delincuente o algo así? — comentó con voz despreocupada.


—Lo era, aunque no en el sentido que estás pensando. Digamos que las joyas con las que comerciaba no tenían siempre una procedencia muy limpia.


La respuesta de Pedro le resultó tan inesperada que Paula sintió la necesidad de soltar una carcajada. Como Ana había dejado de trabajar antes de que él entrara en la vida de Paula, esta sabía poco sobre la que habría sido su futura suegra. Tan solo sabía que había tenido gran proyección como comerciante de joyas y que, al crecer en ese mundo, su único hijo se había inspirado en ella para seguir su camino. Pedro había admitido que los consejos de su madre a lo largo de los años habían sido impagables para él cuando abrió la primera joyería. Desgraciadamente, se le había olvidado mencionar que participar del negocio del abuelo de Paula había sido el mayor empuje a su éxito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario