miércoles, 12 de febrero de 2025

Engañada: Capítulo 15

 —¿Mi abuelo sabía que se estaba muriendo?


—Sí. Le diagnosticaron cáncer de páncreas en grado cuatro el pasado mes de octubre. Créeme si te digo que fue un verdadero shock para los dos. Durante todos los años que llevábamos siendo socios, su salud siempre había sido excelente. Tu abuelo tenía sesenta y ocho años, pero hasta que enfermó de cáncer tenía la misma energía que un hombre de mi edad.


Paula sintió un profundo dolor en el corazón. Ella nunca había conocido al abuelo que había decidido desheredar a su propia hija por casarse con un hombre al que él consideraba inferior. El primer contacto que tuvo con él fue unas pocas semanas después de la muerte de sus padres. Su abuelo le escribió una carta de pésame en la que le decía que le gustaría conocerla. Se había negado. A pesar de ello, su abuelo empezó a enviarle tarjetas por su cumpleaños y por Navidad, todas ellas con un cheque adjunto. Se las había devuelto todas, cheques incluidos. Se ponía enferma con solo imaginarse tocando aquel dinero. Sin saber por qué los ojos se le habían llenado de lágrimas, decidió reconducir la conversación a lo que verdaderamente importaba en aquel momento.


—Está bien. Entonces, él te prometió su parte del negocio, pero, en vez de hacerlo directamente, mi abuelo te puso como condición que te casaras conmigo para conseguirla.


Esa era la razón de que los últimos meses de su vida hubieran sido una absoluta mentira. Según los términos del testamento de su abuelo, Pedro solo recibiría las acciones si se casaba con Paula. Si no lo hacía antes de que ella cumpliera los veinticinco años, las acciones le pertenecerían automáticamente a ella. Paula iba a cumplir los veinticinco años unas cinco horas después de aquella conversación.


—La condición que mi abuelo puso en su testamento era inaceptable —afirmó ella. —No creo que ningún juez lo permitiera.


Pedro se tomó lo que le quedaba del whisky con una mueca.


—Si yo hubiera decidido cuestionarla, la resolución del pleito habría tardado años en producirse. Además, estamos hablando de jurisdicciones diferentes y no había garantía alguna de éxito para mí.


Paula se encogió de hombros.


—Podrías haber esperado hasta mi cumpleaños y haberme comprado las acciones. No tenías que esperar mucho tiempo y seguramente sabías que yo no querría tener nada que ver con ese negocio. Soy maestra de primaria.


Bueno, en realidad, lo era. Había dejado su trabajo a finales de curso, hacía tan solo nueve días. Pensar que había creído que Pedro la animaba a dejar su trabajo porque no podía esperar más para convertirla en su esposa cuando, desde el principio, había estado pensando en la fecha límite que suponía el cumpleaños de Paula para evitar así que las acciones de su abuelo terminaran en las manos de ella.

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